Isabel II (1830-1904)

Isabel II ha sido una de las reinas mas vilipendiadas. Su historia es una historia triste: sin padre, abandonada por su madre, sin educación y manipulada por todos, no fue una buena reina. Pero no lo fue porque tampoco le enseñaron a serlo. Siempre se le achaca que tuvo muchos amantes, una postura francamente machista y que la desdeña por ello. Tampoco fueron tantos y teniendo en cuenta que su marido era conocido en Madrid como ‘la Paquita’ no es de extrañar que buscara el amor en otros brazos. Pero veamos su historia que se desarrolla en una época complicada y convulsa para el país.

Liberales, progresistas y carlistas (1830 – 1834)

Antecedentes

Durante las Cortes de Cádiz surgieron dos grupos, los liberales y los serviles. Estos últimos serían con el tiempo los defensores de los intereses de Carlos María Isidro, es decir, los carlistas.

Carlos María Isidro de Borbón por Vicente López, ©Wikipedia

Posteriormente los absolutistas ilustrados y los moderados se unirían a los liberales para defender los derechos de Isabel II. Se empezaron a llamar los «cristinos» por su apoyo a la reina María Cristina.

La Pragmática y unas manos blancas

En 1831 hubo varios pronunciamientos liberales, como el del ex-ministro liberal Salvador Manzanares en Cádiz. En Madrid este foco liberal estuvo apoyado por Salustiano Olózaga que fue encarcelado, pero logró huir.

Salustiano Olózaga por Antonio Gisbert, ©Wikipedia

Fernando VII estaba cada vez más enfermo y empezó a delegar en su mujer. la reina María Cristina. Al empeorar su enfermedad, parece ser que su hermano, Don Carlos y sus seguidores, convencieron a la reina para que se aboliera la Pragmática que permitiría gobernar como reina a su hija, Isabel. Amenazaron con una posible guerra civil. Aprovechando la enfermedad del rey, le hicieron firmar la derogación de esta ley. Pero no habían contado con la hermana de la reina, Luisa Carlota. Casada con Francisco de Paula estaba en aquellos momentos en Cádiz y se trasladó inmediatamente a La Granja donde estaban los reyes.

Luisa Carlota de Borbón por Vicente López, ©Wikipedia

Hizo llamar al ministro Calomarde pidiendo explicaciones de lo que había sucedido. Exigió que se le entregara el documento firmado por el rey. Lo rompió en pedazos y, se cuenta, que le dio un par de bofetadas al ministro que pronunció la famosa frase de «Manos blancas no ofenden». Como ya hemos visto en algún artículo anterior parece ser que esto no es más que una leyenda, aunque le da un toque teatral al asunto.

Francisco Tadeo Calomarde, copia de un retrato de Vicente López, ©Wikipedia
Primero pasos de María Cristina

En octubre Fernando VII nombró a la reina «gobernadora» mientras durase su enfermedad. María Cristina concedió un indulto, reabrió las universidades y sustituyó a primeras figuras tanto en el gobierno como en el ejército. Pronto se dio cuenta de que iba a necesitar el apoyo de los liberales si quería que su hija reinase alguna vez en el país, de ahí estas decisiones, que contaron con el beneplácito de este movimiento.

María Teresa de Braganza por Nicolas Antoine Taunay, ©Wikipedia

En diciembre el rey se encontró mejor y recuperó su poder, aunque ya contaría para todo con su mujer. Para alejar la amenaza carlista del país, enviaron a Don Carlos a Portugal a escoltar a la princesa de Beira, María Teresa de Braganza. Ella era la hermana de su mujer y, tras quedar él viudo, se casaría con ella. Su comportamiento «alegre» (parece que tuvo un escarceo amoroso con Olózaga), hizo que el rey de Portugal, su hermano, pidiese que fuese enviada a su país. Don Carlos aprovechó la estancia en Portugal para lograr el apoyo del rey portugués a su causa.

Mientras tanto Isabel era jurada como princesa de Asturias en 1832.

Aunque Carlos fue invitado a la ceremonia, no quiso renunciar a su puesto y no acudió.

María Cristina regente (1833-1840)

Fernando VII murió en septiembre de 1833. María Cristina sería la regente hasta la mayoría de edad de Isabel. Nombró a Cea Bermúdez ministro de Estado. Reunió al Consejo de Regencia contando con el apoyo de todos sus componentes. A pesar de ello no creía que pudieran ayudarla en los pasos a seguir y reunió a su alrededor un consejo informal que fue tildado de «camarilla».

Cea Bermúdez, ©Wikipedia

Contaron con el visto bueno de Cea Bermúdez. Entre ellos estaba el liberal Donoso Cortés y el embajador marqués de Miraflores. Todos llegarían a ocupar puestos importantes posteriormente.

Primeros conflictos y una regente que va por libre

Muerto Fernando VII volvieron los problemas entre los liberales y se dividieron en moderados y exaltados. Entre los exaltados estaba Salustiano Olózaga que cambió el nombre por progresistas. Muchos liberales pertenecían a la orden masónica.
Comenzó la primera guerra carlista que duraría hasta 1840.

