En la Historia de España a José Bonaparte se le ha llamado de muchas formas y ninguna agradable. Desde ‘rey intruso’ a ‘Pepe Botella’, ‘Pepe Plazuelas’ o ‘Pepino el Tuerto’ y no se merecía estos calificativos. Uno de sus mayores problemas fue ser el hermano de Napoleón, que le impidió realizar muchos de sus proyectos al tener que supeditarse a sus deseos. Además, siendo él el primogénito, había visto como su hermano menor le usurpaba el puesto y se convertía en el ‘cabeza de familia’.
Guiseppe Buonaparte
La familia Buonaparte era originaria de Córcega. José nació en 1768 estando la isla bajo dominio genovés. Poco después fue sometida a Francia y Carlo Maria Buoanparte, el padre luchó por la independencia de la isla aunque con el tiempo fue asimilando el estilo francés. Fue una familia numerosa que acabó colocándose en puestos relevantes por toda Europa.
Napoleón fue el segundo hijo (1769), después vendrían Luciano (1775), Elisa (1777) que llegó a gran duquesa de Toscana, Luis (1778) que se casó con la hija de Josefina Beauharnais y fue rey de Holanda, Paulina (1780), Carolina (1782) que se casó con el general Murat y fueron reyes de Nápoles y finalmente Jerónimo (1784) que fue rey de Westfalia.
Letizia Buonaparte, la madre, siempre fue una pieza fundamental dentro de la familia.
Dos Bonaparte y dos Clary
Julia Clary nació en Marsella en 1771. Su padre, Francisco Clary era un acaudalado comerciante. De sus dos matrimonios tuvo doce hijos. Julia era de las hijas más pequeñas.
Era muy delgada y bajita, pálida de grandes ojos negros y había recibido una educación refinada y elegante. Parece ser que no le gustaban las reuniones sociales en las que permanecía más bien callada creando la falsa impresión de no ser muy inteligente. Sin embargo era conocida entre familiares y amigos por su gran ingenio y sentido de la ironía.
En 1793, por azar, su hermana pequeña Desirée conoció a José Bonaparte, hermano de Napoleón. Por aquel entonces José Bonaparte era comisario de guerra y Napoleón estaba a punto de ser nombrado general. Las dos hermanas se comprometieron con los dos Bonaparte. Más tarde Napoleón dejó a Desirée para casarse con Josefina Beauharnais, matrimonio que consideraba le podía traer más ventajas. Desirée llevó muy mal este rechazo, pero conoció al general frances Bernadotte, con quién se casó en 1798. En 1818 Bernadotte llegaría a ser rey de Suecia y Noruega y, junto a Desirée fundadores de la actual casa real sueca y de la noruega hasta 1905. Pero eso ya es otra historia.
José y Julia
José comenzó los estudios necesarios para seguir la carrera eclesiástica, tal y como querían sus padres. Pero los abandonó al poco tiempo. Quería ser militar como su hermano, pero ante la negativa total de su padre finalmente se decantó por la abogacía. Al poco de terminar los estudios de Derecho se convirtió en Presidente de la Asamblea Insular y después en representante de Córcega en la Asamblea Nacional de París. Para ello tuvo que adaptarse a la situación: dejar de lado su patriotismo corso y abrazar la cultura francesa. Los intereses personales predominaban.
En 1794 se celebró el matrimonio entre Julia y José. Ella estuvo siempre muy enamorada de su marido, a pesar de las múltiples infidelidades y períodos de separación entre ambos. Mientras José Bonaparte persiguía un futuro lleno de éxitos, Julia prefiería la tranquila vida burguesa y familiar.
Tras la boda se instalaron en Génova bajo la protección del hermano mayor de Julia, un próspero banquero en la ciudad. Tres años después José volvió a Córcega como gobernador.
En 1796 Julia dió a luz a su primera hija, Zenaida, que moriría quince meses después. Mientras tanto Napoleón ya había sido nombrado jefe del ejército francés en Italia. José sería el emisario entre París y Milán. Poco a poco fue teniendo más responsabilidades comenzando a viajar.
Parma, Roma, París
En 1797 fue nombrado ministro residente en Parma y pocos meses después embajador en Roma ante el papa Pío VI que sería expulsado por el ejército francés al año siguiente.
