Selfridge’s en Londres

Henry Gordon Selfridge nació en 1856. Su padre tenía una tienda que dejó para ir a la guerra en 1861 dejando atrás a su mujer y tres hijos. Igual podía haber ido a por tabaco, porque nunca volvió. Años después su mujer supo que en 1873 había muerto en un accidente de tren.

Un madre luchadora

Lois Selfridge era una mujer valiente y de carácter. Poco tiempo después de enterarse de que era ‘realmente’ una viuda murieron sus dos hijos mayores quedándose sola con Henry. Henry, al que todos llamaban Harry, no supo hasta años después cómo había muerto su padre, creía que había sido durante una batalla. La relación entre Harry y su madre era muy estrecha. Vivieron siempre juntos hasta la muerte de ella.

Lois Selfridge era profesora y consiguió trabajo como tal. Enseñó a Harry unos principios que no olvidó nunca: no temer el fracaso y la importancia de un aspecto y maneras impecables.

Harry consiguió su primer trabajo a los 10 años repartiendo el periódico, pan o paquetes. A los 14 era aprendiz de contable en un pequeño banco en Jackson. El llevar un listado exacto de sus gastos fue ya una constante en su vida. Tuvo diferentes trabajos ya que estar desempleado no era una opción que se pudiera permitir.

Field, Leiter & Co.

Por fin, a los 22 años, entró a trabajar para Marshall Field como mozo de almacén. Marshall Field era socio de Field, Leiter y Co. una de las tiendas de más renombre de Chicago (con el tiempo sería adquirida por Macy’s).

Harry Selfridge hacia 1880, ©Wikipedia

Selfridge no lo sabía todavía, pero trabajaría para Field más de 25 años.

Por aquel entonces Chicago era una ciudad aburrida, sin restaurantes, con sólo un cine y pocas actividades para las mujeres salvo ir de compras. Además se habían popularizado las revistas de moda, de belleza o sobre las normas de protocolo o etiqueta. Las ‘tendencias’ empezaban a ser importantes.

En las tiendas los vendedores eran siempre caballeros y Marshall Field fue el primero en contratar señoritas para el departamento de lencería, cada vez más en auge.

El superior de Selfridge,  John Shedd era el responsable del departamento de encajes. Entre ambos cambiarían el mundo de los grandes almacenes. Parece ser que Selfridge, de hecho, nunca trabajó como vendedor, sino que se ocupaba de la publicidad de los almacenes. Era el hombre de las ideas.

Selfridge, hombre de ideas

Para Selfridge el primer paso que había que conseguir era que la gente viniera al establecimiento donde él les daría un ambiente cómodo, un servicio educado y, sobre todo, diversión.

No se sabe con certeza quién fue el inventor de la frase ‘El cliente siempre tiene razón’ si Field o Selfridge, pero en cualquier caso es una clara muestra de la filosofía del negocio.

Los empleados

Los vendedores debían dirigirse a los clientes con un ‘Señor’ o ‘Señora’, no se les permitía estar comiendo, mascar tabaco, escupir o maldecir durante su trabajo. Era imprescindible que fueran muy pulcros. Se prestaba gran atención a unas uñas limpias y a que los cuellos y zapatos estuvieran en condiciones. A mediados de 1880 ya había más de mil empleados en los grandes almacenes de Field. Trabajaban nueve horas al día, seis días a la semana. Comían en la cantina – parece ser que bastante bien – y podían comprar en el establecimiento con una rebaja del 6 por ciento. Cobraban menos que en otros establecimientos, pero el trabajo les daba cierta clase. En cuanto a sueldos, un vendedor novato podía ganar unos 32 dolares mensuales, el chico del ascensor 16 y el cajero unos 8 dolares.

Innovaciones

Harry Selfridge fue capaz de observar lo que hacía la competencia y utilizarlo de forma adecuada en el establecimiento para el que trabajaba. Por ejemplo era habitual que la entrega a domicilio fuera gratuita y también se estableció un punto de almacenaje de compras donde se guardaban mientras los clientes seguían su periplo por el almacén.

