Semana Santa. Orígen y evolución

Orígen de las Procesiones

Las procesiones tienen su orígen en:

  • la Pasión de Cristo tal y como se relata en los Evangelios. Las procesiones simbolizan diferentes eventos que tienen lugar desde la entrada de Jesús en Jerusalén hasta su Resurrección;
  • la Pascua celebrada por los judíos. Esto queda claro si tenemos en cuenta que su celebración sigue las fases del calendario lunar. La Pascua se conmemoraba el primer mes del año judío, es decir, en primavera, en la primera noche de luna llena. Se cree que Jesús y sus apóstoles estaban celebrando la Pascua durante la Última Cena y que era jueves. Así, la Semana Santa es generalmente en marzo o abril, dependiendo de las fases lunares, que duran 28 días, mientras que nuestro calendario se basa en el sol y las fases duran 30 días;

    ©Rafael Castañeda
  • la Inquisición; cuando alguien era condenado por la Inquisición, tenía que expiar sus culpas haciendo penitencia y la cabeza del acusado se tapaba con un capirote;
  • otros eventos paganos que celebraban la victoria de la vida sobre la muerte (primavera e invierno). Estas celebraciones también solían tener algún aspecto religioso.

Las procesiones han sido parte de la vida del ser humano desde sus orígenes. Reflejan una forma de dar las gracias, de recordar o de celebrar algún acontecimiento.

Características

Las imágenes que toman parte en las procesiones son llamadas «pasos«. Esta palabra tiene su origen en la palabra latina passus, que significa escena. Ahora el concepto paso incluye tanto la imagen como el carruaje.
Un paso puede estar formado por una o varias imágenes.
A veces estas imágenes son esculturas completas, pero otras son simplemente un bastidor con las manos y la cara.
Los carruajes pueden ir montados sobre ruedas y ser empujados por «cofrades» o llevados directamente por éstos. A veces el paso tiene dos barras lateras y los cofrades llevan la imagen sobre sus hombros.
En otro tipo de pasos los cofrades van debajo del mismo llevándolo sobre su cuello y la espalda.

Virgen de los Siete Dolores, iglesia de la Santa Cruz; ©Rafael Castañeda

Los cofrades son miembros de una cofradía, y una cofradía es una hermandad que toma parte de una procesión. Es decir, todas las cofradías son hermandades, pero no todas las hermandades son cofradías.
Estas hermandades están a cargo de las procesiones, pero también se ocupan de otras muchas actividades, como  de los emigrantes, de los niños y otras actividades de tipo social.
Las imágenes de Cristo van generalmente vestidas en color rojo o morado. Rojo es el color simbólico de la Pasión y el morado de la Penitencia.
La Virgen María va generalmente vestida de blanco (pureza) o de negro (dolor).
La Virgen de los Dolores generalmente tiene un corazón cruzado por siete espadas, tres simbolizan su dolor durante la infancia de Cristo (su nacimiento, la huida a Egipto y cuando estuvo perdido) y las otras cuatro representan la pena que sufrió cuando ya era adulto (el calvario, la crucifixión, su muerte y su entierro).
La famosa imagen de  María Macarena está rodeada de flores blancas hechas de cera, que son realmente obras de arte.

©Rafael Castañeda

En las procesiones podemos ver cuatro cirios que representan los cuatro evangelios.
Los carruajes tienen varias patas que se llaman zancos, la barra se llama parihuela y los agujeros de ventilación mariguetas.
Si el paso se encuentra sobre un carruaje que tiene una plataforma y unas barras, los que llevan el paso son «anderos«. Si llevan el paso sobre sus hombros se les llama «costaleros«.

