Cambio de novio
Mariana de Habsburgo y Habsburgo nació en Viena el 22.12.1634. Su padre era el emperador Fernando III del Sacro Imperio Romano Germánico y su madre la infanta María Ana de España, hija del rey Felipe III de España.
En un principio había sido elegida como futura esposa del príncipe Baltasar Carlos, pero al morir este y haber quedado Felipe IV también viudo de su primera mujer se volvía a presentar el problema de la falta de un heredero varón. Parece que el propio emperador de Alemania insistió en que Felipe IV se casara con Mariana de Austria.
Mariana era rubia, de piel blanca, desenfadada, muy aficionada al teatro y las fiestas. También le gustaba la caza. Pronto se hizo amiga de su hijastra y prima, María Teresa de Austria (futura reina de Francia) lo que le hizo integrarse rápidamente en la vida de la corte. Teresa sólo tenía cuatro años menos que ella.
El matrimonio se celebró en 1649 en Navalcarnero.
Estaba claro desde un principio que este matrimonio tenía como principal fin la consecución de un heredero. Sería lógico pensar que Felipe IV, sobre todo durante los primeros años, notó la gran diferencia de edad que les separaba casi 30 años. De hecho parece que se refería a ella como ‘mi sobrina’.
Muchos partos, pocos hijos
En 1643 se había producido la caída del conde-duque de Olivares y, de momento, en la corte ningún valido le sustituyó. Por su parte, Felipe IV no quería que en torno a su esposa se estableciera ningún monopolio familiar asi que no permitió que ninguna de las hijas de su primer ministro, Luis Méndez de Haro, formaran parte de sus damas.
En 1651 nació la primera hija, Margarita Teresa, cuyo nacimiento casi le costó la vida a su madre. Margarita llegaría a ser la emperatriz de Alemania.
Tras el primer parto Mariana comenzó a sufrir fuertes jaquecas. En 1653 se contagió de viruela y sufrió un aborto ese mismo año. Dos años después nació otra niña, María Ambrosia, que murió dos semanas después. La falta de herederos y su mala salud hicieron que la otrora alegre Mariana se volviera huraña y fría, animando así al rey a volver a sus infidelidades.
En 1656 Felipe IV dió a su hijo bastardo, Juan José de Austria, el cargo de gobernador de Flandes, pero no fue capaz de detener a los franceses ya que le faltaban soldados y dinero. Pero además comenzaron los disturbios en Cataluña y Portugal. En 1657 la real pareja tuvo otro descendiente, Felipe Próspero, y en 1658 a Fernando Tomás. Ambos murieron pocos años después. En 1661 nació el príncipe Carlos.
Cambio Austria por Francia, cambio una hija por otra
Mientras tanto apareció otro problema. La hija mayor del rey, María Teresa de Austria, se había convertido en el mejor partido de Europa y se había planificado su boda con el archiduque Leopoldo de Austria, rey de Hungría y candidato al trono real y hermano de Mariana. En caso de celebrarse esta boda, sin embargo, había una condición muy especial: las coronas de España y Austria no debían recaer nunca en la misma persona. Esta condición no le parecía conveniente a Felipe IV y en secreto empezó a tratar la posible boda entre María Teresa y el rey de Francia, Luis XIV poniendo así fin al enfrentamiento con Francia. La boda se celebró en 1660.
Por su parte Mariana de Austria, como todas las mujeres Habsburgo, era fiel a su apellido y quiso fomentar la unión entre las distintas ramas familiares por lo que se opuso a la alianza matrimonial con Francia y el consiguiente desaire al emperador, su hermano. Fue la mayor defensora de los intereses de los Habsburgo austríacos en la corte española.
