La dinastía Neoburgo
Mariana de Neoburgo, nació en Düsseldorf el 28 de octubre de 1667. Su padre era Felipe Guillermo de Neoburgo, príncipe elector del Palatinado, y su madre Isabel Amelia de Hesse-Darmstadt. Tuvieron diecisiete hijos. Mariana era la quinta hija, doceava del total. Era alta y delgada de pelo rubio tirando a rojo. Tuvo una educación muy estricta. Era orgullosa, ambiciosa y, sobre todo, segura de si misma.
Düsseldorf era la capital del estado de Neoburgo. La familia Neoburgo pertenecía a una rama de la dinastía de los Baviera, una de las familia nobles más importantes de Alemania después de los Habsburgo. En el siglo XIV la dinastía se dividió en dos ramas: Wittelsbach-Neoburgo y Wittelsbach-Baviera. Felipe Guillermo de Neoburgo era aliado de Leopoldo I. La familia Neoburgo siguió el ejemplo de los Habsburgo y aumentó su poder a través de matrimonios. Con tantos hijos, en contraposición a la escasez hereditaria de los Habsburgo, su poder fue aumentando. Además Leopoldo I se casó en segundas nupcias con la hija mayor del príncipe elector, Leonor de Neoburgo. Otra de las hijas, María Sofía de Neoburgo se casó con Pedro II de Portugal.
Vamos a por la segunda
Pocos días después de quedar viudo Carlos II, el Consejo de Estado se puso en marcha para buscarle una nueva esposa. Ahora lo importante era que fuera muy fértil (si las reinas no quedaban embarazadas era culpa de ellas) y, sobre todo, que no dependiera de Francia.
Aunque a muchos no les gustaba la idea de tener tanta influencia pro austríaca en la corte, Mariana de Austria ya había convencido a su hijo, el rey, de elegir a una Neoburgo. El primer ministro, el conde de Oropesa, no estaba a favor de este enlace. Se intentó alejar a Carlos II de la influencia de su madre. Pero, no nos engañemos, una madre es una madre y madre no hay más que una.
Una novia que no llega
La boda por poderes se celebró en agosto de 1689, pero la novia tardó ocho meses en llegar a España. La guerra con Francia hacía el viaje complicado. Primero estuvieron los agasajos en las distintas ciudades, después dos meses parados en Rotterdam viviendo en barcos a la espera de los barcos ingleses que tenían que acompañar a los viajeros. Durante esos meses muchos murieron por la insalubridad de las condiciones, pero España no podía permitirse costear la vida en la ciudad de tanta gente. En enero partieron hacia Inglaterra donde quedaron parados dos meses más por el mal tiempo.
Desde septiembre el séquito español estaba esperando a la nueva reina en Santander, pero en noviembre se trasladaron a Palencia y en diciembre a La Coruña. Por fin, el 26 de marzo de 1690 se pudieron ver los barcos desde La Coruña, pero el mal tiempo les obligó a dirigirse hacia El Ferrol desde donde se llevó a la reina hasta La Coruña para el agasajo correspondiente el 9 de abril después de tenerla once días más en el barco.
Carlos II esperaba a su esposa en Valladolid, pero ella quiso ir primero a Santiago de Compostela a rezar frente al santo con lo que su llegada se retrasó hasta el 3 de Mayo.
Siempre la suegra
Mariana de Neoburgo era una mujer de carácter por lo que, evidentemente, chocó con su suegra. Lo que iba a ser una balsa de aceite pro Austria no lo fue tanto. Al igual que María Luisa de Orleáns, la nueva reina se rodeó de personas conocidas para ella, lo que, como le pasó a su antecesora, no hizo que fuera más popular. El embajador alemán, el conde Mansfeld, tenía mucha relación con ella, tanta que comenzaron a correr los rumores y Carlos II le echó del país con el beneplácito de Leopoldo I a pesar de que Mansfeld actuaba también como espía a favor de este. Fue sustituído por el conde de Lobkowitz.