Siglos XV y XVI

Siglo XV. Las Hermandades

En el siglo XV aparece la idea de que el pecador puede ser perdonado por Dios si castiga su cuerpo. Esta idea fue defendida por San Vicente Ferrer y los franciscanos. Este sería el nacimiento de la «flagelación» como parte primordial de las procesiones que conmemoraban la Pasión de Cristo.
También sería en esta época cuando los cruzados trajeron trozos de la Santa Cruz a Europa (Vera Cruz = cruz verdadera). Estos trozos de la cruz eran venerados por los cristianos. Durante la Semana Santa, algunas parroquias organizaban pequeñas procesiones en las que seguían una pequeña cruz.
A los franciscanos se les había encomendado la custodia de las reliquias de la Santa Cruz y así es como una hermandad relacionada con la Santa Cruz comenzó con sus actividades.
En la Edad Media los profesionales de diferentes actividades comenzaron a asociarse formando gremios o hermandades. A través de estas hermandades intentaban defenderse de otros gremios y de los nobles. Especialmente en las ciudades llegarían a tener mucho poder. Querían que las autoridades políticas y religiosas les trataran como a iguales. A su vez estos poderes fácticos intentaban controlar a las hermandades, aunque con poco éxito. Muchos años después, Carlos III insistiría en que debían ocuparse solamente de sus actividades religiosas.

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Aparte de este aspecto social, muchas hermandades también se ocupaban de los enterramientos de sus miembros, lo que en aquellos días era una labor muy importante. También fundaban hospitales para los pobres, edificaban parroquias o se ocupaban de los niños abandonados. Muchos creían que el mero hecho de pertenecer a una hermandad les aseguraba su entrada en el cielo tras la muerte.
Las primeras actividades relacionadas con la Semana Santa en Madrid tuvieron lugar en el año 1424, cuando el Príncipe Juan comenzó con la costumbre de lavar los pies a trece mendigos y darles dinero para que pudieran comprarse algunas ropas.
En la segunda mitad del siglo XV también comenzaron a celebrarse una serie de ceremonias especiales durante la Semana Santa, en las que los hermanos se flagelaban.

Siglo XVI. Vida y Religión

En aquella época la vida diaria de las personas estaba muy influida por la religión. Una parte importante de su vida estaba dedicada a preparase para la vida eterna. Para evitar ser condenado al infierno, una solución era pagar por un numero específico de misas que habrían de ser dichas en nombre del interesado. Otra forma era comprar capillas para ser enterrado en ella o participar en la protección de ciertas imágenes, conventos o parroquias. Todo el mundo quería salvarse y, en consecuencia, se fundaron muchas hermandades.

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Pertenecer a una hermandad se consideraba ya cuestión de prestigio.
En este siglo se celebró el Concilio de Trento que apoyó todas aquellas actividades que se opusiesen a las ideas protestantes. Una de estas ideas era la devoción a las imágenes, así que confirmaron la religiosidad de las procesiones, especialmente de aquellas dedicadas a la Pasión de Cristo.
En este siglo la flagelación adquiere un nuevo significado. Los hermanos debían mostrar a todo el mundo lo importante que era salvar el alma a través de este sufrimiento. Pensaban que así influían en la devoción religiosa de las gentes y que éstas se comportarían de una forma más cristiana en su día a día. Las procesiones son casi como representaciones teatrales.

Los Penitentes

Los miembros de las hermandades que participaban en las procesiones, los cofrades, eran llamados penitentes. Había dos tipos de penitentes, penitentes de luz que eran aquellos que llevaban los cirios o velas y los penitentes de sangre, que eran aquellos que se flagelaban. Algunos de estos penitentes llevaban los brazos en cruz atados a un trozo de madera que imitaba la cruz. Eran llamados los aspesios. Todas las procesiones hacían el mismo itinerario y terminaban en el Alcázar, donde ahora se encuentra el Palacio Real.

iglesia de San Ginés; ©Rafael Castañeda

Como era de esperar, las procesiones de sangre eran las más populares porque ofrecían un espectáculo francamente morboso. Incluso había penitentes, sin devoción religiosa, llamados penitentes de amor. Estos querían simplemente impresionar a la dama de sus sueños, así que iban a su casa y se flagelaban con más fiereza que nadie, ofreciendo este sufrimiento como prueba de amor. Algunos incluso iban hasta el extremo de salpicar con su sangre a la amada, cosa bastante repugnante, por cierto. Este tipo de penitencia fue muy criticada por autores como Lope de Vega y Quevedo.
Ahora también la familia real tomaba parte en muchas actividades que conmemoraban la Semana Santa, lo que hizo que las cofradías ganaran en importancia de cara a la sociedad.
Las hermandades que habían sido originadas por asociaciones de profesionales se convirtieron ahora en asociaciones de burgueses. Para conseguir dinero para sus actividades obtuvieron el permiso para construir y gestionar diferentes teatros al aire libre (los corrales de comedias), donde no sólo se representaban obras religiosas. La cofradía de la Soledad, por ejemplo, tenía alquilado el famoso corral de la Pacheca, donde hoy está el Teatro Español. Estas representaciones fueran su mayor fuente de ingresos.