 

Baldonero Espartero por Antonio María Esquivel, ©Wikipedia 

Al no poder acabar con la rebelión carlista rápidamente, los restantes países europeos tomaron posiciones. Austria, Rusia y Prusia apoyaron al absolutista Don Carlos. Inglaterra y Francia apoyaban a la reina María Cristina y Portugal estaba dividida.

El general Serrano, ©Wikipedia

Tras morir Fernando VII comenzó también la relación entre la reina María Cristina y el soldado Fernando Muñoz. La reina regente era muy creyente y no quería tener una relación ilícita por lo que se casó en secreto con Muñoz en diciembre de 1833, dos meses después de la muerte del rey.  Esto no podía hacerse público porque perdería su status de reina regente al casarse con un plebeyo. Se intentó mantener el secreto, aunque todo el mundo estaba al tanto de sus amoríos. Tuvieron 8 hijos, de ellos la primera hija nacería en el año 1834. Se decía en la villa de Madrid que ‘la reina está casada en secreto y tiene los hijos en público’.

Fernando Muñoz, ©Wikipedia

Con el tiempo, ella y su marido, ya convertido en duque de Riánsares se dedicaron a intrigar contra su hija Isabel y a amasar una fortuna.

Motín de La Granja

Estando la familia real en La Granja de San Ildefonso, en agosto de 1836, fueron intimidados por un grupo de militares instigados por Mendizábal que obligaron a la reina de palabra a que restableciese la Constitución de 1812.

Constitución y Desamortización

La Constitución preveía un parlamento y un sistema bicameral. María Cristina nombró a Mendizábal ministro de Hacienda, que pondría en práctica la «Desamortización». La idea era quitar de las manos de la iglesia las tierras y posesiones que, como tales, resultaban improductivas. Estas posesiones pasarían posteriormente a manos de los más ricos que eran los únicos que podían adquirirlas.

Mendizábal era progresista y proponía ganar la guerra contra los carlistas en el norte con un gran ejército, al tiempo que se eliminaba la ayuda que recibían estos en toda España por parte de la Iglesia. Había que acabar con ellos pero no con revueltas, sino desde el Estado.

La política de Mendizábal comenzó a causar estragos ya que, aparte de su anticlericalismo, dejó entrar mercancías inglesas sin que tuvieran que pagar aranceles, lo que hizo que se resintiera la industria catalana que así se acercó todavía más al carlismo, cuyos ataques se recrudecieron.

Juan Alvarez de Mendizábal, ©Wikipedia

Estos dos eventos, la aprobación de la Constitución y la Desamortización fueron los puntos de comienzo para un desarrollo capitalista y el liberalismo político. Se extendería la influencia de la burguesía.

Los Carlistas cerca de Madrid

En septiembre de 1836  Don Carlos entró con su ejército en Arganda. El general carlista Zumalacárregui llegó a Segovia y La Granja. Espartero puso sus tropas en Aravaca, Pozuelo y El Pardo.

Inexplicablemente los carlistas no atacaron, quizás esperando el acuerdo con la reina que nunca llegó. Finalmente Espartero persiguió a las tropas en retirada.

La reina confiaba en los moderados para la reconstrucción del país. Pero Espartero iba ganando puntos de cara al pueblo.

La paz de Vergara

En agosto del 1839 se logró la paz en Vergara. A los carlistas se les reconocía su grado y pagas dentro del ejército de la reina. Espartero prometió defender los fueros. El 14 de septiembre Don Carlos abandono el país derrotado.

‘El abrazo de Vergara’ por Pablo Béjar, ©Wikipedia

Espartero fue a luchar contra los focos carlistas que quedaban en Levante y Cataluña. En las elecciones ganaron los moderados.

A pesar del gobierno moderado, el que realmente mandaba en el país era el héroe Espartero nombrado ‘Príncipe de Vergara‘.

Una Ley, el ataque de la prensa y el momento de Espartero

Las Cortes habían aprobado una Ley que permitía a la reina nombrar a los ayuntamientos de acuerdo con el gobierno. Se opusieron los progresistas que veían peligrar los ayuntamientos que estaban en sus manos. A pesar de que Espartero pidió a la reina que no firmase la nueva Ley, ella lo hizo y comenzó el acoso por parte de los progresistas que, sobre todo en los periódicos, comenzaron a contar detalles de la vida privada de la reina y Muñoz.

Era presidente del gobierno Pérez de Castro que huyó y Espartero impuso a la reina a Antonio González como nuevo jefe del gobierno, pero ella eligió al General Ferraz. Este aconsejó a la reina, que estaba en Barcelona, que fuera a Valencia. Alli Cristina volvió a cambiar de opinión y nombró jefe de gobierno a Modesto Cortázar.