Uno de los primeros empeños de Selfrige fue la iluminación. Interiormente los almacenes ya contaban con luz eléctrica aparte de la que entraba por la gran cúpula. Faltaba iluminar los escaparates por la noche lo que trajo consigo los paseos nocturnos para ver los productos expuestos. Fue un pionero en la decoración de escaparates recreando historias en los mismos.

Aumentó las líneas telefónicas contando con señoritas telefonistas que podían comunicarse con todas las secciones.

Selfridge consideró que ir de compras era una experiencia tanto visual como táctil. Hasta entonces los productos eran sacados por los dependientes de los armarios o vitrinas. Selfridge colocó expositores centrales en los pasillos de forma que las telas, los chales o guantes pudieran tocarse.

Hizo que los altos armarios fueran más bajos para que ya no hubiera que utilizar escaleras para llegar a los productos.

Marshall Field, ©Wikipedia

Cuando las escuelas en Chicago comenzaron a pagar a los profesores con cheques, Selfridge hizo que se dispusiera en el almacén de un banco especial donde pudieran canjearlos por efectivo.

Pronto comprendió la importancia de la publicidad, pero nunca la utilizó de forma agresiva. Fue el primero en realizar publicidad de página completa en los periódicos de Chicago. Le gustaba ser persuasivo y no prometía más de lo que podía ofrecer.

Selfridge se basó en métodos motivacionales tanto de cara a los clientes como de los empleados. Nunca gritaba ni ponía en evidencia a un empleado en público. Jamás cotilleaba.

En 1885 tras haber organizado las primeras rebajas bi-anuales, convenció a Marshall Field para establecer en el sótano de los almacenes el departamento de gangas. Era una forma de dar a los ciudadanos normales lo que tenían los ricos. También estaba convencido que esos compradores con el tiempo podrían adquirir lo que se vendía sin rebajas en los pisos superiores.

Escalando puestos

En 1887 Harry Selfridge fue nombrado director general. Con el consiguiente aumento de sueldo pudo traerse a su madre desde Jackson a Chicago, permitirse una criada para la casa y un coche de caballos para pasearse por la ciudad.

En 1888 viajó con John Shedd a París quedando muy impresionado por los almacenes ‘Au Bon Marché‘. De regreso a Chicago amplió los almacenes con nuevos departamentos ubicados en edificios adyacentes. Uno de los departamentos estaba dedicado a la moda infantil que iba ganando terreno. También los zapatos tuvieron su entrada ya que podían producirse con calidad en gran número gracias a nueva maquinaria que permitía su producción tanto en negro como en otros colores.

También comenzaron a venderse regalos, marcos para fotografías o cuadros y se abrieron departamentos de atención al cliente en cuanto a limpieza de guantes, arreglo de gafas o engarce de collares.

Como no había dónde sentarse a descansar, Selfridge logró convencer a Marshall Field de la conveniencia de abrir un restaurante que permitiera a las mujeres comer incluso solas. Evidentemente esta posibilidad contó con numerosas adeptas y el ‘salón de té’ pasó de sus primeras 15 mesas a dar de comer a 1.200 clientes diarios y eso en el primer año. El restaurante se llenaba desde primera hora de la mañana con los desayunos, aunque lo más popular eran los tés de media tarde.

Durante los seis años que Selfridge estuvo al mando las ventas crecieron de 4 a 6,7 millones de dólares. Había llegado la hora de dar un paso y Harry pidió a Marshall Field ser socio en la empresa. Field se dió cuenta que o cedía o perdía a su mejor hombre. Le dió un pequeño porcentaje en el negocio, porcentaje que, no obstante, permitió a Harry contar con unos ingresos anuales que equivaldrían a unos 435 mil dolares actuales.

Una boda inesperada

El mundo se abría ante Selfridge y parecía no tener límites. Ya tenía 30 años y había que sentar la cabeza.