En Septiembre de 1690 murió el padre de Mariana de Neoburgo heredando el principado su hijo Juan Guillermo que utilizó a su hermana constantemente para que favoreciera los asuntos familiares. Esto hizo que Mariana de Neoburgo se decantara muchas veces por ayudar de forma económica o política a su hermano aun en contra de los interéses españoles. Su carácter le ayudó a doblegar a Carlos II que, a pesar de las constantes discusiones que tenían, prefería ceder para mantener la paz conyugal. Por ejemplo consiguió, con la ayuda del confesor del rey, el padre Mantilla, que Carlos II cesara al conde de Oropesa ya que este no había apoyado su matrimonio con el rey. Con este cese Mariana consiguió introducir en el Consejo de Estado a Juan Tomás Enríquez de Cabrera, conde de Melgar, que la apoyaba y protegía, lo que dió mucho que hablar en la corte. También iba dando entrada en el Consejo a personas afines a ella a medida que se producían vacantes.
Pero Mariana de Neoburgo no contaba con su suegra, la siempre presente Mariana de Austria, que no se lo iba a poner fácil.
Flandes, siempre Flandes
Pronto apareció el primer problema. El mantenimiento de Flandes y el gasto en defensa era demasiado grande para las arcas del estado. Se pensó entonces en dar el puesto de gobernador, en vez de a un español, a un príncipe alemán afín a los Habsburgo. El hermano de Mariana de Neoburgo hubiera estado encantado con ese puesto, pero ahí estaba Maximiliano Manuel de Baviera, casado con la nieta de Mariana de Austria. La reina cayó enferma y hasta se creyó que podría morir. Durante ese tiempo se dió el gobierno de Flandes al candidato de Mariana de Austria, lo que supuso un duro golpe para la reina. Evidentemente no iba a dejar pasar el asunto y se dedicó a culpar a Carlos II por su falta de carácter. Durante su enfermedad se había rodeado de personas afines a ella, en su mayoría alemanas, que limitaron el acceso a la servidumbre española, creando un gran malestar en la corte. Si a esto añadimos el enfrentamiento con la reina madre, las camarillas y las intrigas estaban servidas.
Durante una grave enfermedad de Carlos II, Mariana de Neoburgo tomó las riendas para nombrar altos cargos de la casa real, virreyes, etc, siempre favoreciendo a sus favoritos, sin tener en cuenta lo que podía ser más beneficioso para el país. Hacia finales de 1693 incluso se creyó que la reina había participado en un complot para echar a la reina madre de la corte.
Entre posibles herederos y familiares….
El tiempo pasaba y el país no contaba con ningún heredero. Carlos II seguía confiando en poder engendrar un hijo, pero los demás monarcas ya estaban al acecho. Leopoldo I confiaba en el influjo tanto de Mariana de Austria, como de Mariana de Neoburgo para favorecer el que se nombrase a un sucesor de la casa Habsburgo. Pero ni siquiera en esto las dos mujeres se ponían de acuerdo. Mariana de Austria prefería a su bisnieto, José Fernando de Baviera y Mariana de Neoburgo al archiduque Carlos de Austria.
En marzo de 1694, Mariana de Neoburgo fingió tener un aborto por el disgusto que le había dado Carlos II al no dejar que nombrase como caballerizo mayor al hijo de una de sus fieles. Chantaje emocional se llama a esto hoy en día. Posteriormente volvió a fingir otro aborto para evitar que se echase del país a sus criados. En catorce meses había tenido tres abortos y a lo largo de su matrimonio fingió un total de once embarazos. Se ve que ya le había pillado el truco al tema.
Ayudó a que su hermano Juan Guillermo de Neoburgo obtuviera monopolios comerciales en las colonias españoles de América. Incluso llegó a enviar pinturas de la colección real al Palatinado, entre ellas un cuadro de Rubens. Menos mal que Carlos II se negó a que enviase un cuadro del Veronés por ser parte del patrimonio real.
Tras la muerte de Mariana de Austria en 1696, Mariana de Neoburgo vio la oportunidad de hacerse, por fin, con el mando.
Volvió a aparecer el problema de la sucesión al trono. Francia, con el duque Felipe de Anjou (nieto de Luis XIV y la infanta María Teresa de Austria y bisnieto de Felipe IV), Baviera con el príncipe José Fernando de Baviera (nieto de la infanta Margarita de Austria y bisnieto de Felipe IV) y Austria con el archiduque Carlos de Austria (nieto de la infanta Maria de Austria y bisnieto de Felipe III) se disputaban el trono de España. Todo dependía de lo que dictara Carlos II en su testamento.