Cuatro meses después de llegar a Roma, el matrimonio tuvo que huir tras una revuelta que terminó queriendo tomar la embajada al asalto. Se instalaron en París formando parte de la alta sociedad gracias a la influencia de Napoleón. José fue nombrado miembro del Consejo de los Quinientos, órgano gubernamental. Siempre destacó por su gran capacidad negociadora por lo que se le encargaron las negociaciones de paz con Austria (Tratado de Luneville) e Inglaterra (Tratado de Amiens).
Además administraba los bienes de su hermano que había partido a una expedición militar a Egipto.
Tras la toma del poder por Napoleón convertido en Primer Consul, José actuó como ministro en diferentes tratados internacionales.
En 1801 Julia dió a luz a su segunda hija a la que llamaron también Zenaida en recuerdo de su hermana fallecida. Al año siguiente nació la segunda y última hija del matrimonio, Carlota. A pesar de querer a sus hijas, José siempre echó de menos el no haber tenido un hijo varón.
En 1804 Napoleón se autonombró emperador de Francia. Julia y José fueron a vivir al palacio de Luxemburgo. Julia fue una de las elegidas para llevar la cola del vestido de Josefina el día de su coronación como emperatriz.
En 1805, mientras Napoleón estaba al frente de la guerra contra Austria y Rusia José fue el regente del reino. El puesto le obligaba a asistir a multitud de actos sociales, lo que agotaba a Julia que sufrió una caída que le provocó un aborto. Ya no podría tener más hijos. Para recuperarse se retiró al castillo de Mortefontaine y al balneario de Plombières.
Reyes de Nápoles
Ese mismo año, Napoleón obligó a abandonar el trono de Nápoles al hijo de Carlos III de España, Fernando IV y a su mujer, María Carolina . Al año siguiente nombró a José rey de Nápoles. Napoleón repartía los tronos disponibles entre sus hermanos, pero no les permitía tener iniciativas propias. Como fondo siempre: la necesidad de hacer frente al enemigo inglés.
En el caso de Nápoles había ocupado el trono un irresoluto e inculto rey (no olvidemos que hasta Carlos III rompió las relaciones con él) que dejaba las decisiones en manos de su mujer. María Carolina odiaba a los franceses. No podía ser menos ya que habían matado a su hermana: María Antonieta. Se alió con los ingleses rompiendo el tratado de neutralidad que tenía con Francia y Napoleón no estaba para bromas.
Julia tardó en acompañar a José a su nuevo destino. Quizás por la inseguridad que sentía ante el nuevo reto, quizás porque la situación política tampoco era pacífica del todo. Siempre puso como excusa su débil salud. Sin embargo, en 1808, Napoleón prácticamente la obligó a ir a Nápoles con sus hijas. José había conseguido ser aceptado por el pueblo con una serie de reformas políticas y sociales, erradicando el feudalismo, los antiguos impuestos nobiliarios y secularizando los bienes de la iglesia.
Cuando Julia llegó a Nápoles, sabía ya de la existencia de una amante en la vida de José, pero siempre supo capear las diversiones extramatrimoniales de su marido.
Reyes de España
Dos meses después de su llegada, el matrimonio tuvo que separarse otra vez. En 1807 se firmó el Tratado de Fontainebleau en el que España permitía al ejército francés cruzar el país para luchar contra Portugal. Se adujo que había que aumentar el bloqueo a Inglaterra, aliada de Portugal. Sin embargo los acontecimientos dejaron claro que lo que Napoleón perseguía era eliminar a los Borbones del trono español.
En marzo una conjura contra Carlos IV hizo abdicar a este en favor de su hijo Fernando. Godoy fue hecho prisionero. Ambos fueron a Bayona donde Fernando devolvió la corona a su padre que, a su vez, la cedió a Napoleón. Un desastre detrás de otro. Realmente no se merecían reinar en un país que poco les importaba.
Napoleón había logrado la corona de España gracias a las desavenencias y falta de ética de los reyes de España. Parece ser que en un primer momento quiso darle la corona a su hermano Luis pero ante las reticencias de este eligió a José.
Joaquín Murat, que había aplastado el levantamiento del 2 de mayo en Madrid sucedió a José como rey de Nápoles hasta 1815.
En un principio los llamados afrancesados que apoyaban a José I fueron aquellos que apoyaron la Ilustración en tiempos de Carlos III, sobre todo Francisco Cabarrús, un financiero de origen francés. Para ellos el que un francés ocupara el trono de España resultaba una solución política aceptable.
