Abril, 2013
Miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia, de la de Ciencias Morales y Políticas, miembro numerario de la Real Academia de Doctores y de la Academia Belgo Española de Historia; miembro de honor de la Academia Portuguesa da Historia, Emilio de Diego vive inmerso en el mundo de la historia sobre todo de la España del siglo XIX. Ampara también un premio que lleva su nombre para trabajos de historia hechos por estudiantes de secundaria. Es profesor de historia en la Universidad Complutense de Madrid.
De una enciclopedia a un libro
Su interés por el general Prim viene de sus lecturas infantiles. Una de sus primeras fue la enciclopedia de Dalmau Carles, una enciclopedia muy pequeña en la que el apartado de historia se construía sobre pequeñas biografías de tres o cuatro líneas. Una de estas biografías estaba dedicada al general Prim. La evocación del nombre de Prim ya le acompañaría siempre. Estudió en la Universidad Complutense, especializándose en historia de España del siglo XIX. Su memoria de licenciatura se ocupó del gobierno del general Prim en Puerto Rico y nunca abandonó la investigación sobre la figura del conde de Reus. El año 2003 publicó su libro ‘Prim. La forja de una espada‘.
El catalanismo de Prim
Considera Emilio de Diego que el general Prim es un personaje más que interesante. No es un general político al uso de entonces, sino un general llamado a conciliar la corona con el pueblo. Entre todos los generales tan destacados que hubo en aquella época, de la mayor parte, la gente no conoce su procedencia original, sin embargo la catalanidad de Prim es como una nota casi sustantiva en su propia existencia y comportamiento. Era un general llamado a modernizar la institución monárquica en España, siempre al servicio de su trilogía política: Constitución, libertad y monarquía, esta última como garantía de ambas.
Era un catalán español. Un catalán que había viajado por el Viejo y el Nuevo Continente y hasta por el Asia próxima; un europeo, con conocimiento del mundo de su tiempo y que buscaba una España que pudiera ser fuerte en esa coyuntura. Sólo la concebía desde la movilización del pueblo con un sentido demosocial amplio que fuera realmente soporte de una monarquía verdaderamente constitucional.
Prim, conspirador
Prim no fue un conspirador nato, fue un conspirador obligado. Trató de llevar el progresismo al poder como vehículo de esa modernización política pero le fue imposible en el marco de un juego político que no respetaba el marco constitucional.
Tras varios fracasos sucesivos inició una amplia trama para derrocar a la monarquía isabelina, aunque era monárquico, como lo era la mayoría del país. Llegó a decir que la monarquía podía no suscitar grandes entusiasmos, pero menos todavía una República sin republicanos. Este argumento se corresponde con bastante realidad a la España de 1869 o 1870. Consiguió, tras muchísimos obstáculos, instaurar una nueva monarquía en el país que duró muy poco puesto que él, garante de esta monarquía, ya había sido asesinado.
Amadeo de Saboya, respetuoso con la Constitución
Amadeo de Saboya estaba decidido a respetar la Constitución, cosa que Isabel II no hizo. Ese fue su empeño desde el primer día hasta el último. La Constitución del 69 fue un texto avanzado que abría el camino a la democracia en España, pero evidentemente la voluntad de Amadeo I no fue suficiente, se necesitaba una articulación partidista, vertebradora de ese proyecto que no fue posible porque los ‘herederos’ de Prim jugaron sus cartas de una forma distinta a la que habría pretendido el general.
Prim, hombre del Romanticismo
Prim era un romántico en el sentido de la cosmovisión romántica. Para Prim la libertad era un medio y un fin.
Libro publicado por el Congreso de los Diputados sobre los discursos parlamentarios de Prim
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Pero la libertad posible, y ahí estaba su propio límite. Esa libertad sólo la entendía dentro de un marco político, la Constitución, y con unas instituciones que fueran capaces de garantizarla. Volvemos así a la trilogía del pensamiento de Prim (libertad, Constitución y monarquía).
Era un hombre de extraordinario valor personal, aunque ese valor era conforme a los cánones de su tiempo. Tenía una apreciación muy elevada del honor personal. El honor era sinónimo de vida. No se podía vivir sin honor. No tenía estudios y no le gustaba excesivamente leer, pero era un hombre inteligente y listo, dos aspectos que no siempre se dan en la misma persona. Aprendió muchísimo en la ‘vida’ y lo hizo en situaciones extremas, en primera persona. Desarrolló una vida política que le llevó desde la más agreste de las posiciones a ser un verdadero hombre de estado. Sus discursos a largo del año 1870, sobre todo, indican clarísimamente la voluntad de dar el paso a lo que el consideraba la necesidad colectiva del bien común antes que a su propio interés o deseo. Lo demuestra en lo político-institucional, en lo político-social y en sus disposiciones económicas.