Rosalie Selfridge hacia 1910, ©Wikipedia

No se sabe nada de su vida amorosa hasta ese momento, aunque teniendo en cuenta que Chicago no era precisamente una ciudad mojigata y que los ‘vicios’ estaban en cualquier esquina, seguramente utilizó ciertos ‘servicios’ según necesidad. Generalmente iba acompañado siempre de su madre en los eventos oficiales o públicos.

En 1890 Harry se casó con Rosalie Amelia Buckingham. Ella ya no era una niña, sino una mujer de 30 años que llevaba varios trabajando como agente inmobiliario. A la luna de miel les acompañó la madre de Harry, Lois. Esto parece que no molestó a la nueva señora Selfridge, más bien al contrario ya que siempre se llevó muy bien con su suegra y, como ya hemos dicho, Lois vivió siempre con su hijo y nuera. Partiendo de una vida laboral activa quizás fuera de esperar que Rosalie hubiera seguido trabajando, pero no lo hizo. Parece que era feliz dedicándose a su casa. Tuvieron una niña que murió al poco de nacer. Después vendrían Rosalie en 1893, Violette en 1897, Gordon en 1900 y Beatrice en 1901.

Novedades técnicas

La Exposición Universal de 1893 en Chicago trajo consigo grandes cambios también en los almacenes Fields. Marshall Field había comprado nuevos terrenos y se construyó un anexo de 9 plantas. Se instalaron 13 elevadores hidraúlicos, 12 entradas con puertas giratorias, los mostradores eran de caoba tallados a mano y había un inmenso servicio para las señoras.

Entre los excelsos visitantes de Chicago en aquel año se encontraba también la infanta Eulalia, hija de Isabel II de España,  una más de los visitantes a los almacenes Field.

Todas las innovaciones técnicas mostradas durante la feria Universal influyeron en Selfridge que siempre estuvo a la última en las novedades útiles para su profesión.

En 1903 Selfridge quiso más poder dentro de la empresa de Marshall Field. Este no acepto su propuesta y Selfridge dejó el trabajo.

Propietario

Abrió su propio primer gran almacén en Chicago, ‘Harry G. Selfridge & Co.’ en junio de 1904. Sin embargo, pocos meses después decidió vender todo y retirarse.

Dos años después parece que recuperó su energía. Aunque ya tenía 50 años, su apariencia era mucho más joven. Había llegado el momento de comenzar una nueva aventura. Desde hacía tiempo ya que Selfridge había propuesto a su antiguo jefe que expandiera el negocio más allá de Estados Unidos. No quiso hacerlo y ahora Selfridge elegía esta opción con Londres como sede.

Selfridge’s en Londres

Evidentemente las cosas no fueron fáciles. Problemas con sus socios retrasaron la construcción del edificio planificado, pero Selfridge supo sacarle partido también a los retrasos: mantenía a la prensa informada de los avances, de sus planes, teniendo siempre presente la importancia de la publicidad. Al mismo tiempo estudió a fondo el mercado londinense y británico, el número de habitantes, dónde vivían, qué comían, qué leían… un estudio de mercado completo de sus posibles futuros clientes.

La clase media

Harry Selfridge se enfrentaba a una sociedad en la que los ricos llevaban una vida placentera, mientras que gran parte de la población vivía en la probreza y la creciente clase media todavía no había descubierto el gusto por las compras.

Familia Selfridge hacia 1909, ©Wikipedia

Aun así, era esta clase media la que poco a poco iba traspasando fronteras. Entre sus necesidades no estaban las ropas formales, de luto o para los sirvientes. Querían ropa moderna que pudieran llevarse en sus viajes, equipos fotográficos para recoger sus diversiones, ropa deportiva y todo aquello relacionado con una vida más centrada en lo que el automóvil podía ofrecer. Este sería el grupo al que quería dirigirse Selfridge. Quería ofrecer unos almacenes donde todos pudieran encontrar algo a su gusto.

