Al hablar de la corte de Felipe III y de la reina Margarita de Austria siempre se menciona al duque de Lerma como la persona más influyente. Y lo era. Pero tenía tres fuertes adversarias de las que no se ha hablado tanto y que dejaron su impronta en la corte.
Una María y dos Margaritas
La vida en la corte estaba muy estructurada. El acceso al rey era muy limitado y, además, el duque de Lerma vigilaba que no se le ‘colase’ nadie para hablar con él. Los reyes solían oir misa todos los días, cada uno en su capilla.
Después atendían otra misa, ya con un carácter más público, generalmente en el Convento de las Descalzas. Para la reina este era su convento favorito hasta 1610 cuando decidió fundar el Convento de la Encarnación. A veces ambos almorzaban en el convento o iban a alguna casa particular. El rey además mantenía audiencias y reuniones con el consejo de Estado, sin olvidar su gran afición a la caza. Felipe III fue un hombre muy religioso y el poder acompañarle en su actividades era signo de deferencia.
La segunda misa diaria era el momento oportuno para abordarle y para ello había que estar cerca. En el Convento de las Descalzas vivía la emperatriz María de Austría, hija de Carlos V, hermana de Felipe II y, por tanto, tía de Felipe III con su hija, Margarita de la Cruz. Ambas tuvieron acceso directo al rey cuando iba al convento o la emperatriz iba a palacio. También indirecto a través de los distintos embajadores o ayudantes que a menudo las visitaban en el convento y después se reunían con el rey pudiendo así trasladarle sus peticiones.
Emperatriz María de Austria (1528-1603)
Era la hija mayor de Carlos V y se casó con Maximiliano II, emperador electo del Sacro Imperio Romano Germánico, Rey de Hungría y rey de Bohemia desde 1564 a 1576. Maximiliano era hijo de Fernando I, hermano de Carlos V. María y Maximiliano fueron regentes de España durante la ausencia de Carlos V y Felipe II de 1548 a 1551.
María tuvo 15 hijos. Rodolfo II y Matías I fueron emperadores del Sacro Imperio Romano germánico; el archiduque Alberto fue gobernador de los Países Bajos; su hija Anna fue la cuarta esposa de Felipe II y madre de Felipe III; Isabel se casó con Carlos IX de Francia.
Es evidente que con estos lazos familiares la emperatriz era un engranaje importantísimo dentro del linaje de los Habsburgo.
La emperatriz María era la madre de Margarita de la Cruz, tía de Felipe III y de la reina Margarita. Así su hija, Margarita de la Cruz, era prima de la reina Margarita y de Felipe III.
Margarita de Austria, Margarita de la Cruz (1567-1633)
Margarita fue la decimoquinta hija de la emperatriz María de Austria. Al venir ésta a Madrid, Margarita la acompañó. Se pensó en casarla con Felipe II, pero ella prefirió ‘casarse con Dios’. Se habría convertido en su quinta esposa.
Él tenía 40 años más que ella, asi que no es de extrañar que eligiera el convento. Tuvo gran influencia en los hijos de Felipe III, ya que que solía ocuparse de ellos, sobre todo tras la muerte de la reina. Margarita trabajó incansablemente por la defensa de la fe católica lo que implicaba la defensa del oeste europeo contra el avance turco hacia el imperio Habsburgo y la lucha contra los protestantes en Centroeuropa y Flandes.
Reina Margarita de Austria (1584-1611)
Margarita era hija del archiduque Carlos II de Estiria, hijo de Fernando I, y de Maria Ana de Baviera (nieta de Fernando I).
La reina tuvo ocho hijos. Su hijo mayor fue Felipe IV; su hija Anna se casó con Luis XIII de Francia; su hija María se casó con Fernando III convirtiéndose así en emperatriz del Sacro Imperio.
Solo mujeres podían atender a la reina en sus habitaciones privadas por lo que el duque de Lerma introdujo familiares y mujeres afines en el ámbito de la reina. Pero la jugada no siempre le salió bien, ya que muchas de ellas terminaron apoyando a la reina en vez de a él.
La mujer feliz, la mujer santa
Como vemos todas ellas cumplieron a su manera con el cometido de la mujer: tener hijos o meterse a monja. Y eso era lo máximo a que podían aspirar. Ahora bien. Aquí tenemos a tres mujeres de la dinastía Habsburgo. Y eso las hacía diferentes.