Defensa de lo catalán
En el aspecto económico había defendido los intereses catalanes a ultranza. Fue siempre elegido por un sector de la burguesía catalana como diputado y pocos negocios relacionados con Cataluña se hicieron en aquella época en Madrid que no pasasen por sus manos. Pero el proteccionismo, la estrategia política que interesaba a ese sector catalán, llegó un momento que no se sostenía en Europa, sobre todo a partir de los años 60 con el tratado Cobden-Chevalier que abrió la puerta al libre comercio entre Francia e Inglaterra. España tenía que sintonizar con esta situación. Prim, estando en el poder, dejó que Laureano Figuerola llevase a cabo una profunda, aunque progresiva, reforma en clave librecambista. Había defendido toda su vida lo contrario, pero se dió cuenta de la necesidad de cambiar y lo hizo pese a la impopularidad que eso pudiera suponerle entre sus paisanos.
Las Quintas
En el aspecto social sabía que toda algarada o llamada a la revolución se producía siempre con dos gritos ‘Abajo las quintas‘ y ‘Abajo los consumos‘ (impuestos sobre los alimentos y los bienes de primera necesidad).
Cuando Prim llegó al poder se le exigió que aboliera las quintas. No pudo hacerlo al estar envuelto el país en la guerra de Cuba y amenazada por los carlistas y los republicanos federales. Se necesitaba ineludiblemente un ejército operativo. Se le acusó entonces de ser un traidor a sus viejas propuestas, pero Prim evitó caer en el populismo en ese momento, ya que peligraba la propia supervivencia del Estado. Había que mantener el sistema de reclutamiento vigente.
Prim, el mito
Demostró ser un hombre de Estado. Uno de los pocos de nuestra historia contemporánea. Conocía muy bien los verdaderos problemas del país, a sus gentes y sus valores.
En el siglo XIX había varios tipos de mitos. Por un lado los toreros, por otro los políticos y, sobre todo, los militares. Eran admirados como hoy lo son cantantes, actores o deportistas de élite. Las hazañas del general Prim se habían metido en los corazones de todos los españoles. Era absolutamente adorado y querido por gran parte de la población, sobre todo por las clases populares. No faltaba quien le odiase, pero para la inmensa mayoría era un ídolo.
El asesinato de Prim
De la muerte de Prim se sabe mucho más que de la mayoría de los magnicidios que se han producido. Se ha identificado al 99% de los que dispararon con nombre y apellido. Fueron detenidos, aunque también es verdad que desaparecieron de forma sospechosa. Pero los ejecutores materiales de los disparos en la calle del Turco están identificados.
En cuanto a la organización del magnicidio hay dos figuras claves:los coroneles Solis y Pastor. Solis era el secretario de Montpensier y Pastor ejercía funciones similares al servicio del general Serrano. Ambos conocían bien el submundo de la delincuencia.
En cuanto a los instigadores o autores intelectuales no hay tanta documentación, pero la que hay apunta hacia quien financió la revolución del 68:
El duque de Montpensier
Esta revolución estuvo a punto de no producirse por la falta de recursos económicos. Prim estaba cansado de fracasos y de la incapacidad demostrada para lograr el triunfo final. Llegó entonces el dinero necesario aportado por el duque de Montpensier, cuya pretensión era sustituir a su cuñada, Isabel II.
Además el general Prim recibió en aquel momento el soporte de un importante contingente de altos mandos del ejército. Hasta entonces Prim había contado con el respaldo de un amplio sector del mismo, pero le faltaba el apoyo de muchos generales. Con la implicación de Montpensier llegaron a la revolución hombres como Serrano o Caballero de Rodas, entre otros, y asimismo, el apoyo de la Armada, que nunca se había sumado a las revoluciones, a través del almirante Topete.
Tras triunfar la revolución, Montpensier se vió cada vez más apartado. No era un personaje demasiado popular y además cometió el error de batirse en duelo con el infante Don Enrique de Borbón, al que dió muerte, lo que aumentó su impopularidad.
Otro aspecto clave fue la oposición radical de Napoleón III a que un miembro de la familia Orleans ocupara el trono de España. Y la aprobación del emperador francés era indispensable para el nombramiento del nuevo rey de España. Fueron estos decisivos aspectos los que Montpensier no supo valorar adecuadamente en su momento. Creyó que quien le impedía alcanzar la corona era el conde de Reus. Así pues le parecía tener elementos suficientes como para exigirle cuentas a Prim.