Pero quedaba otra hija, Magarita, la hija mayor de este segundo matrimonio de Felipe IV y, claro, su madre estaba encantada de casarla con su hermano. En su día se había puesto como premisa que María Teresa renunciara a su derecho a la corona española. Esta vez dicha clausula no existía, de ahí que años después los Habsburgo austríacos pretendieran el trono español en la Guerra de Sucesión. Por un lado Felipe IV sabía de la importancia de mantener unida la familia Habsburgo, pero esto no le traía más que gastos, sobre todo militares. Parece ser que Felipe IV no estaba muy de acuerdo con esta boda y dilató el tema todo lo que pudo. La duda estaba en si el príncipe Carlos viviría lo suficiente para heredar la corona. En su testamento Felipe IV abría la posibilidad a que su hija fuera la futura reina. Felipe IV murió en Septiembre de 1665 y la boda entre Margarita Teresa de Austria y Leopoldo se celebró en abril de 1666.
Reina viuda
Con la muerte del rey fue la primera vez desde tiempos de Juana de Castilla que una reina estaba en el trono. Aparte de los problemas externos había una gran división interna. Felipe IV nombró en su testamento a Mariana como regente para los siguientes diez años ayudada por una Junta de Gobierno sin cuyo asesoramiento no podía firmar decretos de Estado.
Mariana había pasado de ser una joven alegre a ser una viuda con apariencia monjil, aunque sólo tenía 32 años. Durante sus años de matrimonio no había adquirido habilidades políticas, aunque la Junta de Gobierno podía solventar esta carencia. Pero en distintas ocasiones Mariana se mostró dudosa a la hora de tomar decisiones, a veces terca en sus opiniones. Además comparada con Isabel I su imagen no salía muy beneficiada.
Por otro lado estaba Juan José de Austria que aun habiendo ocupado puestos de relevancia y habiendo mostrado su valía, estaba molesto por no haber sido incluido en la Junta de Gobierno. Además era muy popular y asi se formaron dos facciones en la corte, la que apoyaba a Juan José de Austria y la que apoyaba a la reina.
Malos consejeros. Temor al bastardo
La persona de mayor confianza para la reina era el jesuita Juan Everardo Nithard (Johann Eberhard Neidhardt) que había sido su tutor en la niñez. Llevaban más de treinta años juntos. Felipe IV había prohibido que en la Junta de Gobierno hubiera extranjeros. Mariana dio la nacionalidad española a Nithard. La orden de los jesuitas les impedía tener cargos políticos. Mariana consiguió que el papa le diera un permiso extraordinario para nombrar a Nithard inquisidor general con lo que entraba a formar parte de la Junta de Gobierno. Está claro que querer es poder. Dada su escasa capacidad política y el poco apoyo con el que contaba, sólo duró en el cargo tres años.
Para Mariana era una obsesión pensar que Juan José de Austria pudiera amenazar el trono de su hijo Carlos. Debido a las presiones de sus partidarios, en 1667 Mariana se vio obligada a permitirle residir en Madrid (estaba en Consuegra) y a permitirle entrar en el Consejo de Estado.
El bastardo no deja de molestar
La política exterior de Mariana siempre favoreciendo los intereses austríacos terminó con la paz entre España y Francia. Aunque María Teresa, ahora reina de Francia, había firmado su renuncia al posible trono de España, al no haberse pagado su dote, esta renuncia se consideraba anulada.
Además Luis XIV reclamaba los derechos de María Teresa sobre Flandes. En 1667 invadieron los Países Bajos. Mariana y el padre Nithard querían que Juan José de Austria se enfrentara al ejército francés. Al negarse éste le volvieron a a desterrar a Consuegra. Los partidarios de Juan José de Austria quisieron encerrar a la reina en un convento y desterrar al padre Nithard, pero se descubrió la intriga. Para librarse de caer preso, Juan José de Austria escapó a Cataluña. Desde ahí comenzó una campaña de desprestigio de la reina y, sobre todo, de Nithard consiguiendo que el Consejo de estado, la Junta de Gobierno y los nobles más poderosos pidieran el cese de Nithard. Pero Mariana se negó. En enero 1669, Juan José de Austria partía hacia Madrid con trescientos soldados con la intención de llegar hasta el Alcázar. Al final Mariana tuvo que ceder a las presiones y en febrero de ese mismo año se acabó la privanza de Nithad que, a cambio, recibió una buena compensación económica y el puesto de embajador en Roma.