Leopoldo O’Donnell por Raimundo de Madrazo, ©Wikipedia

Espartero viajó desde Madrid a Valencia para convencer a la reina que se retractase de su firma bajo la nueva Ley. Los moderados que habían apoyado a la reina comenzaron a escapar al extranjero. Viéndose sóla, la reina decidió renunciar a su puesto como regente y marchar a París, dejando a sus hijas bajo la tutela de Espartero. Era julio de 1840. Donoso Cortés y O´Donnell fueron con ella al destierro.

Juan Donoso Cortes por Federico de Madrazo, ©Wikipedia

Una reina previsora

Isabel descubrió después que, durante años, su madre había estado enviando dinero a Francia y hasta se había llevado las joyas de la corona, por lo que no parece que su decisión final fuera tomada de forma impetuosa, sino que venía preparando la salida desde hacía tiempo.

En octubre  Espartero regresó a Madrid con las dos infantas.

María Cristina se instaló en el palacio de la Malmaison con su marido y cinco hijos.  La rodearon los moderados que habían huido de España, destacando entre ellos el general Narváez y el consejero politico Juan Donoso Cortés. Como el destierro no fue improvisado, la reina contaba con abundantes fondos administrados por José de Salamanca. Se dedicó, sobre todo, a conspirar contra Espartero.

Retrato de Isabel II por Madrazo en la Real Academia de las Ciencias, ©RCastañeda

Tras la guerra mejoró poco a poco la situación en el país. Mejoraron las carreteras, el servicio de diligencias, se inauguró la Bolsa de Madrid y se fomentó la creación de industrias y se utilizaron nuevos procedimientos para la fabricación del hierro.

El marqués de Salamanca contó con el primer cuarto de baño con aparatos de porcelana y fue pronto imitado por la clase alta. La situación de la clases bajas no mejoró. Comenzó a aparecer una nueva clase social, los profesionales que empezaron a influir en la vida social y política.

Baldomero Espartero fotografiado por Jean Laurent, ©Wikipedia

Regencia de Espartero

El General Espartero asumió la regencia hasta 1843. Durante este tiempo el sentimiento liberal de los españoles siguió dos tendencias, una más conservadoras que formaría el Partido Moderado y otra, más liberal que se vería reflejada en el Partido Progresista.

Durante los primeros años de la regencia de Espartero, Agustín Argüelles fue nombrado preceptor de la futura reina. A su vez Argüelles nombró a la condesa viuda de Espoz y Mina aya de las dos niñas.

Juana de Vega, condesa de Espoz y Mina, ©Wikipedia

Este nombramiento no gustó en palacio. La condesa era ‘plebeya’ y la aristocracia que rodeaba a las princesas no vio con buenos ojos esta intromisión.
Desde un principio Argüelles le confió que había un plan para apoderarse de Isabel II y su hermana y llevarlas fuera del país. Está claro que detrás de este complot estaba su augusta madre, que se preocupaba mucho de lo que pasaba en el país pero que poco tiempo dedicó a la educación de sus hijas.
Además, parte del personal no quiso seguir prestando sus servicios en el palacio para poner obstáculos a Argüelles en su puesto como tutor, ya que eran contrarios a la nueva Constitución y no estaban conformes con la marcha de la reina.
Por su parte las dos niñas acogieron de forma cariñosa a su nueva aya que quedó extrañada ante la poca ropa que tenían, hecho que solucionó en poco tiempo.

Agustín de Argüelles por Ignacio Suarez Llanos, ©Wikipedia
Vida diaria

Las infantas se levantaban a las nueve de la mañana. Tardaban casi una hora en vestirse, sobre todo Isabel, que se dejaba vestir como si fuese una niña pequeña.
Almorzaban y oían misa. Luego asistían a clase hasta las dos de la tarde, hora en que se comía en verano. Las niñas estaban acostumbradas a dejar las clases con el más mínimo pretexto. Cuenta la condesa que igual que eran muy cariñosas y generosas con todo el mundo, eran muy vagas y nadie se ocupaba de obligarlas a estudiar. Asi no es de extrañar que durante toda su vida, Isabel escribiera con faltas de ortografía.

Isabel II por Carlos Luis de Ribera y Fieve, ©Wikipedia

Después de tomar una comida ligera jugaban hasta las cinco; después lección de piano, paseo y a la vuelta lección de canto. Estas clases ya gustaban más a Isabel que siempre tuvo una agradable voz con la que amenizaba frecuentemente a sus invitados. Cenaban a las nueve y media y se acostaban enseguida. La condesa de Espoz y Mina tuvo que poner especial cuidado en enseñarles las normas más elementales para saber comportarse a la mesa. El descuido en su educación había sido total.

Por lo que cuenta la condesa de Espoz y Mina se le había encomendado encarecidamente que no se descuidase la correspondencia entre las infantas y su madre, pero parece que a Isabel no les interesaba mucho saber lo que hacía su madre.

La conspiración del 7 de octubre

Hacia comienzos de 1841 se discutió la cuestión de una regencia única en manos de Espartero o una regencia preferida por los progresistas con Argüelles al frente. Ganó la tesis de Espartero defendida con pasión por Olózaga. Este esperaba ser nombrado jefe del gobierno por Espartero. Cuando no fue así, comenzó a intrigar contra él. Espartero ocupo el Palacio de Buenavista.