En cuanto al edificio contaba con 21 escaparates, doce de ellos con los paneles de cristal más grandes del mundo.

Un aliado de la prensa

Desde el principio cuidó mucho a la prensa. Contrató a un antiguo periodista como responsable de prensa y estableció una sala de prensa que podía ser utilizada por los periodistas. Aquellos admitidos tenían su propia llave, había máquinas de escribir, teléfonos, material de escritura, un bar lleno de bebidas y todos los días alguna historia con contenido de interés humano para publicar. Probablemente estas atenciones a la prensa y su trato con los periodistas le ayudaron en los momentos difíciles, ya que le dejaron tranquilo a pesar de tratarse de una prensa a la que le gustaban los escándalos y cotilleos.

Durante la semana de apertura de los almacenes, Selfridge lanzó la campaña publicitaria más espectacular hasta el momento. 38 anuncios dibujados por algunos de los más conocidos diseñadores gráficos aparecieron en 18 periódicos de nivel nacional. Se gastó lo que hoy serían más de 2 millones de dólares. Selfridge logró crear así una nueva fuente de ingresos para los periódicos. Sus anuncios no se referían a productos sino que hacían referencia a su filosofía de compras. Promocionaba el placer de comprar.

Realizó exposiciones de arte en los almacenes, demostraciones de cocina en el departamento correspondiente. Y eso en los primeros años del siglo XX.

Lo importante es el cliente, siempre el cliente

El día de la apertura se contaron 90.000 visitantes. Era un lugar espectacular. Contaba con 9 ascensores de Otis, en la planta baja estaban las secciones de juguetes, deportes y motor, en la planta alta un restaurante, espléndidamente iluminado, con flores frescas que desprendían un perfume embriagador, los suelos enmoquetados en el color verde de la casa que se utilizaba tanto para uniformes como para los camiones de reparto, había una biblioteca con las últimas revistas y periódicos, una sala de descanso, una oficina de correos y la posibilidad de reservar desde tickets de tren hasta entradas para una función de teatro. Evidentemente había también un barbero, una peluquería de señoras y una sala de fumadores sólo para los caballeros.

En contraposición a la competencia, Sefridge destinó mucho espacio para atender a sus clientes, en vez de llenar todo de mercancía para vender. Para él lo importante era que la gente entrara en su establecimiento y luego retenerles.

Durante la primera semana tras la apertura más de un millón de personas visitaron el establecimiento.

El paseo diario de Harry

Todos los días pasaba por los diferentes departamentos de los almacenes apuntando cosas que le llamaban la atención, que había que corregir. Ni alababa ni criticaba a sus empleados. Si un mostrador tenía polvo, escribía sus iniciales HGS en el polvo que rápidamente era eliminado. Para comunicarse con los empleados les enviaba mensajes en sobre amarillos como si fueran telegramas, pensando que así los abrirían más rápidamente. No se equivocaba. Estos mensajes privados eran leídos con avidez por todos. Esta visita por los almacenes duraba como mínimo una hora y al regresar a su oficina había visto a más de mil personas. Diez años después ya eran más de tres mil. Nunca se paraba a preguntarles cómo estaban o cómo iban las ventas, porque eso ya lo sabía.

Cuando alguna celebridad iba a Selfridge’s, él no dudaba en acompañarla por el establecimiento. Además todos debían firmar en un gran panel de cristal que estaba en el despacho de Selfridge. Allí estaban las firmas de Charlie Chaplin, Douglas Fairbanks jr. o Fred Astaire entre otros nombres famosos.

Ultimas tendencias

Selfridge’s fue el primer almacén en vender teléfonos una vez se popularizaron. También fue el primero en poner anuncios en las portadas de las guías telefónicas.

En 1884 puso a disposición de su clientela las cuentas de crédito mensuales a las que rápidamente se apuntaron los puntales de la sociedad londinense.