En septiembre de 1696, tras una infección por fiebres terciarias que afectó tanto a la reina, como a otros muchos importantes de la corte, el rey Carlos II también cayó enfermo temiéndose por su vida. El Consejo de Estado se reunió de urgencia y decidió que uno de los tres candidatos fuera el futuro rey del país. En la votación ganó José Fernando de Baviera. Prácticamente se obligó al rey a firmar un testamento con este nombramiento. Al recuperarse de la enfermedad, Mariana de Neoburgo hizo todo lo posible para que se revocara este testamento. De hecho llegó a decir que lo había destruído, pero no era cierto.
Pero otros acontecimiento ocurrían al mismo tiempo. En 1697 Barcelona fue ocupada por el ejército francés. Los países de Liga de Augusta, excepto Austria, firmaron la Paz de Rijswick con Francia. Ahora era el momento para volver a insistir en que el delfín de Francia era el heredero ideal para el trono español. En 1698 llegó a Madrid el marqués de Harcourt como embajador para conseguir este deseo.
Un apoyo inesperado porque el futuro preocupa
Por otro lado los seguidores de José Fernando de Baviera tenían la desvenataja de haber perdido a su principal valedora, la reina madre. Pero, a veces los acontecimiento cambian los vientos. Mariana de Neoburgo estaba bastante enfada con sus parientes. Por un lado estaban constantemente pidiéndole favores, pero por el otro le negaban a ella cualquier petición. Maximiliano de Baviera aprovechó esta circunstancia para dedicarle agasajos y regalos a Mariana de Neoburgo que vio así la oportunidad de vengarse de sus ‘tacaños’ familiares. Maximiliano también le prometió que recibiría una interesante renta y el gobierno de los Países Bajos u otra provincia española cuando se quedase viuda.
A estas alturas este era el problema que más acuciaba a la reina. En 1699 Carlos II estaba cada vez más enfermo y su propio futuro era lo que más la preocupaba. Además una serie de personajes de la corte habían hecho correr la voz de que el rey estaba hechizado, que era necesario un exorcismo. A la cabeza de este turbio asunto estaban el confesor del rey, fray Froilán Díaz, y el inquisidor general, Juan Tomás de Rocaberti. Hacían al rey tomar extrañas pócimas y casualmente la solución a sus males estaba en alejarse de la reina y echar de la corte a las personas afines a ella. Mariana de Neoburgo sospechaba que todo el exorcismo no era nada más que una forma de quitarle poder en la corte. Al fallecer el inquisidor unos meses después de haber comenzado con estas prácticas consiguió que fray Froilán fuera investigado por la Inquisición.
Por su parte Luis XIV de Francia había enviado sus tropas a la frontera con Navarra, insinuando así que a la muerte de Carlos II o se nombraba heredero al sucesor francés o habría guerra con Francia. Al mismo tiempo el embajador francés había ido convenciendo a muchos nobles españoles con cuantiosos regalos. En 1698 Francia había firmado en secreto el Tratado de la Haya o Primer Tratado de Partición con Inglaterra y Holanda repartiendo los territorios españoles entre Austria, Baviera y Francia para evitar una guerra.
A pesar del secretismo la noticia llegó a la corte española y se redactó un nuevo testamento de Carlos II nombrando a José Fernando de Baviera como heredero al trono. Para Luis XIV esto significaba un revés para sus planes y amenazó con comenzar una guerra contra España. Pero, oportunamente, José Fernando de Baviera murió en Bruselas de la varicela con tan solo siete años. Evidentemente surgieron rumores de envenamiento ante una muerte tan repentina. Así Baviera quedaba fuera de la lucha por el trono. Ahora había que elegir entre Austria y Francia.
