El Edificio
El Museo del Romanticismo, antiguo Museo Romántico, se encuentra en la calle San Mateo, 13, cerca del metro Tribunal.
El edificio, un palacio, data de 1776 y fue realizado por el arquitecto Manuel Rodríguez. Está realizado en estilo neoclásico. A nivel interior, las habitaciones se encuentran en torno a tres patios interiores.
En los primeros años del siglo XIX el palacio fue comprado por los condes de la Puebla Maestre, que reformaron la fachada principal, ornamentándola más y añadiendo su escudo nobiliario.
Ya en 1921 se instaló en el edificio la Comisaría Regia de Turismo y posteriormente fue adquirido por el Estado en 1927. En 1924 se había inaugurado en el palacio el Museo Romántico.
Se han realizado diversas rehabilitaciones, la última terminada con la reapertura del Museo en el 2009, tras haber permanecido cerrado desde 2001.
Benigno de la Vega-Inclán y Flaquer, Marqués de la Vega-Inclán (1858-1942)
Benigno de la Vega-Inclán nació en Valladolid. Fue diputado a Cortes y senador vitalicio durante la época de Alfonso XIII.
Fue Benigno de la Vega-Inclán quién instaló la Comisaría Regia de Turismo en este palacio. Este organismo había sido creado por Alfonso XIII en 1911.
Posteriormente, en 1928, sería sustituído por el ‘Patronato Nacional del Turismo‘. Vega-Inclán, al frente del organismo, se centró en revalorizar y difundir el patrimonio cultural español, siendo precursor de lo que llamaríamos hoy ‘turismo cultural’. Creó una serie de alojamientos y recuperó edificios y restos históricos.
Entre su legado podemos citar la casa en que vivió Cervantes en Valladolid, inició el museo-casa de El Greco en Toledo, inspeccionó los trabajos de restauración de la Alhambra y del Generalife en Granada, del Real Alcázar y del Barrio de Santa Cruz en Sevilla y fue, en fin, el que creó los paradores ubicados en edificios históricos en 1928.
Uno de sus mayores empeños fue la creación del Museo Romántico. Hasta entonces esa época histórica había recibido poca atención. El museo abrió sus puertas en 1924 con el legado de la colección personal de Vega-Inclán: pinturas, mobiliario, objetos decorativos, etc. Además contaría con donaciones, por ejemplo de Juan Ramón Jiménez, o depósitos, como los del Museo del Prado.
Tras la Guerra Civil, varios lotes de objetos incautados por el Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico fueron incluídos en el museo.
El museo gozó rápidamente de gran interés por parte de los intelectuales. Durante la Guerra Civil, Rafael Alberti fue su director.
Vega-Inclán fue un importante personaje de la vida madrileña del siglo XIX. Fue arquitecto, restaurador, fundador de instituciones culturales y museos, al tiempo de dedicarse también a la política. Fue amigo personal de Alfonso XIII y otros miembros de la Casa Real y la nobleza.
El Romanticismo
El Romanticismo se originó en Alemania e Inglaterra a finales del siglo XVIII. Fue una reacción contra el Racionalismo, la Ilustración y el Clasicismo. Dió más importancia a los sentimientos. En España resultó influyente, sobre todo, durante el reinado de Isabel II. Sus comienzos se encuentran en el regreso de los exiliados liberales españoles durante la regencia de Fernando VII desde Francia, donde habían entrado en contacto con el movimiento. Figura primordial del Romanticismo español fue Mariano José de Larra, a quién se le dedica una sala en el museo.
El Museo
La visita al museo es un regreso al pasado. Tenemos la oportunidad de imaginarnos cómo era la vida en el siglo XIX, evidentemente, en este caso, la vida de los nobles o nuevos burgueses. En todas las salas se ha recreado el ambiente correspondiente, siempre con la idea de impresionar al visitante, de mostrar la riqueza de los dueños. Para ser recibido había que ser uno de los ‘elegidos’ a los que se permitía acceder a los lujos escondidos tras la fachada. Las viviendas no eran sólo el lugar de residencia, sino un escaparte para mostrar el buen gusto de los habitantes, su poderío económico que les permitía adquirir obras de arte y variados objetos que debían mostrarse como fuera.