En 1907 el francés Louis Blériot voló de Calais hasta la costa de Kent. Selfridge fue, aparte de dos periodistas, el único que le esperaba allí.

Harry Selfridge hacia 1910, ©Wikipedia

Hizo llevar la avioneta a los almacenes donde pudo ser vista por 150.000 personas, teniendo que ampliar el horario hasta las doce de la noche para que todos pudieran verla.

Tras un viaje a París en 1910 amplió el departamento dedicado a productos de belleza. Hasta entonces los cosméticos se habían vendido en la sección de farmacia. En principio la idea era vender, sobre todo, perfumes. Colocó los mostradores de perfumería nada más entrar en la tienda. Con esto consiguió evitar los malos olores que entraban desde la calle, una mezcla de estiércol de caballo, tubos de escape y gente con poco sentido de la higiene.

Abrió una sección de librería. Publicó la Biblia Selfridge, el atlas mundial Selfridge, el diccionario Selfridge, entre otros títulos. Todos a precios económicos. El departamento se asemejaba a una biblioteca con mesas y lámparas para que los clientes pudieran hojear los libros.

En 1911 abrió una sección de gangas en la planta baja. No fue un éxito inicial tan grande como la sección de Chicago, pero poco a poco fue ganando adeptos. Era el lugar donde el ama de casa podía encontrar todo lo que necesitase. Todo estaba apilado en mostradores donde las mujeres hurgaban hasta encontrar la ganga que buscaban.

Todas las compras se entregaban a domicilio.

Ese mismo año, 1911, Selfridge tuvo un accidente de coche y estuvo inconsciente durante más de 40 horas. Tras despertar se encontraba bien y a los dos días ya estaba trabajando. Desde ese momento sufrió de insomnio y no dormía más de cuatro o cinco horas, aunque se echaba alguna corta siesta durante el día.

Introdujo los ‘vales de regalo’, promociones que duraban desde la mañana sólo hasta el mediodía, abrió una sección para mascotas.

Todos los días pagaba una columna en diversos periódicos en la que se hablaba de acontecimientos diversos. Firmaba la columna ‘Callisthenes’, el nombre de una mascota de Selfridge. Esta columna se publicó hasta 1929. Trataba de temas de interés general mostrando la política y principios de la empresa.

Supo sacar gran partido a la terraza del edificio donde hubo un precioso parque durante algún tiempo. Se celebraron grandes fiestas y recepciones.

En 1914 Selfridge abrió en un edificio anexo la seccion de alimentación. Todo se mantenía en cámaras frigoríficas y se daba gran importancia a la higiene. Ofrecía un servicio de asesoramiento a los clientes en cuanto a menús. Se hacían demostraciones diarias de cómo poner la mesa y arreglos florales. Era un sistema demasiado moderno para su época y no funcionó. Selfridge reaccionó rápidamente y lo cambió por un sistema más familiar con una disposición de productos más sencilla. Funcionó en seguida.

Durante la guerra el gobierno inglés no se comunicó con Selfridge para pedirle ayuda en un sentido u otro. Sin embargo el gobierno francés sí lo hizo y le responsabilizó de equipar a los soldados con ropa interior.

Tras la guerra, la moda cambió. Los sombreros se hicieron cada vez más pequeños y se estilaba el pelo corto entre las mujeres. Era la época de los peluqueros. Las ilustraciones publicitarias fueron sustituidas por fotografías.

Selfridge abrió sucursales en provincias. Para ello y para mantener sus almacenes en Londres evidentemente necesitó financiación de los bancos, aunque las deudas nunca le preocuparon.

En 1924 se abrió una gran ampliación de los almacenes.

En 1925, para el 16 aniversario de la apertura, se realizo una transmisión radiofónica de 15 minutos, aunque no tuvo mucho éxito, ya que pocos la escucharon. En aquella época los departamentos de más éxito eran los de perfumería y cosméticos. Las tendencias iban cambiando. También el público. Las compras ya no eran exclusivas de los ricos. La moda era marcada por las estrellas del cinematógrafo y no por la nobleza.

