El Rastro empieza en la plaza de Cascorro y baja hacía el río Manzanares. En la plaza de Cascorro encontramos la conocida estatua dedicada a Eloy Gonzalo.
Plaza de Cascorro
Eloy Gonzalo nació en Madrid en 1868 y pasó su infancia en la inclusa. Más tarde fue adoptado por un matrimonio de Valladolid.
En 1896, durante la guerra de Cuba, en un lugar llamado Cascorro, se presentó como voluntario para incendiar una cabala desde la cual los soldados españoles eran constantemente bombardeados.
Dice la leyenda que se puso una cuerda por la cintura, de forma que su cuerpo pudiera ser recuperado en caso que muriese. Pero tuvo éxito en su empresa y honrado por ello, aunque murió poco después debido a una enfermedad.
Eloy Gonzalo fue muy popular en Madrid, aunque su heróica acción no tuviera consecuencias de importancia. También hay una calle dedicada a él.
La estatua en la plaza de Cascorro fue inaugurada por el rey Alfonso XIII en 1902. El autor fue Aniceto Marinas y muestra a Eloy Gonzalo con su rifle, la cuerda por la cintura y un bote con petróleo para producir el incendio.
Historia
Desde el siglo XV la zona que conocemos hoy como el Rastro ha sido una zona eminentemente comercial. En su primera época sobre todo dedicada a la venta y compra de ropa de segunda mano.
Al final del siglo XV se construyó un matadero lo que hizo que se pasara también a vender muchos productos de piel. Pequeñas tiendas o puestos dedicados a la venta de bolsos, cinturones y demás productos de piel comenzaron a aparecer.
Esta zona ocupaba lo que se consideraba la parte baja o inferior de Madrid haciendo referencia a las empinadas calles que bajan al río.
Un rastro de sangre
Parece ser que el nombre de Rastro proviene del rastro de sangre que iba desde el matadero por toda la calle hasta el río. Podemos imaginar no sólo el aspecto, sino el olor que debía haber en la zona.
Tras el cierre del matadero, la zona continuó, sin embargo, con su carácter comercial. Parece ser que el negocio de la piel tuvo que establecerse en otro sitio ya que se quería evitar la contaminación que sufría el río. Así, poco a poco, otro tipo de negocios fueron viniendo al Rastro.
En la segunda mitad del siglo XIX aparecieron los primeros puestos en la calle. Abrían no sólo durante la semana, sino también los domingos, lo que hacía que la zona estuviera muy concurrida, ya que se conseguían muchos productos a precios inferiores que en otras tiendas de Madrid. También ofrecía la posibilidad de encontrar las cosas más extrañas y curiosas que uno pudiera pensar. Había, por ejemplo, puestos que vendían todo tipo de material quirúrgico – usado, claro -, llaves, cabeceros de camas y demás artículos con posibilidad de encontrar comprador.
Las calles laterales solían estar dedicadas a un producto en concreto, como libros o pájarros. Actualmente la venta de animales sólo se permite a las tiendas, pero no a los puestos. Antes no era raro ver como a los niños les compraban polluelos pintados de colores. Sería curioso saber qué habrá pasado con los pobres animalitos una vez que dejaran de ser graciosos polluelos……. más de uno habrá acabado en la olla.
Hubo un tiempo en que el Rastro era un sitio muy visitado por expertos, ya que cabía la posibilidad de encontrar alguna obra de arte realmente importante. Sin embargo eso ya pasó a la historia. Actualmente encontramos sobre todo puestos de ropa, alguno que vende postales viejas o piezas de porcelana o libros viejos. Hay tanto productos nuevos como usados.
No sólo la calle principal está dedicada a la venta, sino también las calles laterales.
Cuando miramos al suelo, podemos ver pequeña chapitas doradas en forma de botón. Estas chapas muestran el sitio que ha sido alquilado al Ayuntamiento para poner un puesto.
El Rastro está abierto los domingos y días de fiesta de 09:00 hasta las 15:00 y no se permite el tráfico.
En los laterales podemos encontrar pequeñas plazas rodeadas de tiendas de antigüedades que también abren durante la semana. Podríamos considerar estas placitas como los primeros centros comerciales de la historia.
Las Corralas
Además, la mayoría de la gente que vivía por aquí era muy modesta. Vivían en lo que se conocía como corralas, edificios con pequeñas viviendas, algunas de sólo 9 metros cuadrados. Todas tienen su entrada por una largo pasillo al aire libre. Generalmente estas corralas forman un cuadrado con un patio en el centro. Estos patios eran el centro de la vida de las corralas, donde los habitantes pasaban horas hablando, bebiendo agua de limón y cosiendo, especialmente durante el verano, cuando siempre era más agradable estar al aire libre que encerrado en un cuchitril compartido por toda una familia.
Estas viviendas no tenían ni servicio ni cuarto de baño. Solía haber un servicio con una pila en cada planta y que era compartido por todos los vecinos. Por eso en esta zona de Madrid todavía encontramos baños públicos que ahora ofrecen sus servicios generalmente a personas sin hogar.
Muchas zarzuelas cuentan con una trama que tiene lugar en una de estas típicas corralas.
Todavía quedan corralas, algunas de ellas rehabiltadas. Algún edificio nos permite ver parte de lo que fue una, ya que el lado opuesto de la corrala ha sido demolido, de forma que el patio interior ha desaparecido. Parece ser que cuando algún miembro de la familia se casaba, se le construía una habitación encima de la vivienda. Es por esto, que los edificios tienen una forma completamente aleatoria con alturas diferentes.