Mariana se aisla y confía en un ‘duende’ advenidizo
Aunque en este momento Mariana perdió la oportunidad de incorporar a Juan José de Austria a la corte, le dio el cargo de vicario general de Aragón en Zaragoza donde estaría hasta 1675. Además, sintiéndose cada vez más aislada y sola, creó en 1669 una unidad del ejército para su defensa personal, la ‘chamberga‘ a cuyo frente estaría el marques de Aitona, su fiel mayordomo. Pero el marqués murió al año siguiente, quedándose Mariana más sola todavía. Un año después, un extraño personaje, Fernando de Valenzuela apodado el ‘Duende de palacio‘ fue el que más influencia tenía sobre la reina. Llegó a la corte como criado del duque del Infantado. Al casarse en 1661 con María Ambrosia de Uceda, moza de retrete de la reina, entró en los círculos más próximos a la reina. A través de su mujer le hacía llegar a la reina todo tipo de chismorreos que corrían por la corte. Al estar asi la reina enterada de todo a pesar no salir de sus aposentos casi, se decía que en palacio había un ‘duende’. Su influencia sobre la reina hizo que cada vez hubiera más partidarios de Juan José de Austria. Para los nobles era un don nadie que había recibido títulos y honores que otros tardaban años en conseguir. Aparentemente sus acciones fueron positivas en cuanto a la vida en palacio, es decir, el entretenimiento, pero eso fue todo.
¿Fin de la regencia?
A nivel familiar las cosas tampoco iban bien. El futuro Carlos II era un niño enfermizo con múltiples problemas de salud. Su primera aparición en público no fue hasta los 6 años. Apenas podía andar.
En 1673 murió la infanta Margarita, emperatriz de Alemania, a los 23 años de sobreparto de su cuarto hijo.
En 1675 Carlos II cumplio 14 años y por tanto la mayoría de edad lo que trajo consigo el fin de la regencia de Mariana. Se había creado ya la casa del rey, independiente de su madre con su propio mayordomo mayor, el duque de Alburquerque. Debido al estado general del nuevo rey que impedía que pudiera gobernar todavía, su madre quiso alargar la regencia dos años más pasando por encima del testamento de Felipe IV. Apoyada por Valenzuela consiguió convencer al Consejo de Estado.
Por su parte, Juan José de Austria esperaba ser llamado a la corte por su hermanastro y, al enterarse de los planes de Mariana, partió hacia Madrid. Se habían cruzado cartas entre Juan José y Carlos II en las que este último le había prometido el puesto de primer ministro. Pero otra vez se cruzó en su camino Mariana que, a solas con su hijo, consiguió convencerle de que Juan Jose de Austria solo pretendía usurparle el trono. Carlos II cedió y Juan José tuvo que regresar a Zaragoza, aunque le habían ordenado que abandonara el país. Mariana consiguió asi lo quería: dos años más. Valenzuela tenía cada vez más poder y llegó a primer ministro.
Mientras tanto Francia había vencido al ejército español en Flandes y Cataluña.
La corte se harta
El descontento en la corte era cada vez mayor. Finalmente en 1676 se planteó a la reina que se separara de su hijo, echase a Valenzuela y nombrase a Juan José de Austria como primer ministro. Ante la gravedad de la situación la Junta de Gobierno obligó a Carlos II y a Mariana a aceptar estas condiciones. Aunque Mariana no estaba de acuerdo, Carlos II se apartó públicamente de ella yendo al palacio del Buen Retiro y ordenándola no salir del Alcázar. Valenzuela huyo a El Escorial pero finalmente le fueron confiscados sus bienes y desterrado. El 23 de enero de 1677 Juan José de Austria entró triunfalmente en Madrid. Exigió la disolución de la ‘chamberga‘ y que Mariana se mantuviera alejada de su hijo. Los siguientes dos años Juan José de Austria dirigió el país con mano dura sobre todo en lo referente a sus enemigos. Se expulso a todos los seguidores de la reina de la corte, los consejos y los ministerios queriendo evitar así cualquier tipo de intriga. La reina fue enviada a Toledo. A pesar de haber intentado convencer a su hijo de las ‘malas’ intenciones de Juan José de Austria, Carlos II parecía más satisfecho con la relación con su hermanastro que con su madre.