En el verano de 1841 corrieron rumores de un golpe de estado propiciado por María Cristina como ya había pronosticado Argüelles . Así se ordenó que las infantas dejaran sus habitaciones y se trasladasen a la planta principal.
El 7 de octubre, hacia las ocho de la tarde,  la condesa de Espoz y Mina oyó una serie de gritos, yendo inmediatamente a la habitación de las infantas para tranquilizarlas. En la escalera principal había fuego. También había un grupo que intentaba demoler un tabique buscando la entrada de la escalera que conducía al piso principal.
A las diez y media hicieron que las niñas se acostaran, aunque vestidas por si acaso. A la media hora una bala impactó en la ventana. Se colocaron dos colchones en un pasadizo para que las niñas se escondieran allí. Pasada la una y media de la noche, la condesa junto a la azafata de la reina fueron hasta la puerta para hablar con las personas que estaban en el salón de embajadores. El único que se encontraba defendiendo la puerta era el comandante Dulce.

Domingo Dulce y Garay, ©Wikipedia

Posteriormente Isabel II le nombró gentilhombre del interior y le regaló una espada. Hasta las seis y cuarto no hubo más incidentes. La conspiración fue detenida por sólo 18 hombres que defendieron el interior del palacio.
En sus memorias la condesa recuerda que comentó ‘No me puedo persuadir que haya una madre que autorice este atentado’, sobe todo por el miedo que pasaron las dos niñas que pudieron resultar heridas en cualquier momento. Por Madrid corrió el rumor que María Cristina había enviado una carta a su hija avisandola de lo que iba a pasar, pero la condesa negó este rumor rotundamente.

Fusilamiento de Diego de León, ©Wikipedia

Como consecuencia de la conspiración fue sentenciado a muerte el general Diego de León. Aunque Isabel pidió que se le conmutase la pena, no lo logró.

Todos contra Espartero

Olózaga se puso de acuerdo con Narváez en París para crear un frente de progresistas y moderados contra Espartero. Cerca de María Cristina estaban también Martínez de la Rosa y el joven Juan Prim.

Francisco Martínez de la Rosa, ©Wikipedia

En otoño del 42 aumentó el malestar contra Espartero sobre todo en Cataluña por el hundimiento de su industra debido a la competencia inglesa. Espartero ordenó a Serrano el bombardeo de Barcelona. Juan Prim intentó ofrecer algún tipo de resistencia. pero fue inútil. Así la imagen de Espartero caería definitivamente en desgracia a favor de Prim.

En 1843 en las elecciones a Cortes el Gobierno sólo consiguió 60 escaños mientras que progresistas y moderados alcanzaban los 110. Fueron elegidos Olózaga y el general Serrano, entre otros que mantenían contactos con los adeptos a María Cristina, como Narváez, Martínez de la Rosa y Donoso Cortés.

General Prim hacia 1844 por Juan María Esquivel, ©RCastañeda

Sin embargo una serie de confrontaciones entre Espartero y los nuevos ministros sobre distintos nombramientos, llevó a la disolución del gobierno. Se produjeron una serie de sublevaciones contra Espartero en Málaga, Granada, Murcia y Cataluña con Prim al frente en Barcelona. En el verano Narváez desembarcó en Valencia en nombre de la reina María Cristina. Serrano, desde Barcelona con  Prim decretó que el único gobierno legítimo era el de José María López y se autonombró ministro universal y asumió la jefatura del Estado. Mientras tanto Narváez organizó un ejército y avanzó de Valencia a Zaragoza y después entró en Madrid seguido después por Serrano y Prim. Este fue el fin de la Regencia de Espartero y la victoria de sus detractores.

 

El nuevo jefe de gobierno sería Joaquín María López y Serrano era el Ministro de la Guerra. Espartero huyó a Inglaterra, donde fue recibido como  huésped de honor. Los liberales que huían de España iban a Inglaterra, los moderados a Francia.
Fue un gobierno que reunía a moderados y progresistas. Una cuestión fundamental era el regreso de María Cristina, aunque nadie quería devolverle la regencia por lo que se adelantó la mayoría de edad de Isabel que se vio coronada con 13 años.

Ramón María Narváez por Vicente López, ©Wikipedia

Década moderada (1844-1854)

 Moderados y progresistas

Como el Partido Moderado gobernaba de una forma muy restrictiva, el Partido Progresista estaba constantemente intentando derrocar al gobierno.

La Constitución de 1845 dió amplios poderes a la Corona, se limitó el poder de las Cortes, los Ayuntamientos se vieron sometidos a la Administración Central, se restringieron las libertades y el sufragio. Hubo una Administración muy centralizada y burocratizada.

Juan Bravo Murillo por José Gutiérrez de la Vega, ©Wikipedia

El último gobierno conservador sería liderado por Juan Bravo Murillo, quien realizo grandes cambios fiscales y en la administración.

