Hay que ampliar el reino
Desde la época de los Reyes Católicos se había procurado casar a los hijos de forma conveniente para ir afianzando el poder del reino. Los enlaces con Portugal habían sido frecuentes con la vista a unificar, en un futuro, la Península Ibérica bajo un sólo gobernante.
La hija mayor de los Reyes Católicos, Isabel de Aragón y Castilla se casó con Alfonso de Portugal en 1490. Alfonso era el heredero de la corona portuguesa. Lamentablemente él murió al año de la boda. Entonces, en 1496, Isabel se casó con su cuñado, Manuel I el Afortunado. Esta vez, fue ella la que murió a los dos años al dar a luz a su hijo Miguel, que también murió al poco tiempo. Manuel I, por su parte, se volvió a casar. Esta vez con otra hija de los Reyes Católicos, la infanta María. Tuvieron once hijos. Una de sus hijas sería Isabel de Portugal que se casó con Carlos I. Al enviudar de la infanta María, Manuel I de Portugal se casó por tercera vez. En este caso la elegida fue Leonor de Austria, hermana de Carlos I. Dos de sus hijos habidos con la infanta María se volvieron a casar con miembros de la familia real española. Juan III de Portugal se casó con Catalina de Austria y su hermana Isabel se casó con Carlos I, como ya hemos mencionado.
María Manuela de Portugal fue la tercer hija de Juan III y Catalina de Austria. De sus diez hermanos, seis murieron antes de llegar a ser adultos.
Hay que casar a la niña
El reino de Portugal había llegado a un gran esplendor durante el reinado de Manuel I debido, sobre todo, a los ingresos provenientes de las colonias americanas.
Sin embargo, Juan III, apodado el Piadoso, padre de María Manuela, tuvo menos empuje que su padre. No era demasiado inteligente y su máximo interés era la religión. El ambiente en la corte portuguesa cambió. De ser lujoso y profano pasó a ser una corte mística y devota.
La madre de María Manuela, Catalina de Austria, era la hija menor de Juana de Castilla y Felipe el Hermoso. Pasó su infancia encerrada en Tordesillas junto a su madre. Fué el único apoyo de ésta hasta que Carlos I y la infanta Leonor, que se habían criado en Flandes, regresaron a España. Catalina se había acostumbrado a servir de apoyo a su madre, como luego haría con su marido, Juan III. Fue muy querida tanto en Tordesillas como en Portugal. Cuando murió, la monarquía portuguesa se derrumbó.
Durante el reinado de Juan III Portugal se expandió en Asia. Fue el primer país en comerciar con China y Japón.
Catalina apoyó a los jesuitas en su evangelización en Brasil.
A pesar de los grandes ingresos con los que contaba el reino de Portugal, una mala gestión puso en aprietos la situación financiera más de una vez.
Así Juan III quiso para su hija María Manuela un matrimonio ventajoso, pero que no le saliese muy caro. Debido a la muerte prematura de sus hermanos, existía la posibilidad de que María Manuela fuese proclamada en algún momento reina de Portugal y su padre no quería que estos derechos de sucesión acabaran en otro país. Pensó en casarla con su hermano Luis de Portugal, pero la reina Catalina tenía planes más ambiciosos para su hija. Su boda con su primo, el príncipe Felipe, hijo de Carlos I daría más fuerza a Portugal dentro de su posicionamiento en Europa.
María Manuela era una joven piadosa, amable y con cierto atractivo y parece ser que a Felipe no le disgustó la idea de casarse con ella. Era una joven alta, rellenita, le gustaba vestir bien, bailar y cantar. Además parecía perfecta para tener hijos que era lo que realmente importaba.
Carlos I, por su parte, vió en esta boda la posibilidad de conseguir una dote cuantiosa y de forma rápida y fácil.
El novio
El futuro Felipe II era el hijo mayor de Carlos I e Isabel de Portugal. Al estar su padre casi siempre ausente de la corte, pasó su infancia rodeado de mujeres.
Al cumplir los ocho años, se decidió que el príncipe debía recibir ya una formación adecuada a su futura condición de gobernante. Se le rodeó ahora de nobles que se encargaron de su educación.
Al morir su madre, Felipe tenía sólo doce años. Carlos I estaba desolado por la muerte de su mujer y no fue capaz de acompañar el cortejo fúnebre hasta Granada. El joven Felipe tuvo que hacerse cargo del penoso encargo.
Carlos I siguió viajando por lo que hubo que acelerar la educación del príncipe que tuvo que hacerse cargo de la regencia durante las ausencias paternas ayudado por un Consejo de Regencia.
Un matrimonio a ratos
La boda se celebró en 1543. los novios tenían dieciséis años. Carlos I estaba muy preocupado que las relaciones matrimoniales enturbiaran el entendimiento de su hijo. Quería que se ocupara sobre todo de regir el país. Por ello ordenó que la pareja fuera separada inmediatamente después de consumar el matrimonio. Además su futuras relaciones eran gestionadas de forma que sólo estuvieran juntos lo imprescindible.
María Manuela se sintió despechada con esta actitud. Además, no lograba hacerse a las costumbres de la corte española. Ni tampoco los criados portugueses que había traído consigo. La corte vivió una época de derroche y caos debido a la incapacidad de María Manuela de poner orden entre tanta servidumbre.
Mientras tanto el príncipe se dedicaba a desfogarse cazando, paseando y montando a caballo. Además parece ser que con el tiempo se volvió vago, perdió su devoción religiosa y prefería apuntarse a fiestas nocturnas en malas compañías.
Un viudo alegre
La pobre María Manuela dió a luz a su hijo en 1545. El parto duró dos días. María Manuela quedó muy débil, contrajo una infección y murió cuatro días después. Tenía dieciocho años.
Felipe II quedó muy consternado por esta repentina muerte. Se retiró a un monasterio donde estuvo durante un mes orando y meditando. Sin embargo tuvo que retomar pronto los asuntos de estado.
El hijo de María Manuela fue bautizado con el nombre de Carlos. Su existencia fue dura durante su niñez, sin una madre y con un padre constantemente ausente. Ya adulto quiso hacerse con el gobierno de los Países Bajos a la fuerza. Fue encarcelado por su padre y murió a los veintitrés años sin haber sido perdonado por Felipe II.
Felipe II tardó diez años en casarse de nuevo, aunque tuvo fama de galán y seductor y mantuvo amoríos con varias damas de la corte. Entre ellas Isabel de Osorio.
Entre 1548 y 1551 viajó por Europa. Fue a Italia, Alemania y Flandes donde se reencontró con su padre al que hacía siete años que no veía. En su ausencia la regencia de España estuvo en manos de Maximiliano de Habsburgo casado con la infanta María, hermana mayor de Felipe.
Al volver, Felipe II ya era el heredero de media Europa. Estableció su corte en Madrid, su lugar favorito por su abundante agua y los bosques llenos de posibilidades para la caza.
Había que buscarle una nueva esposa.
Fuente: Rubio, María José; ‘Reinas de España. Las Austrias’; La esfera de los Libros, 2010