Por un lado querían evitar una guerra costosa e inútil contra Napoleón y, por el otro, que se pudieran realizar una serie de reformas, aunque moderadas, de carácter liberal. En total juraron fidelidad al nuevo rey unos 2 millones de españoles, así que hay que suponer que entre ellos muchos lo hacían por conveniencia, por obedecer órdenes o por elegir el mal menor.
Sin embargo el pueblo reaccionó de forma totalmente absolutista. Primero el país se dividió en afrancesados y el ‘pueblo en armas’, añadiéndosele después los liberales de Cádiz.
Dos hermanos, dos visiones
Uno de los problemas básicos fue la distinta forma de ver la situación por parte de José I y Napoleón. El rey de España prefería la negociación, conseguir el apoyo por reformas que beneficiasen a las mayorías. Sin embargo, Napoleón mandaba a sus militares que reprimieran cualquier vestigio de deseo de independencia dándose así situaciones lamentables que no ayudaban a que el pueblo apoyase al nuevo rey.
Cuando años después José abandonó el país muchos afrancesados le siguieron. El estado francés los concentró en Gironde y no atendió las peticiones de José para que les atendieran. El propio José se hizo cargo de su situación dándoles un millón de francos de su propia fortuna.
Al llegar a España José creó una Asamblea o Junta de Notables que representaban la España oficial y que en Bayona redactó una nueva constitución basada en los principios liberales de la Revolución francesa (Constitución o Estatuto de Bayona).
A esta Asamblea se oponían juntas creadas por todo el pais que declararon la guerra a Francia. Justificaban su sublevación por defender la independencia de España, la lucha contra el invasor, la defensa de la religión y el retorno del monarca borbón. Sin embargo en muchos casos detrás de esta sublevación hacía motivaciones escondidas como la liberación de presos, la violencia contra los dirigentes, contra los recaudadores de impuestos, etc. que el pueblo consideraba traidores. Así aparecieron los conceptos de ‘patriotas’ por un lado, y los ‘afrancesados’ o ‘josefinos’ que apoyaban a José I por el otro. Muchos de ellos querían realizar reformas políticas y sociales persiguiendo ideales más liberales. Con el tiempo se fueron desilusionando y viendo que la idea de la independencia española arraigaba más en el pueblo se pasaron al bando contrario.
José I fue proclamado rey de España en julio de 1808. Tres días antes el ejército francés había capitulado ante los españoles en la batalla de Bailén. Cuando la noticia llegó a Madrid el rey y parte de su personal abandonaron la ciudad y la corte se trasladó a Vitoria. Otras zonas del país se sublevaron pero fueron derrotadas por el ejército francés. Como consecuencia se produjeron robos, quema de cosechas, imposición de impuestos a los habitantes de las ciudades y pueblos ocupados, etc.
Evidentemente estos hechos no jugaron en favor del nuevo rey. Durante todo este tiempo José sólo contó con el apoyo de los ilustrados, ni siquiera tenia poder sobre el ejército ya que este dependía de Napoleón. Este había comunicado a José su intención de capitanear las fuerzas militares y desde primeros de septiembre la ‘Grande Armée‘ se estuvo preparando para entrar en España. El dos de diciembre entraron en Madrid. Napoleón aprovecho para dictar ocho decretos que incluyeron la destitución de los componentes del Consejo de Castilla, la supresión del Santo Ofici o y la disminución de conventos cuyos bienes fueron confiscados.
Una guerra que no cesa
Mientras tanto la guerra interior seguía su curso y José I intentaba aplacar los ánimos.
Llegaron noticias referentes a movimientos de las tropas austríacas que obligaron a Napoleón a volver a París.
Era importante para José I establecer las bases del tipo de gobierno que quería para España y preparó la organización administrativa del Estado. Creó escuelas gratuitas para pensionistas sustituyendo a las de las órdenes religiosas. Fundó la Bolsa de Comercio. También creó un reglamento de teatros para fomentar la asistencia a los espectáculos, ordenó la creación de tres cementerios prohibiendo los enterramientos en las iglesias por motivos sanitarios, añadió la huerta de los Jerónimos al jardín Botánico, creó la guardia real, etc. Quería que muchas de estas medidas demostrasen que perseguía un régimen ilustrado y tenían así un fondo cultural. Fue abriendo espacios creando plazas. Creía que abanderando un sistema que defendía la libertad del individuo y limitaba el poder del clero y la aristocracia sería bienvenido por el pueblo español, pero estos temas no le interesaban al pueblo sobre todo si provenían de un invasor que le robaba. El clero ayudó a la subversión y a los motines cosa que, evidentemente le convenía, porque veía que su poder iba desapareciendo.