Olózaga, Serrano, Narváez

Olózaga fue nombrado presidente del Consejo de Ministros. Mientras tanto Serrano y Narváez comenzaron sus intrigas contra él, aunque Serrano había sido confirmado como Ministro de la Guerra. Poco a poco la armonía entre moderados y progresistas se iba diluyendo. Narváez quería acabar con los progresistas, Olózaga con los moderados.

Isabel II necesitaba siempre estar en compañía de alguien.  Sin saberlo a ciencia cierta se rumoreó que su primer amante fue el politico Olózaga. ¡Ella tenía entonces 13 o 14 años!Desde luego era un caballero de ‘armas tomar’.  Con anterioridad había perseguido a una mujer que prefirió meterse a monja, María Rafaela de los Dolores y Patrocinio Quiroga y Losada más conocida como Sor Patrocinio, la ‘monja de las llagas’.

Sor Patrocinio fotografiada por Jean Laurent, ©Wikipedia

González Brabo lee y es leído

En un momento dado Olózaga presentó a Isabel el decreto de la disolución de las Cortes que ella firmó. Ante el estupor que esto causó en palacio rápidamente se decidió que Isabel adujera que había firmado el decreto engañada.

González Brabo leyó públicamente un documento firmado por la reina en la que acusaba a Olózaga de haberla obligado a firmar la disolución de las Cortes. Olózaga no quiso dejar a la reina como mentirosa y se exilió en Portugal primero y en Inglaterra después. A partir de entonces Olózaga vivió sobre todo para vengarse.

Luis González Brabo, ©Wikipedia

González Brabo, periodista, había publicado unos artículos llamando a la reina María Cristina la «ilustre prostituta». Este hecho haría que, al regresar ella en 1844, Narváez y Serrano no tuvieran ningún problema en que González Brabo fuera destituido. Pusieron en conocimiento de María Cristina lo escrito por González Brabo e inmediatamente fue nombrado por ambas reinas Narváez como Jefe del Gobierno.

María Cristina regresó el 4 de abril, día en que se celebraba el entierro de Argüelles, antiguo tutor de Isabel. Se instaló en el palacio de las Rejas, frente al Congreso.  Sería lugar de intrigas y centro de favores.

Salamanca fue el consejero de María Cristina y su marido. Les asesoraba en todos los temas financieros y gracias a él ganaron mucho dinero con sus inversiones en Bolsa.

Narváez contó durante su jefatura con Pedro José Pidal y Alejandro Mon que reorganizaron la Hacienda y la enseñanza. Serrano fue nombrado Capitán General de Madrid. Martínez de la Rosa, como Ministro de Estado, preparó con una comisión la Constitución moderada de 1845 firmada por Isabel en el mes de mayo.

Dos bodas con fines distintos

Llegaba el momento de buscarle un ‘novio’  a la reina. Y hacerlo era una labor complicada, ya que había que asegurar los intereses de España sin molestar a los reinos amigos.

Luis Felipe I por Frans Xaver Winterhalter, ©Wikipedia

Inglaterra y Francia presentaron sus candidatos. Inglaterra presentó al Príncipe Leopoldo de Sajonia-Coburgo; el rey de Francia, Luis Felipe, vetó a este candidato ya que no aceptaba a un príncipe alemán en el trono de España, máxime cuando el hermano del candidato ya era rey de Portugal. Luis Felipe había concertado la boda de Luisa Fernanda, hermana de Isabel, con su hijo el duque de Montpensier.

Antonio de Orleans, duque de Montpensier, por Franz Xaver Winterhalter, 1844, ©Wikipedia

Al haber sido Isabel una niña enfermiza se pensó que moriría joven. Uniendo a esto que la hija favorita de María Cristina era Luisa Fernanda no es de extrañar que el mejor pretendiente fuera para esta pensando que tenía muchas probabilidades de heredar el trono. Montpensier intentó durante toda su vida  convertirse en rey de España, consiguiéndolo en parte cuando su hija, María de las Mercedes se casó con su primo, Alfonso XII.

También se propuso como candidato al hijo de Carlos María Isidro, Carlos Luis, que quedó descartado ya que no quería ser rey ‘consorte’, sino rey a secas.

Carlos Luis de Borbón, ©Wikipedia

Finalmente la reina Victoria y Luis Felipe decidieron que Isabel debería casarse con un descendiente de Felipe V.

Había tres posibles consortes: Francisco de Asis, su hermano Enrique (que fue expulsado de España por su ideología progresista y que años después moriría en un duelo a manos del duque de Montpensier) y el tío de Isabel, hermano de María Cristina, Francisco de Paula de Borbón-Dos Sicilias el conde de Trápani. Posiblemente el mejor candidato era Enrique, pero no siempre se elige lo mejor.

Enrique de Borbón por Jean Laurent, ©Wikipedia

Narváez hastiado de estos tejemanejes dimitió en febrero de 1846. Fue sustituido por el marqués de Miraflores. Narváez fue a París, donde se casó repentinamente con una sobrina de la emperatriz Josefina, una criolla, 26 años más joven que el, María Alejandra Tascher.