La escalera y el vestíbulo
Comienza la visita en la escalera que da paso a la zona habitada de la casa. Desde ella se podía ver a la orquesta en las ocasiones que se celebraban bailes.
Es en esta época cuando aquellos que eran ‘alguien’ en la sociedad burguesa debían contar con su correspondiente retrato. En este caso podemos ver dos realizados por el pintor Angel María Cortellini y Hernández.
La escalera da paso al vestíbulo, primer espacio de la vivienda que sirve para dar la bienvenida al visitante. Aquí se ha dedicado a la infancia de Isabel II con una serie de cuadros de la reina en su niñez, su padre, Fernando VII y un grupo escultórico de Victor Bernard de 1852 mostrando a la ya reina Isabel II con su hija la Princesa de Asturias, conocida como la Chata.
La antecámara y el antesalón
Esta sala debe ser un ‘aperitivo’ de lo que espera al visiante en el resto de las salas. En el techo podemos ver una pintura que procede del ‘Casino de la Reina‘, un pequeño palacio que le fue regalado a la reina Isabel de Braganza por la ciudad de Madrid y que, parece ser, disfrutó más su marido con las correspondientes amantes que la reina.
Esta sala está dedicada a Isabel II ya como reina. Aquí podemos ver un cuadro de Louis Étienne Charles Porion de 1867 mostrando a la reina y a su consorte, Francisco de Asís y Borbón, dirigiendo una revista militar.
La antecámara da paso a la zona más noble y pública de la vivienda. En este caso encontramos dos salones y el salón de baile. Las salas van dando paso una a otra.
El antesalón es una de salas más llamativas del museo. En el techo podemos ver una pintura, Alegoría de la Noche, que procede también del ‘Casino de la Reina‘. El mobiliario es de estilo fernandino, adaptación española del estilo imperio francés y que no llegó a nuestro país hasta después de la Guerra de Independencia.
El piano que se encuentra en esta sala fue realizado por Boisselot et Fils en madera de palosanto en 1845. Esta sala está dedicada a los antecedentes del Romanticismo español con objetos y cuadros relacionados con la Guerra de la Independencia y la vuelta de Fernando VII.
El salón de baile
Es esta la sala más amplía del museo y fácilmente nos podemos imaginar a los invitados preparados para el baile, las mujeres con sus largos trajes abanicándose mientras miran coquetas a los jóvenes galanes que están tratando de elegir a la más adecuada. Esta sala está pensada exclusivamente para el lucimiento social de los habitantes del palacio. Ha de mostrar claramente su posición social de forma ostentosa.
Las sillas de la sala fueron en su día del ministro Antonio María Fabié, en cuya casa se celebraban tertulias a las que asistían, entre otros, Gustavo Adolfo Bécquer y Avellaneda.
El arpa fue realizada por Sebastián Erard y el piano por Pleyel hacia 1840 para la reina Isabel II. Destacan también una serie de retratos que muestran a personajes nobles en tono su esplendor.
El antesalón
A continuación entramos en un pequeño salón en el que podían tener lugar reuniones más íntimas e informales. Las sillas eran de Juan Ramón Jiménez. Se las llamaba ‘sillas volantes‘ ya que solían estar delante de las paredes y cada visitante se sentaba donde quería, sin estar restringido el movimiento como con los antiguos muebles pesados que no permitían esta movilidad.
Destaca en esta sala el cuadro ecuestre del General Prim realizado por Antonio María Esquivel y Suarez de Urbina en 1844.
