Hoy ha sido el típico día tonto que haces mucho, pero no cunde nada.
Esta mañana me he tirado un buen rato limpiado la vitrocerámica. Por cierto: los anuncios de productos limpiadores para las vitros, esos en los que echan un chorrito, pasan el trapo y queda reluciente, son MENTIRA. Por si no lo sabiáis. Mentira y de las gordas. Vamos que no hay que rascar ni nada y dale que te pego. Nos engañan de la forma más vil. Igual como esos productos para quitar el moho del baño. Echan un ‘flus-flus’, el trapito y… limpio. Y voy yo me lo creo. Esto es como aquello de ‘Plan Pons, belleza en siete días’. Siete días – JA. Pero nos seguimos creyendo lo que vemos, parece mentira, después de tantos años de publicidad. Yo últimamente me he pasado al bicarbonato con vinagre. Eso si que limpia que da gusto. ¿Y si lo pruebo en la vitro?
Me contó una amiga que vive con su hijo, que ayer decidieron comer en la terraza. Que fue fenomenal, además como hacía tan bueno fue como un día en el campo. Además casi no tuvieron tráfico y ni un control policial. Esta bien eso de cambiar de sitio de vez en cuando, ver la casa desde otro punto de vista. Luego me siento en el sillón de al lado, a ver qué tal.
Iba a ir al Mercadona esta tarde, porque estamos sin verdura y sin pan. Pero al bajar a Kyra me he dado cuenta del frío invernal que hace hoy y si eso….ya voy mañana. Hemos tenido un invierno primaveral y ahora lo estamos pagando con una primavera invernal. A ver si tenemos luego un verano otoñal y un otoño vera… ¿cómo se dirá? qué lo sé: otoño estival (¿ya os creíais que me habiáis pillado, eh?). Resultado final: que las estaciones están revueltas y tenemos un cacao de narices.
No me acuerdo si ya os he recomendado esta serie de Netflix: ‘Así nos ven‘. Yo diría que es de las imprescindibles. No sé si recordaréis, hace unos años, que dijeron que unos chicos de color habían violado a mujer blanca en Central Park de Nueva York. Bueno, pues va de ese caso. Increíble. Es una mini-serie y al final hay un programa de Oprah Winfrey en el que salen los auténticos protagonistas. Por favor, no dejéis de verla.
También vi un documental sobre Ted Bundy muy interesante (ya os conté ayer que soy una experta en estos temas). Parece mentira que la policía americana metiera la pata tantas veces. No os quiero desvelar nada, si no la habéis visto, pero menudo elemento. Un ‘engatusador’ profesional.
El otro día mirando a ver qué había, encontré en Amazon Prime ‘Historias para no dormir‘ de mi adorado Narciso Ibáñez Serrador. Me acuerdo que me perdí muchos de sus programas porque tenía 2 ‘rombos’ y eso significaba ‘¡A la cama!’. Muchos los he visto después.¡Que buena ‘La zarpa del mono’! Y cuántos actores y actrices descubrió Serrador. Mira que era bueno. Un fenómeno. Cuando ves los programas ahora es increíble con qué pocos medios conseguía meterte tanto miedo. En mi casa había un pasillo largo y, en medio, a la derecha y a la izquierda, dos habitaciones. Mi dormitorio estaba al fondo a la derecha. Después de ver ‘La zarpa del mono’ me tiré una buena temporada pasando corriendo por el pasillo como una exhalación. Por si salía una mano de alguna de las dos habitaciones y me agarraba.
Y hablando de cosas de miedo, os tengo que contar lo que le pasó a una amiga hace unos mil años. Estaba leyendo ‘El resplandor‘ de Stephen King. Por si no sabéis de qué va: una familia llega a un hotel para ocuparse del mantenimiento en invierno. El hijo, de unos 8 o 9 años, tiene la capacidad de ver cosas que han pasado en el hotel y a seres que todavía pululan por ahí (¿recordáis la escena del niño en un coche yendo por los pasillos del hotel?). Bueno, pues se supone que si cierra los ojos cuando ve a uno de estos espectros del pasado y los vuelve a abrir, el fantasma habrá desaparecido. A lo que vamos: un día entra en una habitación y un mujer muy muy vieja está en la bañera (no tiene buena pinta); el niño cierra los ojos y al volver a abrirlos, la mujer se está acercando a él en vez de haber desaparecido; claro, el pobre sale como una flecha de la habitación. Volvamos a mi amiga. Estaba leyendo justo esto en el baño. Ya va a salir y se le queda engachada la manga de la bata en el pestillo de la puerta. Os podéis imaginar que fue incapaz de decir y menos gritar nada. A punto del infarto. Cómo sería la cosa que cuando logró llegar al cuarto de estar, ahí estaba su perro con todos lo pelos del lomo erizados.
¡Qué historia, eh? Pasa cada cosa.
Para tranquilizarnos un poco, a ver si os gusta esto. Ay (ay de suspiro, no de dolor), lo que ha sido este hombre. Y este otro, ¿qué os parece?
Nos vemos mañana. Por cierto: lo de aplaudir a las 20:00 con luz, no mola.