Juan José de Austria al mando
Juan José de Austria acometió diversos cambios. Entre ellos, la hasta entonces deficiente educación de su hermanastro, intentó desterrar la corrupción, conseguir una administración más eficaz, reducir los gastos, etc. Sin embargo tuvo que enfrentarse a malas cosechas, plagas y una escasez general, lo que contribuyó a una gran pérdida de popularidad. Sin embargo, el cambió más importante fue su defensa de una política pro-francesa en detrimento de la hasta entonces política pro-austriaca. Los años 1677 y 1678 fueron malos para los ejércitos españoles. Bruselas estaba a punto de caer, con lo que Flandes se habría perdido. La guerra era muy onerosa y el pueblo estaba ya cansado. Juan José de Austria promovió un tratado de paz con Francia que se firmó en Nimega en 1678.
Una boda y una muerte muy oportuna
Desde su mayoría de edad parecía que Carlos II se encontraba con más vitalidad y energía que antes y se comenzó a hablar de su boda. Su madre abogaba, naturalmente, por una candidata austriaca, María Antonia de Habsburgo, hija del emperador, pero la llegada de Juan José de Austria hizo girar la rueda en favor de una princesa francesa, María Luisa de Orleáns, sobrina de Luis XIV. Pero la jugada no salió del todo como esperaba Juan José de Austria. La muerte le sorprendió ese mismo año, 1679. Tenía 50 años.
Luis XIV y su esposa, María Teresa, hermana de Carlos II se indignaron con el trato que se le había dado a la reina. Con Juan José de Austria fuera de juego y el apoyo francés, Mariana volvió a la corte y fue recibida con alegría por los mismos que se habían alegrado de su destierro dos años antes.
Mariana y María Luisa, Austria contra Francia
En noviembre de 1679 llegó a la corte María Luisa de Orleáns. Ahora ella sería la reina dejando a Mariana el puesto de reina madre. Parece que la relación entre ambas fue cortés y distante. Mariana participaba en algunas actividades, pero sin quitar protagonismo a su nuera. Por su parte María Luisa de Orleáns no parecía muy interesada en los asuntos políticos, pero estaba presionada por Luis XIV que quería que utilizase su influencia para beneficiar los intereses franceses. Este hecho propició que el poder de Mariana y su política pro-austriaca volviera a florecer ya que no podía permitir que se menoscabara la casa de los Habsburgo. Desde 1680 sus seguidores eran mayoría en la corte. Ella recibía información directa de su hermano, Leopoldo I sobre de los avatares de la guerra del Imperio austriaco contra los turcos y del creciente poder francés. Toda esta información le llegaba directamente, sin pasar por el filtro del gobierno de Carlos II.
Luis XIV quería apoderarse de Flándes, ya esgrimiendo motivos dinásticos (derechos de su esposa María Teresa) ya fuera por una guerra que acabó declarándose en 1683. Ante la falta de recursos españoles se firmó la Tregua de Ratisbona al año siguiente, que postulaba una duración de 20 años. Europa estaba dividida entre Francia y Austria y ambos bandos querían tener a su lado a Carlos II.