La Virgen de la Soledad. Historia y Leyenda.

Es en este siglo cuando aparecen las primeras imágenes en las procesiones. Una de las más importantes es la dedicada a Nuestra Señora de la Soledad.
Cuando Felipe II se casó con Isabel de Valois, ella trajo consigo una pintura de esta Virgen a España. Se la había dado su padre, el rey de Francia, a quién se la había regalado San Francisco de Paula.
La pintura mostraba a la Virgen María, vestida en ropajes negros, llorando por su hijo muerto.

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En aquellos días los monjes de la orden de San Francisco de Paula se habían establecido en Madrid y le pidieron a la reina el cuadro, porque estaban construyendo una capilla en honor de esta Virgen. Isabel de Valois no les dió el cuadro, pero pidió a un escultor, Gaspar Becerra, que hiciera una imagen basado en él.
Gaspar Becerra hizo dos imágenes, pero ninguna le gustó a la reina y le dio una última oportunidad. Según la leyenda, el escultor estaba completamente abrumado por el encargo y pensó que no sería capaz de hacer la imagen que le pedían. Cuando llegó a casa, se quedó dormido y en sueños se le apareció un ángel que le dijo que cogiera un tronco que estaba quemándose en el hogar y que lo usara para hacer la imagen. Así hizo Gaspar Becerra y por fin dio con la imagen deseada.
La Virgen está vestida como una viuda del siglo XVI, con un vestido blanco y una capa negra. Lleva un rosario. Esta iconografía influenciaría muchísimas imágenes posteriores de la Virgen.
La imagen fue colocada en la iglesia y se fundó una cofradía para aumentar la devoción a esta Virgen. Incluso la reina fue miembro de esta cofradía. Esto hizo, a su vez, que muchos miembros de la casa real también se hicieran miembros. En la primera procesión, en 1568, participaron 2.000 penitentes de luz, más de 400 penitentes de sangre y cientos de mujeres que pertenecían a la cofradía.

`Jesús el Pobre’, iglesia de San Pedro el Viejo; ©Rafael Castañeda

Procesión de Jesús Resucitado

El Domingo de Resurrección tenía lugar una procesión con una imagen de Jesús Resucitado. Aparte de esta imagen también solían llevar un muñeco de trapo, el pelele, que representaba a Judas y estaba vestido con ropajes de muchos colores. Los niños le tiraban piedras y escupían en el muñeco hasta que la procesión llegaba a la Plaza Mayor, donde el muñeco era quemado.

Siglos XVII y XVIII

Siglo XVII. Época de esplendor

Fue este siglo una época de esplendor para las procesiones. Eran consideradas como celebraciones comunitarias, incluían a todas las clases sociales, aunque su liderazgo todavía seguía en manos de la burguesía. Aumentó la influencia de la familia real y de la corte. También los gremios recuperaron parte de su poder, ya que, en muchos casos incluso controlaban las procesiones y a las cofradías. Esto era debido a la falta de dinero de las cofradías. En aquellos días los artesanos y comerciantes tenía el dinero, así que las cofradías les pedían que se unieran a sus hermandades. Por el otro lado, estos artesanos y comerciantes obtenían el dinero que daban a las cofradías de donaciones hechas por sus clientes. Una vez que los clientes dejaban de dar dinero, los comerciantes dejaban de estar interesados en las cofradías.

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Todas la procesiones tenían que pasar obligatoriamente por el Alcázar, que se convirtió en el punto central de la celebración, y el convento de las Descalzas Reales, de forma que la familia real y los nobles pudiesen participar. Estas procesiones eran las llamadas procesiones de corte.
Bajo la influencia del movimiento barroco, las imágenes fueron realizándose de mayor tamaño y eran menos austeras. Algunas procesiones tenían un carácter más teatral. Los cofrades pasaron a lucir unos ropajes más vistosos dando gran importancia al aspecto exterior.
Incluso la penitencia se volvió barroca. Los penitentes llevaban grandes cruces sobre sus hombros, que estaban huecas, y algunos incluso algún signo exterior para que pudieran ser reconocidos.
Parte de las actividades de las hermandades eran similares a las que hoy realizan las compañías de seguros: se ocupaban de los enterramientos de sus miembros, asegurándose que tuvieran lugar en los cementerios de las hermandades, también velaban por un funeral adecuado y, a veces, incluso se ocupaban de los familiares del difunto.

