Estado de alarma: Día 20

Pués sin darnos cuenta nos hemos vuelto a plantar en viernes. Cómo corren los días.
Ya os dije ayer que hoy tocaba ‘cocina’ y aquí os dejo la prueba. Ahora ya está todo en el congelador. Aun así el lunes tendré que ir a comprar verdura y fruta, porque eso no aguanta tanto. Además toca farmacia.Espero que no haga frío. No he visto la predicción. Si sigue como hoy, no digo nada.
Ahora siempre me pongo la mascarilla cuando salgo. Los guantes sólo cuando voy al super. La goma de la mascarilla me hace un daño en la oreja que ¡caray! Igual es que hago algo mal, pero me la deja hecha polvo. Lo bueno que tiene es que, si te pica la nariz, no te la puedes rascar. A mi me pica en cuanto salgo a la calle. Así evito tocarme la cara. Cuando estás pendiente de ello te das cuenta la de veces que te rascas, te quitas el pelo, etc. Increíble.
He encontrado unas postales viejas de la Playa de San Juan. La primera vez que fuimos fue en 1956. Desde Hamburgo. Más de 2.000km. Eran esos viajes en que la ruta empezaba a las 6 de la mañana, te tirabas todos el día en el coche y si te despistabas en Francia también dormías en el coche, porque a las 7 de la tarde estaba todo cerrado a cal y canto. Yo era una pesada, lo tengo que reconocer. Era de las de ‘¿Falta mucho?’, ‘¿Cuándo llegamos?’, ‘Tengo pis’. Una alegría, vamos. Menos mal que también tenía mucha facilidar para quedarme sopa, lo que seguramente agradecerían mis padres. Ese primer año estuvimos en una casa, en primera línea de playa, ‘Villa Kelly‘. Hace unos años todavía existía. Para ir a la playa cruzabas una estrecha carretera, subías y bajabas unas dunas y ahí estaba el mar. Había escarabajos peloteros, suficientes conchas para llenar los cubos y una playa completamente vacía.
Años después mis padres compraron un apartamento. Es el edificio que se ve en primer término en la foto de arriba y nuestra terraza en la 5ª planta la primea que se ve. La planta superior se la había quedado el arquitecto y ocupaba los cuatro apartamentos que había en cada piso. En su momento fue el edificio más alto de la playa. Ahora ni se ve y, además, han edificado una torre justo delante. Menos mal que vendieron el apartamento hace años.
Al lado de casa estaba el ‘Hotel Playa‘ que ya en los años 1960 se llenaba de turistas ingleses que cambiaban cada 14 días. Venían con ese color blanco lechoso y después de un día de playa estaban como tomates. No me explico como no hubo más bajas porque algunos estaban espectaculares. Bueno, pues cada dos semanas venía una nueva remesa de ingleses e inglesas que iban como locas detrás de los camareros del hotel. Así por las tardes teníamos espectáculo gratis en la playa. Se puseiron los camareros que ni os cuento, típicos ‘Spanish lover’.
En el hotel había una bolera y varias máquinas de pinball. A 2 pesetas la partida y por un duro tenías 3. Menuda destreza cogimos. Era la época de los primeros Beatles con esta canción. Los sábados y domingos no había forma de bajar a la playa. Os acordáis cuando la gente iba con con mesa, sillas, el transistor (antes decíamos: ‘No hay parto sin dolor, ni hortera sin transistor’- una verdad como un templo), los niños, la pelota, a los José Luis López Vázquez…. Y todos arrejuntados en la misma zona. Y luego la paella en el chiringuito. Mira que están buenas las paella que se comen en la playa. Tienen un algo especial. Pués qué queréis que os diga, que me alegro de haber podido disfrutar de la playa en aquella época. Cuando he vuelto a ir me ha dado mucha pena ver cómo se han cargado toda esa zona. Un desastre.
Para añoranzas, esta canción.
Mañana seguimos. ¡Qué tengáis buen fin de semana!

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