 

Selfridge adquirió una serie de terrenos pensando en futuras ampliaciones. Pero los bancos ya no eran tan permisivos con él. La situación se fue complicando.

Un triste final

En 1939 creó la sección de televisores con un pequeño estudio donde se realizaban entrevistas y la gente podía ser vista en televisión. La innovadora idea duró poco por el estallido de la segunda Guerra Mundial.

Se acercaban malos tiempos. Los proveedores ya no querían esperar tanto para cobrar y un grupo de banqueros obligó a Selfridge a dejar el negocio en sus manos. Le nombraron presidente de la empresa pero al ver que seguía yendo todos los días, optaron finalmente por prohibirle la entrada y le quitaron también el nombramiento. También su hijo fue despedido, no gustaba la fama de playboy que tenía. Se marchó a Estados Unidos con su familia donde trabajó para Sears.

Durante los bombardeos de Londres una bomba cayó en el edificio destruyendo el famoso panel de cristal con las firmas de los famosos. Además quedaron dañadas otras zonas del edificio. Para entonces Selfridge estaba casi sordo y no veía bien. Cogía el autobus contando los peniques y se sentaba enfrente del edificio para mirarlo.

Pasó los últimos años intentando revivir lo que que había sido, prácticamente uno de los pilares del mundo comercial. Sus almacenes siguen siendo de los más relevantes del mundo, aunque los propietarios hayan cambiado varias veces. Las innovaciones de Selfridge en la forma de vender han llegado a ser habituales hoy en día y posiblemente el trasfondo no sea tan romántico. Selfridges disfrutaba de su trabajo. Quería atender al cliente y que se sintiera bien. Fue un emprendedor nato y posiblemente su éxito radicó en que lo más importante no eran las ganancias sino que el negocio prosperase como tal.

A pesar de no ser bien aceptado en la sociedad británica que le consideró un americano siempre, obtuvo la nacionalidad británica y dejó su impronta en ese país.

Murió en 1947. Quiso que tras su muerte se dijera de el ‘Dignificó y ennobleció el comercio’. Pero ya no quedaba dinero ni para pagar una lápida. Fue enterrado al lado de su madre y de su esposa.

Selfridge, las mujeres y el juego

Aunque demostró a lo largo de su vida que estaba enamorado de su mujer no dejó de tener aventuras con otras, como por otro lado, era bastante habitual en aquella época.

Selfridge tuvo dos debilidades: las mujeres y, sobre todo, el juego. Ya desde muy joven le gustaba jugar a las cartas. Si tenía dinero, nada podía pararle. Además daba también dinero a sus amantes para que se lo pudieran jugar. Si perdían las consolaba con exquisitas joyas.

Se rumoreaba que una de sus primeras aventuras importantes fue con la bailarina Isadora Duncan con la que mantuvo amistad hasta la muerte de esta.

Al margen de su actividad comercial, Selfridge tuvo tiempo de unirse a los masones en un grupo limitado a la comunidad americana en Londres. Entre los miembros estaba el millonario farmaceútico Henry S. Wellcome con cuya esposa, Syrie, Selfridge comenzó un tórrido romance. Algunos años después ella se casó con el escritor W. Somerset Maugham. Hacia comienzos de los 1920 Maugham escribió la obra de teatro ‘Our betters‘ (Nuestros superiores) en la que parodiaba a Selfridge.

Harry Selfridge se convirtió en un ídolo para las mujeres. Era atento con ellas, les enviaba todo tipo de regalos (tampoco le era difícil encontrarlos, ya que tenía de todo a su disposición). Siempre le gustaron las mujeres independientes y con éxito.

Isadora Duncan, ©Wkipedia

Tenía un gran sentido de la responsabilidad social y frecuentemente organizaba desfiles de moda o subastas benéficas.

