Los Códices I y II de Leonardo da Vinci, son unas 600 páginas de un total de aproximadamente 6.000 que escribió el maestro. Aunque da Vinci es, sobre todo, conocido por su pintura, los códices muestran el período más productivo de su vida. El Códice I es un tratado de mecánica y estática, muy descriptivo y técnico que muestra muchos mecanismos que podrían utilizarse hoy en día; el Códice II contiene conocimientos paracientíficos en los que Leonardo deja patente su visión de futuro y también un inventario de su biblioteca personal. Ambos Códices pertenecen a la Biblioteca Nacional de España.
El año 2012, tricentenario de la BNE, fue también el año de Leonardo da Vinci en la misma y en mayo de ese mismo año Gloria Pérez Salmerón, entonces directora de la Biblioteca Nacional de España y Elisa Ruiz, comisaria de la exposición presentaron ‘El imaginario de Leonardo. Códices Madrid‘ a los medios. Esta exposición permitió ver por primera vez el interior de los libros. Las múltiples anotaciones de da Vinci, nunca satisfecho con lo realizado por su carácter perfeccionista.
Una de sus características es que escribía de derecha a izquierda, así para leer sus textos lo mejor es ponerlos delante de un espejo. No le gustaba la imprenta, por lo que muchos de sus escritos se han perdido.
Los Códices fueron escogidos por los usuarios de la Biblioteca Nacional para ser el siguiente libro interactivo, tras ‘El Quijote’ de 2010. Se aprovechaba así el trabajo realizado en la restauración, digitalización y reencuadernación de la obra.
Restauración
En los años 70 del siglo pasado se realizó una restauración de la encuadernación, pero la costura de los cuadernos impedía que se pudieran abrir los códices y, en algunas páginas, tapaba parte del texto y algunas anotaciones. Además los problemas de conservación eran importantes, por lo que, hasta ahora, las reproducciones de los códices no se habían obtenido nunca de los originales.
No se contaba con datos acerca de la restauración anterior, pero un grupo de profesionales formaron el Equipo Códice y comenzaron un proceso laborioso y largo.
Primero hay que destacar que los códices no son libros, son cuadernos y requieren una encuadernación distinta.
Tras unos primeros pasos de análisis sobre los adhesivos que se habían utilizado (en el lomo había cuatro capas distintas), lo primero que se hizo fue separar las tapas. Se aplicó un gel y con espátulas se levantaron lentamente las diferentes capas superpuestas. Una vez eliminada toda la cola del lomo se descosieron y separaron los cuadernillos uno a uno, se estiraron los folios y se quitaron los últimos restos de adhesivo.
Se analizaron las fibras del papel (lino y cáñamo), se limpió, se hidrató el papel para eliminar los trazos de la encuadernación rígida anterior. Para ello cada folio se colocó sobre una base de cartón neutro añadiendo también un marco del mismo tipo de cartón. Así se sujetaba el papel sin tensiones. La presión sobre el marco hace que la hoja se estire al tiempo que se evapora la humedad sin que nada presione o entre en contacto con el original.
Los folios tenían orificios de los cosidos anteriores que se taparon con injertos de papel tisú y engrudo de trigo.
La digitalización del Códice I se realizó una vez desmontado, reproduciendo su estructura y apariencia. Para ello, al transparentarse lo escrito por la parte de atrás del papel, se colocó una hoja debajo de un tono similar.
Tras estudiar la encuadernación realizada en Londres de los Códices Foster de Leonardo, se comenzó con la nueva encuadernación. Se plegaron los folios para formar los cuadernillos (doce). Durante un día estuvieron bajo un leve peso. Se decidió realizar una encuadernación de cartera en pergamino, como en el siglo XVI y como posiblemente estuvieran encuadernados en su día.
Se realizaron las perforaciones siguiendo las originales y se cosieron los folios. El cosido se conoce como ‘de compensación’ y permite una buena apertura del códice.
El Códice II está desencuadernado para poder ser visto mejor. Tras la exposición seguirá el mismo proceso que el Códice I. Ambos se guardarán en estuches de conservación en unas condiciones medioambientales adecuadas en la cámara acorazada. Allí permanecerán hasta la próxima exposición.