Muchos han sido los establecimientos que han ido despareciendo con esta larga pandemia. Pero no sólo la pandemia se ha llevado por delante parte de nuestra historia, la de siempre y la más reciente. La poca ayuda a cierto tipo de establecimientos, la cultura de la ‘baratija’, la imitación de buenos productos a precios baratos….., lo poco que cuidamos lo nuestro, todo esto ha dado como resultado final que cada vez las ciudades sean más iguales y todos terminemos comprando en los mismos establecimientos, sean o no de calidad.
Por todo esto hoy vamos a dedicar un recuerdo a una tienda que fue un clásico en Madrid: Samaral. Aquí va su historia.
Historia
En el número 7 de la Gran Vía se encontraba ‘Samaral‘, una de esas tiendas de ‘toda la vida’.
Coronando el escaparate estaba el cartel con el nombre del establecimiento ‘Samaral’. El tipo de letras empleado era único y su trazo quedará en nuestra retina, recordándonos el lugar, aunque sólo veamos el nombre parcialmente.
Primeros años
Comenzó Samaral su andadura en 1934. José Pérez de Santa María Altisent (SAnta MARía ALtisent) había estado trabajando en la tienda de sus tíos, cuando decidió independizarse. Con la Gran Vía inaugurada poco años antes, ya comenzaba a ser lugar de paseo emblemático tanto para madrileños como foráneos.
Su idea fue abrir una camisería al estilo de las londinenses, de categoría. El cliente se sentaba en una silla colocada al lado del mostrador, donde se le ‘mostraban’ todos aquellos productos que le pudieran interesar.
A las camisas les siguieron los complementos, corbatas, cinturones, bolsos…. Se ofrecían muchos productos de importación traídos de Londres.
A medida que pasó el tiempo se añadieron también productos de artesanía, pero de calidad, cuero, cerámica, sedas pintadas a mano, etc., pero no productos turísticos ‘kitsch’, tan al uso actualmente.
Segunda y tercera generación
Tras fallecer el fundador, en 1948, continuaron al frente del negocio sus hijos. El local no pudo pasar más allá de la tercera generación. Fernando Pérez de Santa María hijo, nos contó las vicisitudes por las que estaba pasando el negocio. Con la nueva ley de alquileres, muchos establecimientos tuvieron que cerrar al no poder hacer frente a las cantidades que les pedían los dueños de los locales. Nadie lo remedió y este legado se ha perdido para siempre.
Además el primer tramo de la Gran Vía había sufrido ya un gran deterioro. En el número 9 estaba antes la tienda de Balenciaga con todo su glamour, un poco más allá la ‘Hispano-Suiza‘, al otro lado de la calle todavía queda la Gran Peña y cerca el Casino, pero entre unos y otros edificios en la mayoría de los casos: tiendas cerradas o dedicadas a productos turísticos baratos. En otros casos: la nada.
Lo que debería ser la gran calle de Madrid se está quedando en gran desierto. Fernando Pérez de Santa María senior también solía estar en la tienda y nos comentaba con tristeza cómo se ha perdido la espectacularidad de la zona.
Actualmente es indudable que precisamente este primer tramo, que antes era el más lujoso, es ahora el más vacío y con menos transeúntes.
De entre los recuerdos, innumerables, podemos destacar que durante la Guerra Civil el establecimiento no cerró, aunque se protegió con sacos. De hecho, por motivos de seguridad, se ofreció a los empleados que pernoctaran en el almacén ubicado en el sótano del edificio. Justo ese día cayó una bomba en el número 9 de la Gran Vía, organizándose el consiguiente revuelo, humareda y polvareda. El sótano ya no parecía tan seguro, así que se desistió de la idea.
Nos cuenta también Fernando padre, que recuerda un invierno durante la Guerra en que nevó muchísimo y la nieve no se quitó en 3 o 4 días.
Queremos remarcar aquí, que ‘Samaral‘ ha sido siempre un negocio en manos de la misma familia. Y también sus empleados llevaban muchísimos años con ellos. Encontramos a Arturo y Angel, que llevaban en el establecimiento 34 y 36 años respectivamente. Gerardo, ausente por motivos de salud, también había cumplido ya 36 años en su puesto de trabajo y Yolanda, la más joven, 18.
Escaparate y mobiliario
Ya desde la calle ‘Samaral‘ se diferenciaba de otros establecimiento. Todos conocemos los comercios de la Plaza Mayor, por ejemplo, donde podemos pasear bajo los soportales resguardados del sol en verano y de la lluvia en invierno. En cualquier otra calle los escaparates están justo en la acera, de forma que pasamos delante de ellos.
En ‘Samaral’ se utilizó un sistema innovador. En el centro de la entrada se aprovechó una columna del edificio para rodearla de vidriera exponiendo también artículos.
El escaparate se situaba a ambos lados de esta columna, en forma de herradura, dejando espacio entre escaparate y columna, de forma que el cliente, bajo techo, podía ver tranquilamente lo que le ofrecía la tienda. Era este un sistema nuevo que no veremos con mucha frecuencia en las tiendas actuales.
Ya hemos mencionado el tipo de letra del logo de ‘Samaral’. No es casualidad. Fue un diseño exclusivo. Además se utilizó el espacio del piso superior, unas oficinas, para colocar el cartel, lo que permitía una gran altura. Tampoco esto se ve ya en la Gran Vía.
Son pequeños, o grandes detalles, que diferencian a unos establecimientos de otros.
Entrando nos llamaban la atención los mostradores y los expositores. Todos en madera. Eran los originales.
En los últimos años se añadieron también productos relacionados con la naútica que tuvieron muy buena aceptación.
Había prendas de vestir y complementos, artículos de regalo y un sin fín de objetos que hacían que la visita a la tienda se extendiera en el tiempo.
Las firmas del tiempo
‘Samaral‘ tenía dos tipos de recuerdos de sus clientes. En una mesa de trabajo colocada al fondo de la tienda se fueron pegando monedas de curso legal de los distintos países de los clientes. Comenzó uno pegando su moneda y así hasta casi llenar la mesa. Cuando volvían estos clientes, muchos buscaban las monedas que pegaron en su día.
Otro pequeño tesoro era su ‘libro de oro’. En el firmaron algunos de los clientes más famosos que pasaron por este establecimiento entre los años 50 y 60. No faltaban Orson Welles, Ava Gardner, Claudia Cardinale y también Camilo José Cela o Gil Parrondo. Ver las firmas de los grandes del espectáculo era una experiencia única.
Este artículo fue publicado, con pequeñas variantes, en el año 2010. Pocas semanas después, cerró para siempre.
Quede este artículo como recuerdo para este establecimiento para todos aquellos que no lo conocieron.
Fotografías: Rafael Castañeda