Uno de los problemas fundamentales del estado en aquel momento era la financiación. Había grandes gastos por tener que mantener a un ejército de ocupación que tenía que enfrentarse a las ‘guerrillas’. Al frente destacaron cuatro personajes: Juan Martín Diez (el Empecinado), zapatero de profesión, Francisco Espoz y Mina, agricultor que a partir de este momento siguió la carrera militar, Juan Díaz Porlier, marino de guerra y el cura Jerónimo Merino. Además a partir de 1809 se pudo contar también con el ejército inglés a cuyo mando estaba el duque de Wellington y que derrotó a los franceses en diferentes batallas, una de las más significativas fue la de Talavera.
Mientras tanto Napoleón había vencido a las tropas austríacas y se firmó el Tratado de Viena.
A principios de 1810 José I con un numeroso ejército se puso en marcha para conquistar el sur del país. El 26 de enero entró en Córdoba, el 28 las tropas tomaron Granada y el 1 de febrero Sevilla. Parece ser que las tropas francesas fueron bien recibidas. Uno de los intereses de los franceses era saber qué había sido de los diez mil prisioneros franceses hechos en la batalla de Bailén. Habían sido enviados a la isla de Cabrera donde siete mil murieron, muchos de ellos de hambre.
El ejército permaneció demasiado tiempo en Sevilla sin seguir avanzando hacía Cádiz, que debido a este lapso de tiempo pudo reforzarse contando además con el apoyo de los británicos.
Durante dos años las provincias andaluzas tuvieron que mantener a unos cincuenta mil soldados franceses. Esto supuso una carga financiera para los andaluces. Carga que José I intentó suavizar queriendo aparecer como un rey comprensivo apoyando sobre todo proyectos culturales, como la restauración de la Alhambra.
Sin embargo otra actuación de Napoleón ensombrecería la situación del rey de España: en 1810, sin consultar al rey de España, Napoleón decidió que las provincias de Cataluña, Aragón, Navarra y Vizcaya debían segregarse y pasar a ser anexionadas a Francia. José vió como su autoridad se veía afectada, ya que los mariscales que Napoleón había nombrado como gobernadores ejercían de virreyes independientes de él.
Además, las imposiciones fiscales de Salamanca, Zamora, Asturias, Santander, Burgos, Valladolid y Palencia irían directamente para Francia. Napoleón quería que España fuera una parte más de su imperio y no un reino autónomo.
Así se desmantelaba la idea que Jose I había tenido para España y además perdió a su fiel colaborador Francisco Cabarrus en abril de ese mismo año, 1810.
José I volvió a Madrid y en mayo otro decreto napleónico constituía dos nuevos gobiernos militares en Burgos y Valladolid. Así le quedaba prácticamente sólo Castilla la Nueva.
Ante esta situación, José prefería que Julia no viniera a España, de forma que esta regresó a su residencia en Paris. Allí su situación tampoco fue fácil. Por un lado era tratada como una reina extranjera, por otro Napoleón estaba enfadado por la situación es España…. Julia sirvió de enlace entre los dos hermanos, tratando de limar asperezas.
Las joyas de la corona
Según cuenta la historia, o la leyenda, cuando José Bonaparte abandonó Madrid la primera vez, se llevó consigo las joyas de la corona y, entre ellas, la famosa perla «Peregrina«. El ministro de Hacienda Cabarrús entregó las joyas a un ayuda de cámara llamado Chimbelli que fue el encargado de entregárselas a Julia en Mortefontaine. Ella nunca las lució y se desconocía su paradero aunque posiblemente su venta ayudó a José en tiempos malos que entonces todavía estaban por venir. Tras muchos años terminaría luciéndola la actriz Elisabeth Taylor a quien le fue regalada por Richard Burton.