Francisco de Asis fue finalmente apoyado por el rey de Francia. Parece ser que éste incluso llegó a amenazar con no casar a Luisa Fernanda con el duque de Montpensier si no se celebraba ese matrimonio.

Manuel Pando Fernández de Pinedo, marqués de Miraflores, ©Wikipedia

Finalmente Isabel cedió ante las presiones y consintió en casarse con su primo, Francisco de Asís aun sabiendo que el matrimonio iba a ser un desastre.  Isabel tenía 16 años. Basta con decir que Francisco de Asís era conocido como la «Paquita». Quizás, pensando en la pronta muerte de Isabel, tampoco les preocupaba mucho que no tuviera descendencia. Pero aquí ¡sí que se equivocaron !Según los rumores de la época ninguno de los  hijos de Isabel fue engendrado por Francisco de Asís.

Francisco de Asis, ©Wikipedia

Esta situación personal insatisfactoria hizo que Isabel tuviera numerosos amantes con los que pasaba las veladas, entre otros sitios, en el famoso local Lhardy, donde tenía un reservado y podía explayarse sin ser molestada. Estos primeros años no fueron malos a nivel personal. Había muchas fiestas, se representaban obras de teatro, se hacía música…. actividades en las que Francisco de Asís no participaba.

Spanish Marriages (Bodas Españolas), fuente de cerámica de ajuar de mesa realizada por William Adams & Sons, hacia 1819. Representa la doble boda de la reina Isabel II con Francisco de Asís y la de  Luisa Fernanda con el Duque de Montpensier, en la Basílica de Atocha el 10 de octubre de 1846
Museo del Romanticismo, ©RCastañeda

Durante el invierno la familia real estaba en Madrid, la primavera, el verano y el otoño lo pasaban en El Pardo, Aranjuez, La Granja y El Escoral.

Un primer amor romántico fue el general Serrano, ‘el general bonito’ lo llamaba Isabel sin sospechar que unos años más tarde conspiraría contra ella. Después sería su preferido el marqués de Bedmar, Manuel Antonio Lorenzo de Acuña. Fue ‘colocado’ como amante de Isabel por el marqués de Salamanca que así podía influir en las decisiones reales. Por lo visto Bedmar era un gran embaucador y no le costo hacerse con el amor de la reina  que, inconsciente como era, le escribió unas ardientes cartas de amor en las que incluso dejó entrever que Bedmar influía en el gobierno (‘Si quieres que firme el cese del gobierno, pasa la mano por la barandilla’). Enterado Narváez de estos hechos ordenó el destierro inmediato de Bedmar que volvió a la semana siguiente contando con las cartas de la reina. Parece ser que estas le fueron robadas y al final no le quedó más remedio que alejarse de la reina no sin obtener el Toisón de Oro y la embajada en Rusia.

Manuel Antonio Lorenzo de Acuña, marqués de Bedmar, ©Wikipedia

En 1849 y 1850 Isabel dió a luz dos niños que murieron nada más nacer.

En 1850 conoció a José María Ruiz de Arana, un apuesto militar que sería el progenitor de la primera hija de Isabel II. Parece ser que la relación duró unos 6 años. Tuvo mucha influencia sobre la reina lo que hizo que su marido, Francisco de Asís, cogiera más de una vez las maletas y se fuera a otro de los palacios reales.  En enero de 1851, Narváez cansado de los amoríos de la reina y de las protestas de Francisco de Asis presentó su dimisión. Le sustituyó Bravo Murillo, buen economísta que llevó a término las obras del canal de Isabel II y los ferrocarriles.

Isabel II con su hija Isabel pintada por Federico Madrzado en 1852; Palacio de Buenavista; ©Wikipedia

En diciembre la reina dio a luz a una niña. Isabel Francisca de Asis, más conocida por ‘la Chata‘. Evidentemente fue una gran desilusión para todos aquellos que creían que la reina no duraría mucho y menos que pudiera llevar a feliz término un embarazo. El mas enfadado fue sin duda el regio cónyuge que ni siquiera quiso presentar a la recién nacida como era costumbre.

Isabel II con su hija isabel por Frans Xaver Winterhalter, ©Wikipedia

En febrero de 1852 Isabel II y su séquito se prepararon para llevar a la niña a la Basílica de Atocha para presentarla a la Virgen. Fue entonces cuando el cura Martín Merino intentó asesinar a la reina clavándole un cuchillo. Aunque Isabel II se desmayó no le pasó nada, ya que el corsé le salvó la vida. Merino fue apresado y castigado con la muerte aunque la reina pidió que se le perdonase.

Martín Merino, ©Wikipedia

Entre 1854 y 1856 la reina tuvo tres embarazos mas de los que nacieron niños muertos.