Salas de los costumbristas andaluces y madrileños
Las dos salas contíguas están dedicadas a costumbristas andaluces. Comienza aquí la zona más privada del palacio, restringido a las visita de confianza. Ahora las salas tienen un dueño y una función específica personal y su decoración es más sencilla, ya que la ostentación no tiene cabida en la zona privada. Las salas están dedicadas temáticamente al costumbrismo andaluz con los tópicos característicos. Los cuadros representan escenas clásicas con personajes idealizados, tabernas, juegos de cartas, mujeres en carros, que no reflejan la realidad social de la época, sino la que se quería presentar.
Encontramos también una serie de cuadros dedicados a los bandoleros, personaje literario que dio gran juego en su momento.
La salita dedicada a los costumbristas madrileños contrasta con las anteriores, mostrando una temática más real, incluso cruel, de la realidad. Pertenecen los cuadros a la llamada escuela costumbrista madrileña, Alenza, Lucas y Lameyer, criticada en su momento y considerados de segunda categoría por su aspecto de bocetos y la importancia dada a la imaginación.
La salita
Sería esta salita una especie de cuarto de estar para la familia, con unas ventanas que dan a un bonito patio interior.
Tiene unas pesadas cortinas que, en su momento, podían impedir el paso de la excesiva luz exterior. Encontramos aquí una serie de abanicos y cuadros reflejo de las costumbres del momento, como el cuadro ‘Una misa‘ de Francisco Cabral y Aguado Bejarano de 1863.
El antecomedor
Esta sala se ha utilizado para mostrar una serie de utensilios relacionados con la higiene personal (más que antecomedor debería llamarse ‘descomedor’). Destaca un sillón-retrete utilizado por Fernando VII, que tiene un agujero central.
Evidentemente en aquellos momentos no se contaba con las facilidades actuales, aunque, posiblemente, tampoco habría necesidad de ellas, ya que la higiene era un asunto de segundo o tercer orden.
El comedor
Era este el lugar de reunión familiar por excelencia ya que la cena solía hacerse en común.
Nos encontramos con la mesa dispuesta para los comensales con una porcelana parisina.
En el aparador una serie de utensilios necesarios para servir la comida y una preciosa araña de cristal realizada en la Granja.
Es un espacio realmente llamativo y acogedor y es fácil ver a la familia reunida alrededor de la mesa disfrutando con una espléndida cena.
El anteoratorio y el oratorio
Esta sala da paso al oratorio y ambas concentran las pinturas religiosas que posee el museo.
En el oratorio encontramos un cuadro de Goya, San Gregorio Magno y un retrato de la reina Mariana de Austria realizado por Juan Carreño de Miranda en 1675.
Estas obras fueron en su día del Marqués de la Vega-Inclán.
Parece ser que el oratorio es el original de la vivienda. En esta sala se celebraban actos religiosos e incluso de carácter social.
La sala de juego de niños
Es esta una sala llena de luz y amplitud. Podemos ver dos casas de muñecas llenas de detalles y es fácil imaginar a las niñas jugando con estos objetos.
También tenemos varias muñecas que, quizás por la influencia del cine, hoy en día nos parecen más bien siniestras y diabólicas y poco dadas a ser estrechadas entre unos brazos infantiles.
Hay también rompecabezas y juegos infantiles. Los cuadros de esta sala están dedicados a retratos infantiles, destacando el de Antonio María Esquivel de ‘La niña Concepción Solá Garrido con su perrito‘ de 1847.
El boudoir y la alcoba femenina
Pasamos ahora a dos salas dedicadas al mundo femenino. Al mundo femenino del ‘ama de casa‘ que centra sus atenciones en labores ‘propias de su sexo’ y quizás en algún devaneo amoroso para llenar el tiempo de ocio. Tengamos en cuenta que, como se nos cuenta en el museo, los habitantes contaban con unas diez personas de servicio cada uno, con lo cual el tiempo libre para la mujer de la casa era total. Si tenemos en cuenta que las mujeres eran educadas para lucirse y ocuparse de la casa, a aquellas de la nobleza sólo les quedaba el ‘lucirse’.