La máxima de la dinastía era mantener el poder de la misma y ‘la familia ante todo’. Sobre todo la emperatriz María había estado en el epicentro del poder y, a través de la relación con sus hijos, estaba al tanto de los problemas de cada uno de los territorios. Aun viviendo en un convento no tomó los votos, visitaba a los reyes cada semana en el palacio, daba audiencias a otros monarcas, consejeros o embajadores. Por ejemplo, el embajador austríaco, Hans Khevenhüller era su asistente personal y la veía a diario. El convento era prácticamente una filial del palacio . La emperatriz tenía sus propias estancias con sus obras de arte y tesoros, criados para atenderla, y había reuniones con músicos, escritores y poetas. La vida en un convento daba a las mujeres cierto tipo de independencia de los hombres. Podían vivir en una comunidad de mujeres con un nivel cultural y familiar parecido.
Una de las formas para adquirir notoriedad en la sociedad era el tener fama de ‘santidad’. Para alcanzar esta fama había que dedicarse a actividades religiosas y de caridad, consideradas, además, actividades esencialmente femeninas y que les permitían cierta ‘vida pública’ con visitas a hospitales, colegios u orfanatos.
La piedad permitía a las mujeres ser una especie de conexión con Dios al que podían pedir ayuda.
Se creía que la mujer virtuosa a través de la virginidad y la castidad podía alcanzar el nivel moral del hombre. Se las consideraba más dadas a los devaneos sexuales (!!!???) de manera que la castidad requería de ellas una fuerza parecida a la de los hombres (!!!???). Las mujeres no tenían fuerza ni moral ni física.
Una manera de reforzar esta imagen eran las pinturas. La emperatriz María fue pintada por Juan Pantoja de la Cruz con el hábito de monja. En ‘La Anunciación‘ de Pantoja vemos a Margarita de Austria representando a la Virgen. De esta manera no sólo se reforzaba el ‘origen divino’ de los Habsburgo, sino que el espectador, al adorar a la Virgen adoraba a la reina.
España, parte de Europa
Para las mujeres Habsburgo, España era parte del imperio Habsburgo y ese imperio tenía sus bases en la familia, la religión y la política. La dinastía tenía dos ramas, la austríaca y la española, pero sus miembros se consideraban una unidad, en la que política y lazos familiares se mezclaban, lo que podía implicar ayuda tanto financiera como militar.
El problema para las Habsburgo era evitar al duque de Lerma. Para éste lo primero que había que solventar eran los problemas internos del país, que no eran pocos. Los recursos económicos debían dedicarse a reforzar el poder español. Pero los Habsburgo presionaban a Felipe III para que acudiera en su ayuda. Ayudar a los Habsburgo significaba ayudar a la Cristiandad.
Para ellas no era difícil tener acceso al rey. Como hemos visto se veían prácticamente a diario, ya fuera en las misas o los almuerzos. No tenían que pasar el filtro del duque de Lerma como pasaba con los demás. Y ya se sabe que para ‘hacer política’ no es necesaria una reunión oficial.
Así no es de extrañar que el duque de Lerma convenciera al rey para llevar la corte a Valladolid. Tenía que poner distancia entre el rey y ‘la familia’. Aparte del motivo económico que ya hemos visto en el artículo dedicado al duque de Lerma, el alejar al rey de la influencia familiar era otro punto importante.
En los últimos años de su vida Margarita estuvo frecuentemente acompañada por Felipe III, que en ese momento estaba más influenciado por ella que por Lerma. Hemos de pensar que los embarazos de la reina (no olvidemos que era su función principal) la habían convertido en un bien preciado para el rey. Esta época coincide, evidentemente, con la caída en desgracia del duque de Lerma.
La culminación de los esfuerzos de la emperatriz María y la reina Margarita vendría tras el fallecimiento de ambas ya que se produjo una creciente cooperación entre España y Austria, lo que evidentemente era lo contrario a lo que había querido el duque de Lerma. Tanto Felipe III, como sus familiares austríacos percibían que estaban siendo atacados constantemente. Los ingleses, los holandeses, los protestantes alemanes, etc., todos intentaban socavar su poder.
El archiduque Fernando es, en este sentido, de gran importancia ya que era el que tenía más herederos que podrían mantener la dinastía. Así Felipe III colaboró con él en una defensa común. Especialmente Margarita de la Cruz influyó en el rey de 1611 a 1621 para que ayudara a Fernando, sobre todo en la supresión de la revuelta en Bohemia.
Lamentablemente esta implicación española con el resto de los Habsburgo sería desastrosa para el país ya que finalmente lo arrastró a la Guerra de los Treinta Años que tan fatídica fue para el país.
Quizás el duque de Lerma no estuviera tan equivocado en su idea de ‘España primero’.
Fuente: Sánchez, Magdalena S. ‘The Empress, the Queen and the Nun. Women and Power at the court of Philip III of Spain’, The John Hopkins University Press, 1998