Curiosamente, cuando se casó Alfonso XII con María de las Mercedes, hija de Montpensier, todos los documentos del sumario que apuntaban a Montpensier como instigador del atentado del marqués de los Castillejos, desaparecieron. Podríamos entender esto como un regalo que hizo Alfonso XII a su suegro.
Los republicanos
Pero posiblemente confluyeron más tramas. Prim era considerado un obstáculo para sus fines no solamente por Montpensier, también lo era para los republicanos más radicales. Aquellos que se identificaban con el periódico ‘El Combate’ que estaba constantemente amenazando a Prim. Parece que ahora hay un gran interés en exculpar a Paul y Angulo, pero no se le puede descartar como involucrado en la trama.
Los hacendados cubanos
Prim anunció una solución para Cuba que era vender la isla. Esto hirió no sólo los intereses, sino también los sentimientos de muchos de los hacendados. Tampoco podemos descartar que participaran.
La Masonería
Otro sector al que se había señalado en la responsabilidad de la conjura para eliminar a Prim, era la Masonería, pero no hay evidencias seguras al respecto.
El general Serrano
Entre los implicados no falta quien señala al general Serrano, pero tales acusaciones le parecen a Emilio de Diego menos sostenibles de lo que pretenden sus detractores.
Es probable que tuviera un grado de participación, pero no cree que fuera el pricipal instigador. ¿Qué podría pretender Serrano eliminando a Prim? Ya era regente y más que regente no iba a ser. No cree de Diego que Serrano pensase en que pudiese ser rey. Ahora bien, sí podría haber participado abriendo la puerta a que fuera rey otro, como Montpensier. Aquí si encajaría su participación.
Cataluña hoy y Prim
Prim fue un personaje clave en la España de su tiempo. Como la monarquía democrática que el implantó se hundió en un plazo muy breve hubo mucho interés en que su figura pasara a un segundo plano. En los últimos 30 años Prim se ha convertido en un personaje a olvidar porque está en las antípodas de lo que las fuerzas políticas catalanistas pretenden. El catalanismo no puede evocar a una figura como Prim que era un español de los pies a la cabeza siendo, al mismo tiempo, más catalán que los catalanistas actuales. Por ese motivo, la mayoría de la gente en Cataluña no sabe hoy en día quien fue Prim, aunque eso no le hace menos importante, porque fue una persona capaz de aunar voluntades para derrocar una monarquía corrupta e implantar otra dentro de un marco nuevo, más moderno. Fue el protagonista de una empresa política de una gran trascendencia truncada por los acontecimientos.
Los valores de Prim hoy
La exposición, la representación escénica del asesinato de Prim, alguna publicación y continuar con todo tipo de tareas divulgativas contribuirán a mejorar el conocimiento de este personajes, cuyos valores siguen vigentes en la España de hoy: el valor del sentido de estado, el valor de la articulación de ese estado por encima de las diversidades regionales; el valor de la superación de los compartimientos de caracter local, radicales y excluyentes. Prim representa la confianza y el coraje para arrostrar las dificultades. Son valores que se deben llevar al público.
Manipulación y desconocimiento de la Historia
Hay que asestar un golpe duro a la manipulación de la historia de España, a esa pseudo-historia que se ha escrito. Prim y la Cataluña del XIX están íntimamente entroncados. ‘Si no conocemos nuestra historia estamos atrapados en ella. El peligro de repetir errores es mayor si se desconoce el pasado. El problema actual es que al desconocimiento se une la manipulación de la historia. Cuando se construye una historia parcial, de forma que sólo aceptamos una parte de nuestro pasado, rechazando el resto y llegando a un juego maniqueo de buenos y malos, siempre habrá buenos y malos. Siempre habrá uno que arroje parte de la historia a otro. Estaremos siempre mirando al ayer sin llegar a ver el mañana. Tenemos que etiquetar como historia el mejor conocimiento de la misma, para comprender el pasado y asumirlo, para entenderlo, no para justificar nada. La historia la hemos hecho entre todos. Desgraciadamente estamos reescribiendo la historia no en clave de aprender, sino para arrojarnosla unos a otros. Estamos en un estado de desorientación colectiva. Muchas de las cosas que están pasando en España serían inconcebibles con un mayor conocimiento de la historia. Esa historia que se enseña en muchos sitios resulta incluso prioritariamente confrontativa. La figura de Prim y su significado nos pueden ayudar en el sentido más positivo para entendernos a nosotros mismos.’
Queremos dar las gracias a Emilio de Diego por habernos brindado la posibilidad de hablar con él sobre el general Prim, ya que es posiblemente el mayor experto sobre esta figura mítica de nuestra historia y es un placer poder escucharle.