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Siglo XVIII. Crisis de las procesiones barrocas

Este siglo trajo consigo una serie de nuevas normas para las procesiones. Algunas de ellas anunciadas por la Iglesia católica y otras por el rey Carlos III. Ambas partes querían dar a las procesiones un carácter más serio y menos jocoso. Por ejemplo, Carlos III prohibió cualquier acto de mortificación pública. La Ilustración trajo consigo una visión más racional de la religión e incluso parte de la Iglesia estuvo de acuerdo con esta visión. Se consideraba así que la penitencia pública era resultado del miedo y de la ignoracia causados, en parte, por el Concilio de Trento.
Otro motivo está en que la corona quería mostrar que tenía un control completo sobre todas las actividades sociales. Por supuesto que esto trajo consigo una relación tensa con la Iglesia que, por el otro lado, también quería controlar a la población. La corona expulsó a varios nuncios del papa e incluso se enfrentó a la Inquisición.

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Como ya se ha dicho, el origen de esta actitud se encuentra en la Ilustración, movimiento político de esta era. Además hay que mencionar que las cofradías gestionaban entonces muchas fundaciones, hospitales y organizaciones caritativas. Tanto el gobierno como la Iglesia querían controlar estos establecimientos, así el gobierno quiso que las cofradías tuvieran solamente una utilidad social, autofinanciaran estas actividades y no fueran ostentosas.
Las cofradías sufrieron un proceso de reorganización, tanto interno como externo. Se intentó eliminar el aspecto profano o secular de las procesiones. Se podría decir, que fue una época de decadencia para las cofradías. Estaban más interesadas en gastar dinero en espléndidas comilonas que en usar estos fondos para la caridad. Más sacerdotes comenzaron a tomar parte en las procesiones intentando que volvieran a sus orígenes.
Una de las nuevas leyes que afectaban a las cofradías estableció que aquellas basadas en gremios y sin licencia eclesiástica o civil tendrían que ser disueltas, pero finalmente sólo un 10% desaparecieron. Era difícil cambiar una sociedad apática que simplemente seguía con una serie de costumbres bien arraigadas.
Durante los primeros años del siglo, las cofradías seguían organizando las procesiones, pero ya llevaron vestimentas más serias.
La familia real continuó con la costumbre de visitar diferentes obras artísticas ubicadas en distintas iglesias durante la Semana Santa. Igualmente las procesiones continuaron pasando por el palacio o donde estuviera viviendo la familia real en aquel momento. Esto hizo que los itinerarios de las procesiones cambiaran frecuentemente.

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Muchas procesiones comenzaron a unirse, de forma que varios pasos tomaban parte en la misma procesión, ofreciendo diferentes aspectos de la Pasión. Por ejemplo la procesión de la cofradía de la Vera Cruz sacaba una imagen de la Oración en el Monte de los Olivos, de Cristo atado a una columna, del Ecce Homo y finalmente otra imagen de Cristo con la Verónica.
Durante este siglo aparecieron algunas cofradías formadas por personas que habían venido de otras zonas de España a vivir a Madrid.
La influencia de la corona sobre la sociedad continuó también durante el reinado del rey Carlos IV. Para conseguir dinero para costear la guerra contra Inglaterra, las propiedades de la Iglesia fueron transferidas al estado. Esta política continuó durante el siglo XIX.

 Siglos XIX y XX

Siglo XIX. Una época de cambio

Durante este siglo las cofradías sufrieron varios reveses.
Como fue un siglo de cambios, las procesiones y las cofradías sufrieron altibajos dependiendo de la ideología del gobierno que estaba en el poder en cada momento.
Por un lado, diferentes gobiernos progresistas expropiaron otra vez las pertenencias de las iglesias y conventos, con la consiguiente pérdida de poder sobre el pueblo. Las cofradías no tenían dinero para continuar con las procesiones y al final del siglo sólo procesionaban cinco pasos.
Las imágenes eran llevadas por anderos, que generalmente eran sacerdotes o seglares distinguidos.
Durante la invasión francesa, muchas iglesias y conventos fueron expoliados o destruidos. Sin embargo José I permitió que tuviera lugar la procesión de Viernes Santo. Sólo podían participar hombres y tenían que llevar trajes negros o uniformes.