Una reina en París y amantes en Madrid, guerrillas en el campo, sátiras en la ciudad
Durante su estancia en España José galanteó con muchas mujeres de la corte y tuvo sus amantes. Según algunos autores parece ser que el palacio de la Moncloa fue el ‘picadero’ oficial del rey.
Durante el reinado de José I el pueblo fue un protagonista importante de la Historia. Por un lado la aparición de las guerrillas en el área rural y , por el otro, la ironía en las ciudades a través de coplas, chistes o dichos satíricos.
Durante su estancia en España, José se vió rodeado por una serie de aduladores que sólo sirvieron para envanecerlo y debilitar su personalidad. Cuando volvió a ver a Julia, tres años después, incluso a ella le costó reconocer al antiguo José.
La nueva constitución española constituía un problema para el matrimonio Bonaparte. Siguiendo el modelo francés se establecía que la corona sería heredada solamente por los hijos varones. Al tener sólo hijas la corona iría a parar a uno de los hermanos de José. Aunque intentaron persuadir a Napoleón, este se negó rotundamente a que una de las hijas de Julia y José pudieran reinar en el futuro en España.
Napoleón se había divorciado de Josefina alegando que no podía darle hijos varones, cosa que ya sabía desde el momento en que se había casado con ella. Se casó entonces con la hija del emperador de Austria, María Luisa de Austria. En 1811 tuvieron su primer hijo varón y, como era costumbre, José como hermano mayor debía ser el padrino. Gracias a esta situación y al papel de Julia como mediadora entre los hermanos, estos se reunieron. Pero el resultado no fue el esperado. Napoleón queria que España y, por tanto, también su hermano fueran súbditos de Francia, sin embargo José no estaba de acuerdo, pero no sabía qué hacer. Lo que sí sabía es que quería volver junto a su amante, la marquesa de Montehermoso, a pesar de querer también a Julia. Era un hombre que tenía mucho amor que dar….
Las Cortes de Cádiz
En 1811 se produjo la batalla de Fuentes de Oñoro que acabó con las pretensiones napoleónicas sobre Portugal. En España el problema del abastecimiento era grave con una cosecha que apenas alcanzaba el 50% normal. Los ingleses infiltrados pagaban un sobreprecio a los campesinos. A Madrid no llegaba casi nada. Se cree que en esta época murieron cerca de 20.000 personas de hambre en la capital. José I se apresuró a organizar ayudas.
Cádiz seguía sin ser conquistada. La armada inglesa protegía su acceso al mar. Más de 50.000 hombres, contrarios al régimen francés se refugiaron en la ciudad. Querían proclamar la independencia de España y convocar unas Cortes constituyentes. Pretendían acabar con el despotismo real y con los privilegios de la nobleza y el clero.
Principio del fin
En 1812 Napoleón comenzó la invasión de Rusia por lo que se retiraron efectivos de España para pasar a formar parte de la Grand Armée.
En Madrid, la hambruna había pasado pero había dado paso a un aumento de las enfermedades carenciales. En marzo se proclamó la Constitución de Cádiz.
Wellington, conocedor de que parte del ejército francés se había retirado, comenzó diferentes batallas mientras que las guerrillas también seguían con sus ataques. Había un descontrol general. La derrota de Napoleón en Rusia fue propicia para la batalla final entre el ejército hispano-inglés y el francés que tuvo lugar cerca de Vitoria en junio de 1813. José I abandonó España definitivamente. Se había acabado la ocupación francesa del país. Lo que pocos sospechaban es que el remedio iba a ser aun peor.
Las tropas francesas siguieron en Valencia, Aragón y Cataluña durante un año más esperando que se regulara el retorno de Fernando VII.
Napoleón vuelve……. pero no
En 1815 el imperio de Napoleón había caído y se vió obligado a ir a la isla de Elba. José y Julia se fueron a Suiza, donde vivieron una tranquila existencia burguesa. Para evitar la expropiación de su propiedad de Mortefontaine Julia viajó a París de incógnito. Allí la sorprendió el regreso de Napoleón que pidió entonces la ayuda de su hermano José en su empeño de volver a glorias pasadas. Tras cien días en el poder, se produjo ya el final definitivo de Napoleón al frente de Francia. Fue desterrado a la isla de Santa Helena donde murió en 1821. El propio Napoleón dejó escrita su opinión acerca de Julia. Aunque escueta muestra que ella se preocupó por él durante el destierro.