Motín de los gatos
En 1699 el país estaba en una situacion muy precaria. Hubo malas cosechas de trigo, subieron los precios, la situación política estaba más que enrarecida. Esto povocó un motín en Madrid con el pueblo contra el máximo responsable del momento, el conde de Oropesa (había vuelto a ser nombrado el año anterior) y la reina Mariana de Neoburgo. Sólo la aparición del rey Carlos II logró calmar los ánimos. Como consecuencia Oropesa fue desterrado. Poco a poco la salud de Carlos II se fue debilando, hecho que aprovechó la reina para promover cambios internos en la corte. Sus mejores aliados eran entonces el marqués de Leganés y el cardenal Portocarrero que aparentaban apoyarla en su deseo de que el heredero a la corona fuera un austríaco, pero realmente estaban cambiando de bando constantemente.
El cardenal Portocarrero
El cardenal Portocarrero tuvo una larga carrera dentro de la corte española. Considerado peligroso tanto por Mariana de Austria como por Juan José de Austria fue alejado de la corte nombrándole virrey de Sicilia en 1677. Al año estaba en la embajada de Roma y al siguiente otra vez en Madrid como consejero de Estado. En un principio apoyó la candidatura de José Fernando de Baviera, pero al morir este se decantó por Felipe de Anjou, futuro Felipe V.
Un testamento peculiar
Al morir Carlos II, Portocarrero presentó un nuevo testamento del rey en el que nombraba a Felipe de Anjou como sucesor. Curiosamente la firma del testamento es de trazo ágil y seguro cuando el rey ya estaba convaleciente a menos de un mes para morir.
Cuando murió Carlos II Mariana tenía 33 años. Parece que realmente sintió mucho la muerte de su esposo al que tenía verdadero afecto. Su situación era muy complicada ahora. En su testamento el rey le concedió, aparte de una buena renta, la presidencia de la Junta de Regencia que se reunió inmediatamente proclamando oficialmente a Felipe de Anjou como nuevo rey de España. Evidentemente los seguidores de la facción austríaca consideraron esto una tración por parte de la reina. Muchos de sus servidores dimitieron de sus funciones y a la reina le costó conseguir personal para que la atendiera.
Preparando la llegada del futuro rey Felipe V se presionó a Mariana de Neoburgo para que abandonara el Real Alcázar y se trasladara al Alcázar de Toledo. Allí vivió cinco años prácticamente aisalda. Felipe V la visitó a los seis meses de subir al trono. No quería que la reina volviera a Madrid teniendo en cuenta su fama de intrigante.
Mientras tanto y como era de esperar, el emperador Leopoldo I no aceptó los términos del testamento de Carlos II y se preparó para la guerra por la corona de España. En septiembre de 1703, Leopoldo I, Inglaterra y Holanda proclamaron a Carlos de Austria como rey de España. Las tropas llegaron hasta Madrid y Felipe V se vio obligado a huir en junio de 1706. El archiduque Carlos se proclamó como Carlos III de España. Contaba con el apoyo de Mariana de Neoburgo, pero no parecía que el pueblo estuviera muy contento con este nuevo rey. Las tropas francesas recuperaron el control de la capital en agosto y Felipe V volvió a Madrid.
Apoyar al equivocado trae consigo el exilio
Después del apoyo de Mariana de Neoburgo al archiduque Carlos, y como era de esperar, Felipe V la desterró a Francia, a Bayona. Ahí vivió más de treinta años queriendo siempre regresar a España. Vivió por encima de sus posibilidades, adeudando dinero por doquier que los afectados pensaban que iban a recuperar de la corona española. Cuando Felipe V se casó en segundas nupcias con Isabel de Farnesio, Mariana vió el cielo abierto. Al fin y al cabo era sobrina suya, pero Isabel de Farnesio no se dejaba engañar facilmente y seguía sus propias directrices. Lo único que consiguió Mariana de Neoburgo fue ser la madrina del futuro Carlos III. Por fin en septiembre de 1739, Felipe V le permitió regresar a España. Mariana abandonó Bayona dejando atrás unas deudas inmensas. Vivió en el palacio del Infantado en Guadalajara donde murió un año después. Dejó como heredera suya a Isabel de Farnesio que tuvo que hacerse cargo de sus deudas de más de diez millones de reales. Fue enterrada en el Escorial, pero su corazón se enterró en el Convento de las Descalzas Reales.
Fuentes: Rubio, María José: Reinas de España. Las Austrias. Siglos XV-XVII. De Isabel la Católica a Mariana de Neoburgo; La esfera de los libros, 2010.