Hola a todos. ¿Os habéis animado a hacer el bollo? Venga, que sale muy rico.
Estaba yo pensando que con la obligación de llevar mascarilla, si valen para 4 horas, necesitaremos por lo menos 2 al día. A casi 1€ se nos va a poner el salir en un pico, ¿no? Madre mía las familias numerosas…. A ver si sacan pronto mascarillas reutilizables, porque esto va a ser la ruina.
¿Qué os parecieron mis aventuras de ayer? Hoy os voy a contar un par de cosas que pasaron años después.
Teníamos nuestra oficina en Nuñez de Balboa esquina Goya. Estábamos en el primer piso y desde mi puesto de trabajo, delante de unos grandes ventanales se veía la esquina mencionada y la iglesia de la Concepción (la blanca, para que nos entendamos). La verdad es que era una zona muy animada. Un día evitamos un robo en una tienda. Vimos a 3 sospechosos paseándose delante de una tienda (no me acuerdo de qué era). Iban hasta la esquina, miraban, volvían. Y todo el rato igual. Llamé a la policía y en cuanto los vieron llegar salieron disparados.
Debajo de la oficina se ponía un señor a vender cosas con la bandera de España: mecheros, ceniceros, etc etc. Vamos, que era de Fuerza Nueva y no veáis en los aniversarios del 20N cómo se ponía la zona. Hasta arriba. La verdad es que daba cierto repelús salir. Por si las moscas.
Al principio de empezar a trabajar allí, para imprimir, todavía se utilizaba la máquina de escribir. No había impresoras. Y aquello era exasperante. 3 minutos por página. Me tocaba revisar la traducción de una revista técnica que publicábamos. Tendría unas 60 páginas, asi que os podéis imaginar lo que era imprimir aquello. Una tarde tuve que quedarme para terminar la impresion. Estábamos mi compañera y amiga y yo, nadie más. En un mueble cerca de nosotras teníamos el fax. Silencio en la oficina. Y de repente por el fax se oye: ‘Patatas fritas, caramelos. Para el niño y la niña.’ Casi nos da un infarto. Dedujimos, porque se volvieron a oir ciertas cosas, que nos llegaba el sonido de los taxis o de los radioaficionados. Cosas de la técnica.
En un momento dado nos cambiaron el mobiliario y en vez de estar una al lado de la otra, estábamos en perpendicular. Como una ‘T’, pero con mucho espacio entre las dos mesas. Claro, asi ya no había forma de comentar nada, porque se iba a oir demasiado. Preguntamos si podíamos juntar las mesas. La respuesta fue que no. ¿Qué hicimos? Pues cada día iba moviendo mi mesa unos centímetros hasta que las tuvimos juntas. No se dió cuenta nadie.
Un día ‘explotó’ el pc de mi compi. Esto es lo típico que te dicen los informáticos que no puede pasar. Pues pasó. Eran esos pc’s de ‘culo gordo’, ¿os acordáis? Bueno, pues hizo ‘boom’ y empezó a salir un líquido amarillo. Murió el pobre. Encima teníamos no se qué trabajo que hacer y me acuerdo que llamé al que lo estaba esperando. Cuando le dije ‘Es que el pc ha muerto.’ Me dio tanta risa que no pude seguir.
Una Navidad, durante el discurso del presidente, mi compi se puso un ‘moco’ de plástico en la nariz y se giró para que la viera. Creo que acabamos llorando las dos. La verdad es que hemos trabajado como ‘burras’, pero nos lo hemos pasado fenomenal. Sobre todo reirnos. En su día me contó, que teníamos un director de zona que andaba como los toreros haciendo el paseillo. Pensé que exageraba hasta que le ví venir por el pasillo. Tuve que esconderme detrás de una columna, porque no podía parar de reirme.
Un día me pegué unos post it pequeños doblados en las gafas, como si fueran pestañas. ‘A que no vas al despacho de fulano así’. Bueno, que me digan eso es suficiente para lanzarme, asi que crucé la oficina con los post it pegados. El hombre no dijo nada al verme, pero me miró dos veces con la cara que os podéis imaginar.
Igual que ayer, vamos a recordar un poco canciones de películas, a ver si os gustan: una, dos y tres.
¡Hasta mañana!
Estado de alarma: Día 67