José fue el hermano más perseguido de Napoleón por los muchos cargos de importancia que había tenido y ningún país europeo le quiso dar asilo, por lo que huyó a Estados Unidos. Se instaló en Filadelfia donde vivió 17 años manteniendo una especie de corte paralela y enriqueciendo su fortuna con inversiones sobre todo en la construcción del ferrocarril.
Europa y América
Julia, ayudada por su cuñado Bernadotte, marido de Desirèe, ahora príncipes de Suecia, se instaló en Alemania, Bélgica e Italia. Allí sobrevivió mal que bien, dedicándose completamente a la educación de sus hijas y vendiendo poco a poco sus joyas. Entre 1820 y 1824 fue a Bruselas. Sus hijas se habían marchado para entonces junto a su padre que vivía rodeado de lujos en América.
Julia siempre relegaba el viaje aduciendo motivos de salud. Parece ser que se preocupó del estado de Napoleón, abandonado por todos los demás. Su casa se convirtió en lugar de reunión para bonapartistas exiliados. Julia era conocida entonces como condesa de Survillers. También la visitaba allí Teresa Cabarrús, hija del antiguo ministro de Hacienda de José y personaje destacado de la Revolución francesa.
Bodas de Zenaida y Carlota
En 1824 Carlota regresó de América para casarse con Napoleón-Luis Bonaparte, hijo de otro hermano de su padre, Luis, antiguo rey de Holanda.
Julia y su hija se fueron a Roma, donde vivía el novio. Cinco años después, Carlota enviudó sin haber tenido hijos.A partir de entonces acompañó siempre a su madre. En 1839 murió repentinamente por un aborto. Había ocultado a su madre su relación con el conde León Potocki.
Zenaida se había casado con Carlos Bonaparte, hijo de Luciano, su tío. Vivieron en Estados Unidos seis años. El fue, por lo visto, un mal marido, un mal padre y perdió toda su fortuna en el casino y la bolsa. Tuvieron doce hijos.
Reunión final
En 1841 José logró que se le permitiera volver a Europa. Julia estaba entonces viviendo en Florencia y es allí donde el matrimonio se reencontró después de veintiseís años de separación. José murió en 1849. En 1862 su sobrino, Napoleón III, ordenó el traslado de sus restos a Francia. Está bajo la cúpula de los Inválidos cerca de Napoleón. Ocho meses después murió Julia que dejó todo su patrimonio a su hija Zenaida y a los descendientes de esta. Ella sigue enterrada en la Florencia, en la basílica de la Santa Croce. Moría así la reina de España que nunca pisó nuestro país.
Legado
A nivel literario nos queda la obra de los afrancesados, entre ellos Moratín o Meléndez Valdés, por ejemplo. A nivel arquitectónico y urbanístico las reformas que dieron pié a la Plaza del Rey, Plaza de Santa Ana, Plaza del Carmen, Plaza de los Mostenses, la remodelación de la Plaza de Oriente, etc. A nivel educativo fundó colegios sobre todo para la educación de las mujeres. Fué José I el que puso las bases para que se creara un museo de pintura (lo que posteriormente sería el Museo del Prado) creando una comisión de la que formaba parte Francisco de Goya y que debía elegir la selección de obras que se incluirían en este museo.
Por otro lado, la situacion financiera que su hermano Napoleón no ayudó a aliviar hizo que el rey tuviera que vender parte de las joyas de la corona. Además, como precaución y con vistas a un futuro incierto, se reservó parte del botín para asegurarse un exilio sin penurias.
Fue un hombre que, si le hubieran dejado, probablemente habría sido un buen rey para este país que habría avanzado tal y como lo hicieron los demás países europeos, pero así se escribe la Historia.
Fuentes:
Rubio, María José: ‘Reinas de España’, La esfera de los libros, 2009
Revista Historia y Vida: ‘José Bonaparte’, Septiembre 2005
Abella, Rafael: ‘La vida y época de José Bonaparte’, Planeta, 1997
Sagrera, Ana de: ‘Julia y Desirée. Reinas de la Revolución’, Ana de Sagrera, 2000
Trigueros, María: ‘Desiree y Julia Clary’, Círculo de Amigos de la Historia, 1976
Ortega Rubio, Juan: ‘Historia de España’ Tomo V. Casa Editorial Bailly -Bailliere, S.A , 1908