Iglesia de San Ginés; ©Rafael Castañeda

Cuando la dinastía borbónica volvió al país, Fernando VII restauró el Absolutismo, lo que fue bien recibido por la Iglesia. No podía imaginar que una década después, los conventos y monasterios serían disueltos y sus bienes incautados por el gobierno.
Como las cofradías no tenían fondos, el Ayuntamiento cubría los gastos de las procesiones. Se esperaban problemas con los miembros de las cofradías, por lo que se prohibió que participaran penitentes llevando capirotes que cubrieran sus rostros. Este fue el final de las procesiones de penitencia.
Durante un tiempo los gremios volvieron también a participar en las procesiones, pero al final les resultaba demasiado oneroso y perdieron el interés.
Durante la época de Isabel II cierto esplendor volvió a las procesiones, ya que a la familia real y a muchos nobles les gustaba visitar iglesias durante la Semana Santa y también participar en las procesiones. Se convirtió en una cuestión de clase. Incluso el rey Amadeo I continuó con esta costumbre ya que quería incrementar su popularidad entre el pueblo español.
Durante los últimos años del siglo algunas procesiones volvieron a salir, teniendo un sentido tanto religioso como festivo.
Fue por aquel entonces cuando la Duquesa de Medinaceli compró la capilla de Jesús Nazareno para que no fuera destruida. Cedió la capilla a la orden de los Capuchinos, que comenzaron a promover la veneración de esta imagen. Una forma de hacerlo todavía es muy popular hoy en día y consiste en que cada mes los fieles acuden a la iglesia a pesar los pies de la imagen. El Cristo de Medinaceli es el que más devoción tiene en Madrid.

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Siglo XX. Crisis y resurgimiento

En la época del gobierno de Cánovas del Castillo, la Iglesia recuperó cierto poder, pero seguía inmersa en un mundo reaccionario. Los masones, los liberales y todos los movimientos progresistas eran considerados peligrosos. Con este sentimiento como telón de fondo las procesiones volvieron a ser una forma de promocionar la Iglesia católica y de jugar un papel activo en la sociedad.
El Domingo de Ramos era tradicional comprar ramos de palmera en la entrada de las iglesias. Después estos ramos eran colocados en los balcones.
En cuanto a los pasos, los más populares llevaban imágenes de La Última Cena con Jesús y los doce apóstoles. Este paso se transportaba sobre ruedas y no sobre los hombros. Las procesiones tenían lugar entre las doce de mediodía y las dos de la tarde. Era muy frecuente ver a mujeres tomar parte en las procesiones, caminando detrás de las imágenes llevando la típica mantilla española, vestidas de negro con zapatos de charol negro y llevando un misal en las manos. Generalmente pertenecían a las clases altas.
Algunos de estos pasos madrileños se encuentran ahora en Avila, donde siguen procesionando.
Fue también en este siglo, cuando el rey Alfonso XIII perdonó a varios condenados a muerte su pena como parte de las actividades de la Semana Santa.
En 1929 tuvo lugar la primera Procesión del Silencio, que puede considerarse precursora de la que tiene lugar actualmente. Comenzaba a las diez de la noche y terminaba poco después de medianoche. Desde el principio fue muy popular y muchos fieles participaban.
Muchas cofradías desaparecieron durante esta época y las pocas que quedaron no sobrevivieron a la Guerra Civil. Fue una época de confrontación, muchas iglesias fueron quemadas, imágenes destruidas y sacerdotes y monjes asesinados o expulsados del país. Muchas imágenes fueron escondidas y recuperadas tras la guerra.