María Cristina de Borbón por Franz Xaver Winterhalter, ©Wikipedia

En los meses siguientes Bravo Murillo tuvo que lidiar con los contrarios a su gobierno, entre ellos la reina madre que exigía ayuda al estado para diferentes negocios con los que pretendía enriquecer a los hijos de su segundo matrimonio. Como Bravo Murillo se negaba a esto, al final no le quedó mas remedio que presentar la dimisión. Le siguió Federico Roncali, conde de Alcoy que duró escasos meses. Depués vino Francisco Lersuni, otros pocos meses y luego José Luis Sartorios, conde de San Luis. Fernando Fernández de Córdoba duró un día en el puesto al igual que su sucesor, Angel de Saavedra.  La reina madre quería que volviera Narváez, pero Isabel temía que la obligase a separarse de Ruiz de Arana.

Isabel II y Francisco de Asis, ©Wikipedia

La camarilla de Francisco de Asis

El marido de Isabel II siempre quiso ser rey más que consorte, pero no hubo manera. Aun así no dejó de incordiarla siempre que pudo. A su lado tuvo  a su fiel amante Antonio Ramos Meneses que siempre estuvo con él; luego tenemos al padre Fulgencio y, sobre todo, a la ya mencionada sor Patrocinio, la monja de las llagas. En un principio su influencia estaba más centrada en Francisco de Asis, pero en un momento dado esta influencia se utilizó para que este cumpliera con sus obligaciones de cara a las ceremonias oficiales con motivo del nacimiento de Alfonso XII.

‘La reina Isabel II y su esposo visitando el monumento de Jueves Santo en la iglesia de Santa María’ por Ramón Soldevila y Trepat, 1855; ©LDiehl

El éxito de sus gestiones hizo que a partir de ese momento también la reina contara más con ella y se dejara aconsejar, aunque no siempre seguía las ideas de la monja.  Lo que sí hizo Isabel II fue intentar acabar con las ‘mentiras’ que se vertían sobre la monja. Esta había mostrado tener en 1835 las llagas de Cristo. Parece ser que un sacerdote le indicó que si ponía ciertas hierbas o pomadas en las zonas donde Cristo había tenido sus llagas ella también las tendría. Queda claro que había gente que se creía este milagro y otros que no. Tampoco olvidemos que Olózaga, que la persiguió para conquistarla, al verse rechazado no dudo en acabar con ella como fuera.

Isabel II por Jean Laurent, ©Wikipedia

La Vicalvarada  y el Bienio Progresista (1854-1856)

La Vicalvarada fue un pronunciamiento militar primero, popular después,que daría fin a la década moderada. Al mando estuvo el general O’Donnell. Fue un proceso de meses que trajo consigo el asalto al palacio del marqués de Salamanca, del  presidente del gobierno, el Conde de San Luis y el de la reina madre María Cristina. Tras varios nombramientos fallidos Isabel pasó el poder del gobierno otra vez a Espartero y a O´Donnell, representantes de una coalición que había apoyado la revolución. Pero este gobierno mixto no tendría mucho futuro.

José Luis Sartorius, conde de San Luis, ©Wikipedia

Se volvió a la Desamortización y las relaciones con el Vaticano se rompieron. Se aprobaron importantes leyes económicas que desarrollaron el capitalismo en España – leyes referentes al ferrocarril, la banca y las empresas.

Cambios de gobierno y de amantes

De 1856 a 1868 se fueron alternando Narváez y O´Donnell y aparecieron partidos democráticos y republicanos.

En aquellos momentos, 1857, Isabel ya tenía un nuevo amante, Enrique Puigmoltó. Le tocó a Narváez lidiar con él. Por aquel entonces Isabel había elegido, en contra de la voluntad de Narváez, al padre Claret como confesor.

Antonio María Claret por Luis de Madrazo, ©Wikipedia

Este no podía con las veleidades de Isabel que le traían por la calle de la amargura. Isabel ya conocía entonces a Sor Patrocinio, la monja de las llagas, pero su influencia sobre la reina todavía era escasa. Ese mismo año Isabel II dió a luz al futuro Alfonso XII.

En 1859 se declaró la guerra de África con victorias gloriosas para España en las que destacó el General Prim.

Siguió una época de constantes cambios de gobierno. Primero vendría Narváez volviendo a un ambiente más moderado. Después O´Donnell, entonces líder de un partido más centrista, gobernaría con diversas interrupciones de 1863 a 1866. Parece ser que O’Donnell estaba realmente enamorado de Isabel II, aunque no llegó a conquistarla. Pero aun así su relación siempre fue cariñosa y estable. Fueron buenos años para Isabel II, también por no encontrarse en palacio su madre, la reina María Cristina.

María Cristina hacia 1870, ©Wikipedia

Pasó después una época de desgana y tristeza hasta que conoció a Miguel Tenorio, un hombre culto y tolerante y que sería el padre de sus siguientes tres hijas, Pilar en 1861, Paz en 1862 y Eulalia en 1864. Fue  secretario de Isabel  de 1859 hasta 1865 y esta relación posiblemente podría haber durado más, pero Narváez estaba interesado en colocar cerca de la reina a su sobrino Carlos MarfioriO’Donnell y Olózaga apoyaban esta idea.  En ese momento progresistas y demócratas liberales estaban uniendo intereses para acabar con su reinado.