En cuanto a las empleadas, jamás tuvo ningún romance con ninguna de ellas.

Apoyó a las sufragistas publicando anuncios en sus periódicos y vendiendo accesorios en los colores del movimiento. Pero en su empresa las mujeres, aparte de vendedoras, como mucho llegaban a responsables de compras. Ninguna ocupó nunca un puesto ejecutivo.

Ninguna de sus hijas trabajó jamás durante la vida de Selfridge. Sólo su hijo Gordon ocupó un puesto relevante en los almacenes.

Otro de los romances reconocidos de Selfridge fue con la bailarina Gaby Deslys. Ella ya había sido amante de varios miembros de la realeza. Se conocieron hacia 1912. Ella tenía treinta años y era muy famosa. Era conocida por sus modelos y, sobre todo sus sombreros. Los sombreros que lucia Audrey Hepburn en ‘My Fair Lady‘ se inspiraron en los que llevaba Gaby Deslys.

En 1918 la mujer de Selfridge, Rose enfermó de neumonía y murió una semana después. A los tres meses su hija Rosalie se casó discretamente, ya que estaban todavía de luto, con Serge de Bolotoff.

En 1921 Violette se casó con el vizconde Jacques de Sibour. Esta boda no satisfizo a Selfridge ya que el novio no trabajaba. El nuevo matrimonio dependía económicamente de él. Poco tiempo después Beatrice se casó con el hermano de Sibour, Jacques que estaba en la misma situación. Tras la guerra Mundial Violette se estableció en América y trabajó para Elizabeth Arden.

Por su parte Gordon se enamoró de una dependienta de los almacenes, Charlotte Dennis, pero esta relación tardó años en ser reconocida por Selfridge padre. De hecho la pareja que al final llegó a casarse tuvo 4 hijos.

 

Las Dolly Sister; © hello-tuesday.deviantart.com

 

En 1926 Gordon había sido nombrado director de los almacenes, aunque Selfridge padre mantenía el control en lo referente a promoción y publicidad.

La estocada, sobre todo financiera, apareció con las gemelas ‘Dolly Sisters‘, Jennifer y Rosie. De origen húngaro habían nacido en 1892. La familia fue a Estados Unidos donde las hermanos trabajaron como bailarinas ya a los 14 años. El famoso Flo Ziegfeld las contrató en 1911. Se especializaron en bailes de ‘espejo’ una imitando los movimientos de la otra como si se viera en un espejo. Jenny había estado brevemente casada con Harry Fox, el inventor del baile fox-trot, mientras que Rosie se especializó en baile «flamenco erótico». Hacían todo juntas. Amaban el dinero y a los hombres ricos, las apodaban ‘Million Dollar Babies’. Cuando Selfridge las conoció, su madre ya había muerto y era la única que podía haber puesto algún tipo de freno a su pasión por el juego. Se cree que gastó más de 3 millones de dólares jugando.

Tuvo un romance con la famosa tenista Suzanne Lenglen hacia 1933. Cinco años después ella moriría con sólo 39 años. Pero su último romance fue con Marcelle Rogez, una actriz. Por aquel entonces Selfridge tenía ya casi 80 años. Aunque aparentaba menos, ya no estaba a tiempo de cambiar su estilo de vida. Gastaba y gastaba. Tres años después a ella le ofrecieron un papel en Hollywood y se marchó.

Selfridge era un hombre con dos vidas. Por un lado un trabajador constante, dedicado totalmente a su trabajo. Pero tuvo la habilidad de saber conjugar la seriedad y profesionalidad necesaria con el hábito del juego y su pasión por las mujeres. El Selfridge juergista no se interponía en el trabajo del Selfridge hombre de negocios. Supo disfrutar de la vida y aunque murió prácticamente sin dinero pudo disfrutarlo a lo grande durante muchísimos años.

Fuente:
Woodhead, Lindy: «Shopping, Seduction & Mr Selfridge»; Profile Books, 2012

 

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