Podemos ver una preciosa mesa costurero de 1845 y varios objetos de adorno que quieren reflejar lo que sería una sala de este tipo, llena de pequeños objetos, sin valor material pero de valor sentimental para la dueña del lugar.
A continuación tenemos el dormitorio, el lugar más íntimo de la mujer, donde puede estar a solas y dedicarse a sus secretos privados. Es aquí donde se peina mirándose al espejo. La cama tiene un gran dosel y delante encontramos una cuna para el último miembro de la familia. Los cuadros de esta sala se han dedicado a la temática femenina, como esposa y madre.
El gabinete de Larra y la sala de literatura y teatro
Con esta sala comienza la zona reservada al género masculino de la familia. Ésta en concreto se ha dedicado a la memoria de Larra como representante máximo del Romanticismo español. Encontramos varios objetos utilizados por el propio Larra, así como un retrato del autor realizado por José Gutiérrez de la Vega y Bocanegra en 1835. A su lado un supuesto retrato de la amante de Larra, Dolores de Armijo.
Aprovechando la importancia de la literatura y el teatro en el Romanticismo, esta sala nos permite observar de cerca algunos de los personajes más importantes de la época.
El fumador y el gabinete
Son estas salas típicamente masculinas. La sala del fumador, actividad restringida al hombre, es para éste su refugio, donde charlar con sus amigos lejos de los oídos femeninos. Es un lugar de discusión y retórica al mismo tiempo que le permite descansar y relajarse de sus actividades fuera del hogar (aunque tampoco debemos pensar que éstas fueran de ocho horas laborables como ahora). La decoración de estas salas solía estar dedicada a lo oriental, de moda por su significado exótico y sensual.
El gabinete es el lugar en el que el dueño de la casa recibe a sus visitantes. Ha de mostrar sobriedad, al tiempo que permite las confidencias y la posibilidad de escuchar relatos interesantes. Destaca el retrato de Fernando Ferrant y Llausás realizado por Luis Ferrant y Llausás en 1845.
El dormitorio masculino y el despacho
En contraste con la alcoba femenina, el dormitorio masculino es una habitación mucho más sobria, con lo necesario para la higiene personal y sin los objetos decorativos, tan típicamente femeninos.
Podemos imaginarnos al caballero ajustándose la corbata, mientras observa su gallarda figura en el espejo basculante. Ya está listo para emprender su jornada diaria y leer el periódico.
El despacho es una sala seria y destinada al trabajo. Lugar propio del dueño de la casa, dónde encuentra la soledad necesaria para dedicarse a sus quehaceres, fuesen los que fuesen. Encontramos en esta sala un buró de madera de caoba y nogal de 1850.
La sala de billar
Otra sala más dedicada al género masculino. Parece ser que existía la costumbre de jugar al billar después de comer, para ‘bajar’ la comida. Imaginamos que también para tomarse una copa de buen coñac y fumarse un gran puro, mientras que los caballeros se deleitaban en los cuadros femeninos colgados de las paredes.
El billar era un juego aristocrático. La mesa de billar fue realizada por Francisco Amorós en Barcelona.
La estufa o serre
La estufa o serre era un invernadero de plantas, espacio muy de moda en la época en la que destaca el gusto por la naturaleza, especialmente de las plantas exóticas.
En esta sala encontramos una muestra de vajillas de la época y porcelanas orientales.
Finaliza la visita al museo con una sala dedicada al estudio del museo, con folletos, libros y programas intercativos de ordenador. Además hay una gran maqueta del museo, en el que en distintas salas unos hologramas nos reflejan su uso con personajes de la época.
Una vez recuperado el Museo del Romanticismo, después de tantos años, su visita es obligada. Tiene la ventaja de no cerrar al mediodía, con lo que no hay excusa para no ir. Recomendamos su visita tanto a madrileños como turistas, ya que es una experiencia única.
Fotografías: Rafael Castañeda