Isabel II con Paz, Pilar y Eugenia, ©Wikipedia

Aunque en general se consideró a Marfiori un ‘aprovechado’, también es verdad que se fue con la reina la exilio y estuvo siempre junto a ella. Ambos sabían que si Isabel quería volver a España tendría que ser sin él y hacia 1870 Marfiori regresó a España donde fue detenido. Durante la Restauración fue nombrado senador vitalicio.

Carlos Marfiori por Manuel Ojeda, ©Wikipedia

 

En 1863 la situación era caótica, el sistema político estaba corrompido y, como consecuencia, la corona también. Muchos gobiernos moderados se habían ido sucediendo unos a otros siendo cada vez más represivos a medida que la oposición crecía. El Partido Moderado pendía de un hilo y con el, la monarquía. Encima el cónyuge real no iba a ser menos y se dedicó a conversaciones secretas con los carlistas. Además había vuelto la reina madre y, tras varios cambios presidenciales, Narváez volvía estar al frente. Pero la situación ya no tenía remedio. Poco a poco se había ido fraguando una revolución  contra la reina, que no contra la monarquía.

‘La Gloriosa’ que expulsa a la reina

Ahora los rebeldes ya no querían otro gobierno, querían que la reina se fuese. Finalmente, en 1868, Isabel II fue destronada y marchó al exilio a Francia. Allí fue recibida por Napoleón III  que la acogió tanto a ella como a su marido e hijos. Isabel se quedaría ya en Francia hasta su muerte, 30 años después. Cuando llegó a su nuevo destino pensó que ya era hora de cambiar de vida y lo primero que hizo fue separarse de su marido. A partir de ese momento parece que empezaron a llevarse mejor.

‘¡A Francia!’ caricatura de Francisco Ortego publicada en la revista satírica ‘Gil Blas’ cuatro días después de la expulsión de la reina, ©Wikipedia

Isabel II tuvo buen cuidado de que a su hijo no le pasara lo que ella y se preocupó de que recibiera una buena educación. En 1870 abdicó en favor de Alfonso. Pero sus disgustos no terminarían con la Restauración y con Alfonso XII en el trono de España. Bien se habían preocupado los Montpensier de ser ‘familia’ para el joven Alfonso que no tardó en enamorarse de su prima Mercedes. Así Montpensier al fin iba a estar cerca del trono, aunque no sabía lo poco que le iba a durar esto. Es de imaginar que Isabel II no vería con buenos ojos este enlace aunque finalmente cedió ya que comprendió que Mercedes no tenía la culpa del comportamiento de su padre.

Isabel volvió a España durante cortos períodos, pero incluso su hijo prefería que estuviera en Francia.

Isabel II en el exilio, ©Wikipedia

Comparando su reinado con el de Fernado VII su logros no fueron pocos, aunque evidentemente lo fueron de sus distintos gobiernos: se instauró un nuevo sistema tributario, se construyeron barcos, vias de tren, carreteras y telégrafos, se mejoro el armamento del ejército, se reformaron e hicieron nuevos muelles y fábricas, el Canal de Isabel II abasteció de agua a Madrid, se hizo el primer censo del país, se crearon distintas escuelas profesionales, etc.

En su famosa  entrevista a Benito Pérez Gáldos refiriéndose a quienes la guiaban cuando la nombraron reina dijo:  ‘Los que podían hacerlo  no sabían una palabra de Gobierno constitucional; eran cortesanos que solo entendían de etiqueta, y como se tratara de política, no había quien los sacara del absolutismo. Los que eran ilustrados y sabían de constituciones y de todas estas cosas, no me aleccionaban sino en los casos que pudieran serles favorables, dejándome a oscuras si se trataba de algo en que mi buen conocimiento pudiera favorecer al contrario.

¿Qué había de hacer yo, tan jovencilla, reina a los catorce años, sin ningún freno en mi voluntad, con todo el dinero a mano para mis antojos y para darme al gusto de favorecer a los necesitados; no viendo a mi lado más que personas que se doblaban como cañas, ni oyendo más que voces de adulación que me aturdían? ¿Qué debía hacer yo?… Póngase en mi caso».

Isabel II murió en 1904 y está enterrada en El Escorial.

Fuentes:
G. Rico, Eduardo: «Yo, José de Salamanca, el Gran Bribón» ; Editorial Planeta, 1994
Cierva, Ricardo de la: «El Triángulo. Alumna de la libertad» Editorial Planeta, 1988.
Barrios, Manuel: ‘Los amantes de Isabel II’, Ediciones Temas de Hoy, 1994
Llorca, Carmen: ‘Isabel II y su tiempo, ‘Ediciones Istmo, 1984
Espoz y Mina, Condesa de: ‘Memorias’ , Tebas, 1977
Pérez Galdós, Benito: «Entrevista con Isabel II»; https://hemerotecadigital.bne.es/hd/viewer?oid=0001432849

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