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Una vez finalizada la contienda, la Semana Santa fue una conmemoración de la Pasión con un sentimiento de pobreza y penitencia. Las cofradías intentaron recuperar la brillantez perdida con nuevas imágenes y más procesiones. Aparecieron nuevas cofradías y algunas antiguas se reorganizaron.
El régimen del dictador Franco también quiso conquistar el pueblo a través de la religión, fomentar sus tradiciones e impregnar la vida diaria del sentimiento religioso.
En los primeros años, las imágenes, que tenían poco valor artístico eran engalanadas con flores y adornos.
Muchas cofradías se beneficiaron del nuevo régimen que les proporcionó medios económicos. El ejército también participaba en las procesiones con bandas de música. Las ceremonias religiosas se revistieron de gran pompa. Todos los actos de propaganda política comenzaban con una misa. Era más una reacción política a los años precedentes, que una ceremonia religiosa. Se quería identificar al régimen con la religión.
La imagen de Jesús de Medinaceli se había llevado a Ginebra y se trajo de regreso a Madrid en 1939.
Se fundó una organización, la Hermandad de los Cruzados de la Fe, que estaba al mando de las procesiones, editaba diversas revistas y realizaba todo tipo de actividades.
En 1941 la Procesión del Silencio volvió a tener lugar. Fue un gran éxito y desde entonces, durante su paso, todos los edificios oficiales eran iluminados, las tiendas tenían que apagar sus anuncios luminosos e incluso las luces de las viviendas particulares se apagaban.
A partir de los años 50 las gentes se veían, más o menos, obligadas a vivir la Semana Santa. En la radio y, posteriormente, en la televisión todos los programas se dedicaban a la religión y a las procesiones. Los restaurantes, cines, bares y teatros se cerraban. No había nada que hacer.
Lo que sí es verdad, es que ante la imposibilidad de salir de casa para ir a cualquier sitio, esta semana era dedicada a la familia, que se reunía y jugaba a las cartas, juegos de mesa o a charlar.

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Todo esto iría cambiando poco a poco a partir de los años 60. El ciudadano medio empezaba a ser dueño de su propio coche, el famoso SEAT 600, y la Semana Santa era una oportunidad de salir de Madrid e irse a la playa o a otros sitios, como Sevilla, donde las celebraciones de Semana Santa eran mucho más populares y conocidas que en la capital. La Semana Santa comenzó a ser otra época de vacaciones, aparte del verano.
No podemos olvidar la influencia del Concilio Vaticano II y su tendencia más progresista, que colisionó con las tendencias de la jerarquía española. Muchas cofradías todavía vivían en el pasado y fue difícil para ellas adaptarse a los nuevos tiempos.
La transición a las procesiones actuales tuvo lugar en los años 70. El nuevo arzobispo de Madrid-Alcalá, Vicente Enrique y Tarancón, que no era muy popular entre los españoles conservadores, estaba a favor de la independencia de la Iglesia del Estado y de una sociedad democrática. Tras la transición política a la democracia actual, el significado de las procesiones y las actividades de las cofradías tienen un sentido más profundamente religioso, sin los lujos del pasado. Ha aumentado el número de jóvenes que participan. También las mujeres tienen un papel activo en los eventos.
Aparte de la procesión de Jesús de Medinaceli, con tantos adeptos como siempre, ha ganado en fieles la de Jesús el Pobre. Sale de la iglesia de San Pedro el Viejo de forma espectacular, puesto que los cofrades tienen que ponerse de cuclillas para sacar la imagen por la puerta. La imagen de Jesús el Pobre es igual que la de Jesús de Medinaceli.
Especialmente en Madrid no podemos olvidar la influencia que ha tenido el canal de televisión, Telemadrid, en la promoción de las procesiones. Desde los años 90 comenzaron a retransmitir algunas procesiones y desde entonces, su popularidad se ha incrementado año a año.
Hoy en día, las procesiones son parte de la Semana Santa en Madrid. Muchos participan en ellas, algunos por cuestiones de fe, otros por mantener una tradición, pero todos con profundo respeto.
Aunque la Semana Santa madrileña no tenga la popularidad que la de Sevilla o Valladolid, sí que es un acontecimiento que cualquier visitante no se debería perder.

Fuente: ‘Historia de la Semana Santa en Madrid’; autores: Guevara Pérez, Enrique y Rivera Vázquez, Mariano. Silex Ediciones 2004.

Ciclo de Conferencias del Ayuntamiento de Madrid

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