Conflictos familiares y otra muerte muy oportuna
Leopoldo I pidió a España que diera como dote a su hija, la archiduquesa María Antonia de Austria, antigua prometida de Carlos II, la propiedad y el gobierno independiente de Flandes para que pudiese casarse con el príncipe-elector Maximiliano de Baviera que tenía los medios necesarios para la defensa de Flándes que de esta manera no saldría de las posesiones de los Habsburgo. Además María Antonia, renunciaría a los derechos de la corona española que poseía por ser hija de la infanta Margarita y asi nieta de Felipe IV. Evidentemente Mariana puso todo su empeño en que este acuerdo se llevara a cabo. Por su parte, María Luisa de Orleáns tenía que oponerse a este ofrecimiento de todas las formas posibles ya que debía defender los intereses de Francia. Pero a veces los acontecimientos aceleran el devenir de la Historia. Cuando se esperaba ya la decisión que tomaría el Consejo de Estado, el 10 de febrero de 1689 murió repentinamente María Luisa de Orleáns.
Suegra y nuera
Evidentemente una muerte en un momento tan oportuno trajo consigo las consiguientes teorías de envenenamiento, apuntando incluso a la reina madre que no perdió el tiempo y se volvió a instalar en el palacio del Buen Retiro junto a su hijo. Evidentemente, si bien parte de la corte veía con buenos ojos que recuperara el ascendiente sobre su hijo, otra parte no estaba nada contenta con este hecho y las intrigas y el espionaje se multiplicaron.
Pero, claro, volvía a aparecer el eterno problema del heredero y rápidamente se empezó a buscar una nueva esposa para el rey. Y en agosto de 1689, apenas cinco meses después de la muerte de María Lusia de Orleáns, Carlos II se casó con Mariana de Neoburgo, cuñada de Leopoldo I. La boda se celebró por poderes y la nueva reina tardó un año en llegar a España. Se había elegido a esta princesa por haber dado a luz su madre a 23 hijos lo que aumentaba las posibilidades de un heredero. Sin embargo, Mariana, que pensaba que iba a poder dominara esta nueva nuera, se vio enfrentada a una persona de carácter fuerte, con claras pretensiones de favorecer a su propio linaje, la casa del Palatinado. El Palatinado era el territorio del Conde Palatino, un príncipe del Imperio Romano Germánico vinculado a la Casa de Wittelsbach y que poseía el título de príncipe elector.
El primer enfrentamiento se produjo en relación al gobierno de Flandes. Mientras Mariana de Austria defendía a Maximiliano de Baviera, Mariana de Neoburgo defendía a su su hermano, el elector Juan Guillermo de Neoburgo. Ganó Mariana de Austria, pero la nueva esposa de Carlos II no iba a quedarse de brazos cruzados y presionó tanto a Carlos II que este terminó enfrentándose a su madre. La corte volvió a dividirse en dos facciones.
Falta un heredero
Por otro lado, Mariana de Neoburgo no se quedaba embarazada y Mariana de Austria comenzó a a preocuparse por el futuro del reino. Sólo le quedaba ya su nieta, María Antonia de Austria, esposa de Maximiliano de Baviera, que moriría al dar a luz a su hijo, José Fernando de Baviera, en 1692.
Para Mariana de Austria este nieto era el candidato a suceder a Carlos II en caso de que no tuviera descendencia propia. El pobre pequeño moriría a los siete años de edad, Por su parte Leopoldo I no entendía esta decisión que hacía prevalecer la descendencia femenina y quiso enviar a su hijo, el archiduque Carlos a que se educara en España. Este era su candidato y también el de los Neoburgo. El enfrentamiento entre suegra y nuera se fue agravando con el tiempo hasta 1695 en que los partidarios de Mariana de Neoburgo acusaron a la reina madre de ser la responsable de la falta de autoridad que sufrían los reyes. Pero el fin estaba cerca. Mariana de Austria padecía de cáncer de pecho y falleció en 16 de mayo de 1696 a los sesenta y un años de edad. Carlos II y también su esposa lamentaron la muerte de Mariana de Austria que tanto había influido en sus vidas. Curiosamente su muerte dio lugar a numerosas leyendas e historias de santidad.
Fuente:
Rubio, María Jose: ‘Reinas de España. Las Austrias’, La esfera de los libros, 2010
García Verdejo, Eloísa: Apuntes Historia